jueves, 24 de febrero de 2011

Tomás de Aquino: Suma Teológica, segunda parte, cuestiones 1-18

En este fragmento de la obra de Santo Tomás de Aquino se abordan principalmente los temas referentes a la finalidad y la bienaventuranza del hombre, el acto voluntario e involuntario, la voluntad y su objeto, la elección de los medios que conducen al fin y la bondad y la maldad presentes en el hombre. En esta entrada intento abarcar de manera general cada una de las cuestiones presentes, explicando en qué consisten y cuáles son las soluciones y respuestas del autor.
 
La primera cuestión trata el tema del último fin del hombre en común, aquí el Santo se pregunta si el hombre debe obrar por un fin, si el obrar por un fin es propio de la naturaleza racional y si los actos humanos se especifican por el fin. Define al libre albedrío como la facultad de la voluntad y de la razón que sólo están presentes en el hombre y distingue las acciones que son humanas de las que son acciones del hombre; las acciones humanas son las que vienen de una voluntad deliberada, y las del hombre son aquellas que pueden estar presentes en él pero no son propiamente humanas, porque no pertenecen al hombre como tal. Continúa afirmando que todas las acciones humanas se dan por un fin y que “es propio de la naturaleza racional tender a un fin moviéndose y dirigiéndose por sí misma”[1] y que los actos humanos se especifican por el fin “el principio de los actos humanos, como tales, es el fin, [y] es termino de ellos porque lo que constituye el término del acto humano es lo que intenta como fin la voluntad”,[2] respondiendo de esta manera a la primera cuestión.
 
La segunda cuestión se centra en descubrir el objeto en que consiste la bienaventuranza del hombre, en ella Santo Tomás se pregunta dónde radica dicha bienaventuranza, si en las riquezas, en la gloria, el poder, en algún bien creado, en la voluntad o en el entendimiento, y a lo largo de varias justificaciones culmina diciendo que “la última y perfecta bienaventuranza no puede estar sino en la visión de Dios [donde] la esencia de la beatitud consiste en un acto del entendimiento”.[3]
 
Primeramente el santo discrimina las riquezas como camino de bienaventuranza en cuanto a que con ella sólo se adquieren bienes materiales pero no espirituales, expresando que las riquezas están al servicio de la concupiscencia desordenada; clasifica a las riquezas en naturales, que son las que sirven al hombre para remediar sus necesidades y las artificiales que no ayudan a la naturaleza, como el dinero. Respecto a la gloria o fama también es rechazada, pues esta “noticia esclarecida con alabanza”[4] como la define el santo, puede ser engañosa, pasajera y sin estabilidad, diciendo que “la fama de ningún modo puede hacer al hombre feliz”;[5] mientras que la gloria que está en Dios si es causa de la beatitud para el hombre y motivo de felicidad al ser estable.
 
Del poder, el autor se expresa diciendo que es imposible que éste traiga la felicidad, porque sirve para el bien y para el mal y “la beatitud es el bien propio y perfecto del hombre”.[6] La beatitud no puede provenir de algún bien creado pues ella es el bien perfecto que sacia totalmente el apetito y el hombre no puede encontrar en cosa creada al bien universal, sino en Dios que puede llenar la facultad humana.
 
Se puede resumir esta cuestión con la siguiente expresión del autor: “para la perfecta beatitud se requiere que el entendimiento alcance la misma esencia de la causa primera. De esta suerte logrará la perfección por la unión con Dios, como su objeto, en el cual únicamente está la bienaventuranza del hombre”.[7] En esta sentencia se contiene una síntesis de antropología, gnoseología y ontología, elementos que se presentan entremezclados y plenifican al hombre.
 
