jueves, 19 de mayo de 2011

Farid Uddin Attar: El coloquio de los pajaros.

Farid Uddin Attar fue un sabio sufí que vivió entre los siglos XII y XIII. Comúnmente se denominaba como sufí a quien ocupaba el más alto grado de realización espiritual en el camino iniciático del Islam, aunque puede variar su uso según el autor. Escribió el poema Mantíc Uttair, que significa el lenguaje de los pájaros, en referencia al lenguaje pájaros conocido por Salomón. En el poema se relata el viaje de en busca del Simurg, rey de los pájaros. Para el presente reporte, también me serví del comentario sobre el Simurg que Jorge Luis Borges hace en su Manual de zoología fantástica.

El libro inicia con una reunión de las aves. En ella discuten y dicen que cómo es posible que todas las naciones tengan un rey excepto la suya. Por tal motivo, consideraban necesario partir en busca de un rey. La abubilla, el ave más cercana a Dios y que será la encargada de guiarlos en su viaje, interviene y les asegura conocer al rey. Les dice lo siguiente:

“Nosotros tenemos un rey legitimo que reside detrás del monte Qaf[1]. Su nombre es Simurg; es el rey de los pajaros. Está junto a nosotros pero nosotros nos hemos separado de Él. El lugar que él habita es inaccesible y ninguna lengua podría celebrarlo. Delante de Él posee más de cien mil velos de luz y oscuridad. En ninguno de los dos mundos existe alguien que pueda disputarle su imperio. Es el soberano por excelencia y está sumergido en la perfección de su majestad […]”[2]

Sin embargo, la abubilla advierte que el camino hacia el Simurg es desconocido y la travesía difícil. Pero aunque cada pájaro se siente en la mejor posición y el más importante, por ejemplo el ruiseñor que dice: “cualquiera que me escucha pierde la razón, quédase como ebrio, aun si de ordinario logra dominarse”[3], o el pato, que presume de poder sostenerse sobre el agua, todos empiezan a poner pretextos para no emprender el viaje. El ruiseñor se excusa diciendo que el llegar al Simurg está fuera de sus fuerzas y que le basta con el amor de una rosa. La cotorra dice que no puede ir porque está encerrada en una jaula. El pavo real se conforma con habitar el paraíso terrenal. El pato dice que no puede abandonar su elemento, que es el agua y que además, no le agrada la tierra seca. La perdiz prefiere quedarse en su hogar, junto a las piedras preciosas. El quebrantahuesos considera ocioso buscar la mistad del Simurg cuando tiene la realeza a su disposición. El halcón prefiere recibir alimento del rey que ver al Simurg, pues se considera suficientemente honrado con ello. A la garza le basta el amor del océano. El búho ama demasiado sus tesoros y las ruinas donde vive. El aguzanieves dice ser falto de vigor y medios. Y así cada pájaro da excusas, cada cual más estúpida que la anterior. Pese a todo, la abubilla los convence y emprenden el viaje a través de los siete valles. El camino es largo, muchos pájaros se desesperan y otros tantos perecen en el camino. Finalmente, luego de viajar muchos años, los pocos que llegan al final de la travesía perciben que ellos son el Simurg y que el Simurg es cada uno de ellos y todos ellos.

El poema está fuertemente influenciado por la religión monoteísta islámica. Los pájaros son una analogía del creyente, y sus excusas, los obstáculos que se interponen entre el creyente y Dios. Así, el ruiseñor representa el apego al amor humano, el pavo real la aspiración de recuperar un sitio perdido, la perdiz el amor a las riquezas o el búho que sacrifica el futuro en aras del presente. Cada pájaro tiene temor de iniciar el viaje, pues significa el abandono de la seguridad, las comodidades y los hábitos. Todos ellos quieren un rey pero ninguno quiere hacer un sacrificio por obtenerlo. Así pues, este poema alegórico puede interpretarse como el sacrificado y valiente camino espiritual que todo religioso debe agotar para alcanzar la fusión con Dios.



[1] Según la tradición persa, el monte Qaf es el hogar del Simurg o Anqa. Rodea la tierra y tiene 3.000 kilómetros de altura( N del T).

[2] Farid Uddín Attar, El coloquio de los pajaros [traducción, introducción y notas de Manuel Aguiar], SUFI, Madrid, 2003,p. 73.

[3] Ibid, p.77.



Bibliografía

Borges, Jorge Luis, Manual de zoología fantastica, FCE, México, 2010, p.134-135.

Farid Uddín Attar, El coloquio de los pajaros [traducción, introducción y notas de Manuel Aguiar], SUFI, Madrid, 2003, pp 13-109.


miércoles, 18 de mayo de 2011

Evangelio según Tomas.



Las palabras secretas de Jesús.


En 1945 unos campesinos de Egipto descubrieron accidentalmente en Kenoboskión una jarra llena de manuscritos de papiro. Hasta aquel día los evangelios más antiguos eran los canónicos y aunque se conocían los evangelios apócrifos, los más antiguos resultaban ser contemporáneos de los canónicos, y esto es justamente en lo que se diferencian de estos los rollos encontrados aquel día en Kenoboskión.

En este escrito se hará referencia a uno de estos rollos “el evangelio según Tomas” y aunque son estas palabras son precisamente las que concluyen este manuscrito, algunos expertos no están de acuerdo con que este sea propiamente un evangelio, pero si concuerdan que es la colección más amplia de las palabras atribuidas a Jesús de la que se haya tenido conocimiento y que es el manuscrito más cercano cronológicamente a la vida de Jesús y por consecuencia lógica el más apegado a sus palabras, comienza con un preambulo que podría seducir a cualquiera: “He aquí las palabras secretas que Jesús el viviente ha dicho y que ha escrito Dídimo Judas Tomas, Y el ha dicho: aquel que encontrare la interpretación de estas palabras, no conocerá la muerte.”1 Quien no quisiera descifrar el misterio contenido dentro de las palabras del hombre que revoluciono el mundo entero, que marco un antes y un después de la historia del mundo, que hizo posible un giro radical en los valores establecidos y que aun hoy en día sigue marcando las pautas del comportamiento para gran parte de la humanidad; tal vez fue un mesías, o un tremendamente ilustre personaje de la historia, quizá simplemente uno de los filósofos más grandes que hayan pisado la tierra, pero sin duda alguna es alguien de quien valdría la pena conocer más y aquí justamente radica el valor del “evangelio según tomas”.

He seleccionado algunos fragmentos para presentarlos en este texto, debo admitir que esta selección se deriva solo de mi inclinación personal, invito al lector a que si al igual que a mi estas palabras le causan fascinación, lean el manuscrito completo. La interpretación de estas “palabras secretas”, tal vez esté ligada estrechamente con los secretos que habitan en cada uno de nosotros, así que me limitare a presentarlas sin incluir mi enfoque personal. Sin más preámbulos, ya sea que este sea un manuscrito gnóstico, canónico o esotérico, he aquí lo más cercano a escuchar las palabras que alguna vez pronuncio Jesús.

“Jesús ha dicho: que aquel que busque no cese de buscar hasta que encuentre, y, cuando encuentre, será turbado y habiendo sido turbado, será maravillado y reinara sobre el todo.”2

“Jesús ha dicho: Si aquellos que os guían os dicen, mirad, el Reino está en el Cielo, entonces los pájaros del Cielo os aventajaran. Si os dicen que está en el mar, entonces los peces os aventajaran. Pero el Reino está en vuestro interior y fuera de vosotros. Cuando os conozcáis, entonces series conocidos y sabréis que sois los hijos del padre que está vivo. Pero si no os conocéis, entonces estaréis en la pobreza y sois la pobreza.”3

“Jesús ha dicho: Me he mantenido en medio del mundo y me he revelado a ellos en la carne. Los encontré a todos ebrios, no encontré a ninguno entre ellos que tuviera sed, y mi alma ha sentido pena por los hijos de los hombres, pues están ciegos en su corazón, y no ven que han venido al mundo estando vacíos; buscan también salir del mundo estando vacios, pero están ahora están ebrios, cuando hayan expulsado su vino, entonces se arrepentirán.”4