La siguiente cuestión se adentra en el tema del voluntario e involuntario, aquí uno de los problemas consiste en si se da el voluntario en los animales irracionales, a lo que el autor responde que el acto voluntario puede ser perfecto e imperfecto, el primero es propio de la criatura racional y el segundo es la aprehensión de la realidad sin percibir su noción formal y que es captado por el sentido e instinto natural, dándose por tanto, en los irracionales; termina diciendo que “solo la criatura racional posee el voluntario perfecto; [y que] el imperfecto compete a los animales irracionales”.[8]
 
Otro problema es el de si a la voluntad se le puede inferir violencia, a lo que Santo Tomás responde primero definiendo a la voluntad y después emitiendo una respuesta clara: la voluntad es “la tendencia procedente de un principio cognoscitivo interior, […] todo lo que es forzado o violento proviene de un principio exterior, por lo tanto, la coacción o violencia son contrarios a la naturaleza misma del acto voluntario”.[9]
 
Los últimos problemas de esta cuestión son el de si la concupiscencia y la ignorancia causan el involuntario. Primeramente Santo Tomás dice que “la concupiscencia, lejos de causar involuntario, contribuye a hacer más voluntarios los actos por ella inspirados”,[10] pues el voluntario es aquello a lo que la voluntad tiende y la concupiscencia mueve a la voluntad a desear aquello, se trata más bien de un acto voluntario. Respecto a la ignorancia, depende de las circunstancias se puede o no dar el involuntario, “la ignorancia causa involuntario si priva del conocimiento exigido para la voluntariedad del acto”,[11] y por otro lado “no puede causar involuntario absoluto, sino hace los actos parcialmente involuntarios, en cuanto proceden de un movimiento de la voluntad a la acción que no se producirá con un conocimiento actual”.[12] El autor dice que no puede ser querido aquello que es ignorado.
 
En la cuestión número ocho Santo Tomás escribe de la voluntad y de su objeto, comentando si la voluntad es solamente del bien, a lo que determina que “la voluntad es un apetito racional, y todo apetito solamente desea el bien”[13] pues tiende hacia lo que le conviene, así toda inclinación tiende al bien; según Aristóteles “el fin es un bien, real o aparente”.[14]
 
El texto presenta ahora la cuestión número trece que trata sobre la elección de los medios que conducen al fin, y aquí el problema es si el hombre elige por necesidad o libremente. Santo Tomás termina diciendo que la elección se hace sobre los bienes particulares, por lo tanto no puede ser necesaria,[15] pues no se hace sobre el bien perfecto o la felicidad, así “el hombre no elige necesaria, sino libremente”.[16]
 
La última cuestión de este fragmento se adentra en la bondad y malicia de los actos humanos, y el primer problema es sobre si la acción humana deriva su bondad o malicia del objeto, a lo que responde Santo Tomás que “las cosas exteriores son buenas en sí mismas, [pero] no están siempre en la relación debida con tal o tal acción. Por eso, consideradas como objetos de tales acciones, dejan ya de ser buenas”.[17] Otro problema es el de si hay algún acto indiferente en el individuo, a lo que rotundamente Santo Tomás responde que “necesariamente todo acto humano, hecho con deliberación, es bueno o malo en el individuo concreto”,[18] definiendo a lo bueno o malo como todo lo que es contrario a la recta razón, haciendo posible que cualquier acto individual sea bueno o malo.
 
Bibliografía:
Fernández, Clemente, Los Filósofos Medievales Selección de Textos, Tomás de Aquino, “Suma teológica” , Tomo II, BAC, Madrid, 1979, p. 583-605.

[1] Tomás de Aquino, “Suma teológica”, en Fernández, Clemente, Los Filósofos Medievales Selección de Textos, Tomo II, BAC, Madrid, 1979, p. 585.
[2] Ibíd., p. 586.
[3] Ibíd., p. 591.
[4] Ibíd., p. 588.
[5] Ibídem.
[6] Ibíd., p. 589.
[7] Ibíd., p. 592.
[8] Ibíd., p. 593.
[9] Ibíd., p. 594.
[10] Ibíd., p. 595.
[11] Ibíd., p. 596.
[12] Ibíd., p. 597.
[13] Ibídem.
[14] Ibíd., p. 598.
[15] En términos medievales se entiende ‘necesario’ como aquello que no puede ser de otra manera.
[16] Ibídem.
[17] Ibíd., p. 602.
[18] Ibíd., p. 604.

2 comentarios:

  1. Gracias por tu aportación, la frase que me deja pensando es “la beatitud es el bien propio y perfecto del hombre”, en cuanto a que Dios te da el todo para una plena felicidad.
    gracias por tu aportación.

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  2. Gracias por tu aportación, ahora bien, en tu primera cuestión acerca del fin ¿cuál seria el fin ya que al parecer dejas ver que ya hay algo determinado para el hombre sin que ejerza su libre albedrío?

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