“Jesús ha dicho: Si la carne ha sido a causa del espíritu, es una maravilla, pero si espíritu ha sido a causa del cuerpo es una maravilla de maravillas. Pero yo, yo me maravillo de esto: ¿Cómo esta riqueza se ha puesto en esta pobreza?.”5

“Jesús ha dicho: Había una hombre rico que tenía mucho dinero, dijo: empleare mi dinero para sembrar, cosechar y plantar, llenar mis graneros de frutos de manera que no me falte nada. He aquí lo que pensaba en su corazón y aquella misma noche murió. El que tenga oídos, que oiga.”6

“Sus discípulos le dijeron: El reino ¿Qué día vendrá? Jesús ha dicho: No con una espera. No dirá, Ya está aquí, o ya está allí. Sino que el Reino del Padre está extendido sobre toda la tierra y los hombres no lo ven.”7



JULY, PERADEJORDI, (1992), Evangelio Según Tomas, Barcelona, Editorial Obelisco, p. 11.
ibid, p. 19.
ibid, p. 19.
ibid, p. 37.
idem.
ibid, p. 53.
ibid, p. 74.


Bibliografía.
JULY, PERADEJORDI, (1992), Evangelio Según Tomas, Barcelona, Editorial Obelisco.

Theología germánica

Este texto, escrito en el siglo XIV, es de un autor desconocido. Martín Lutero, en 1518, se encarga de una edición del libro y queda entusiasmado proclamándose discípulo suyo. En este texto se encuentra, de un modo más rápido y popular, las doctrinas de Eckhart, Taulero y Suso. A continuación trataremos el fragmento que se encuentra en el libro Los místicos de occidente II.

El texto trata sobre el pecado. ¿Cuál es el verdadero pecado? Más aun ¿Cuál es el llamado pecado original? Y, a partir de eso, ¿Cuál es el comportamiento correcto? Sobre esto ronda la reflexión, sobre en qué consiste el pecado, y la respuesta resulta ser que el pecado vendría a ser el “yo”, el “mío”, el pecado es el egocentrismo, la propiedad. El pecado es la apropiación, la búsqueda de tener algo como “mío”, donde se desea lo cambiante, lo mutable, con lo cual el deseo se encuentra igualmente en una transformación interminable, siempre se está deseando algo, y de esta manera se aleja el hombre del Bien, de aquello eterno e inmutable, se aleja de Dios, cuya voluntad es la única a la cual el hombre debe atender.

Empieza el fragmento diciendo que “cuando la criatura se atribuye algún bien, como la existencia, la vida, la conciencia, el conocimiento y el poder, […] afirmando: yo soy esto o es cosa mía, la criatura se aleja de Dios”[1]. Vemos que el problema es afirmar que se posee algo que consideramos como un bien. Dicho problema cabe aclarar que no es el hecho de poseer el bien, o no poseerlo, sino de atribuírselo, de afirmar que se posee; el problema se presenta como vanidad, como arrogancia, como pretensión de ser algo superior, pero no por querer serlo sino por decir que se es.

De esta manera el diablo, el adversario, esa entidad que tiende a incitar al mal, es como se aleja de Dios pues “¿Qué otra cosa hizo el diablo […] sino que se arrogó ser también él algo y quiso ser algo y pretendió o presumió que algo era suyo o le era debido?”[2]. El diablo, dentro de la tradición judeo-cristiana, era un ángel de Dios, era su creación y su propiedad, pero no conforme con eso busca su individualidad, busca su “yo”, y con ello lo que le pertenece, lo que le es propio.

Este es el mismo problema con el que Adán se topa. El comer la manzana no es el pecado[3], la manzana representa algo, algo prohibido, algo que el mismo Dios le ha prohibido a Adán. El pecado viene con la desobediencia, el desobedecer a Dios, y comer, tomar para sí mismo, el fruto que se le había prohibido, que se le había negado. Lo que hace Adán es “«atribuirse» él el «yo», «mío», «para mí», […] si hubiese comido siete manzanas, pero no hubiese habido un «atribuirse», no habría caído”[4].

Esta manera de actuar no solo nos lleva al pecado, sino que, además, desvirtúa los bienes que se pudieran poseer ya que “cuanto menos se atribuye la criatura el conocimiento, tanto más perfecto se hace éste”[5], pues, el atribuírselo se está vanagloriando, lo cual degrada el bien y le quita perfección. Al atribuirse a sí mismo cualidades, bienes, como si uno las tuviera por sí mismo y no por obra de Dios, se vuelven dichas cualidades menos puras, más imperfectas.

El problema del atribuirse virtudes, el problema del “yo”, del “mío”, en pocas palabras, el problema de la individualidad, se desprende a partir de los dos distintos planos a los que el hombre atiende. Y es que al igual que:

El hombre interior de Cristo estaba, según el ojo derecho del alma, en perfecta participación de la naturaleza divina, en perfecto éxtasis, alegría y paz eterna: pero el hombre exterior, con el ojo izquierdo, en pleno sufrimiento, en toda turbación, miseria y trabajos.[6]

El alma del hombre también tiene dos ojos. Cristo padecía los estragos del ojo izquierdo, pero, no obstante, mantenía su ojo derecho en tranquilidad, esa es la manera de encontrar la paz, atender al ojo derecho, al interior.

Dos son los aspectos del hombre, el interior y el exterior, de a cuál se le dé mayor atención depende la felicidad y el correcto comportamiento del hombre. Y es que de los dos ojos del hombre, el derecho tiene “el don de mirar a la eternidad”, y el izquierdo “de mirar al tiempo y las criaturas”, y para que cada uno haga su trabajo el otro debe permanecer sin ejecutar su obra.

Lo que debe hacer el hombre es abandonarse, dejarse a sí mismo y tomar sólo la voluntad divina, la voluntad de Dios. Aunque en él permanece “un deseo, un estímulo a progresar y a acercarse al Bien divino; el deseo de un conocimiento cada vez más próximo, de un amor más cálido, de una alegría más luminosa, íntegra subordinación y obediencia”[7]. Pero este deseo ya no es propio del hombre, no es un deseo que venga directamente de él sino de Dios, “del mismo Bien eterno”.

Un hombre que se comporte de esta manera vive en una libertad tal que olvida el miedo al castigo, al infierno, e igualmente la esperanza al premio, al paraíso, pues vive de acuerdo con el Bien eterno por puro amor y obediencia. Con lo cual “el hombre en semejante obediencia sería una sola cosa con Dios; más aún: ese hombre sería Dios mismo”[8].

En conclusión, el pecado consiste en “la voluntad personal”, pero no es que en la voluntad se encuentre el pecado, sino en la proveniencia de la voluntad, es decir, de si ejecutamos la voluntad personal, desatendiendo a la voluntad eterna, al Bien eterno. Sencillamente:

“un hombre verdaderamente humilde e iluminado no pide a Dios que le revele sus secretos, ni se pregunta por qué Dios ordena, hace o no hace esto o aquello. Sino que […] solamente desea saber cómo puede aniquilarse y estar sin voluntad, de manera que la voluntad eterna viva y señoree en él sin impedimento de ninguna otra, y en él y por medio de él se cumpla”[9]

BIBLIOGRAFÍA

Zolla, Ellemire, Los místicos de Occidente, vol. II, Paidós, Barcelona, 1997, pp. 292-295.



[1] Zolla, Ellemire, Los místicos de Occidente, vol. II, Paidós, Barcelona, 1997, p. 292.

[2] Ibídem, p. 293.

[3] Cabe señalar que en la Biblia no se menciona que fruto es, sino que se refiere a él como “fruto prohibido”, lo cual le quita identidad y deja libre la importancia del fallo, no atribuyendo el error al objeto, al fruto, sino señalando el error en el hecho de comer y lo que eso signifique.

[4] Óp. Cit., p. 293.

[5] Ídem.

[6] Ídem.

[7] Ibídem, p. 294.

[8] Ídem.

[9] Ibídem, p. 295

sábado, 7 de mayo de 2011

San Buenaventura, una aproximación

San Buenaventura, Juan de Fidanza, nació en Bagnorea en la Toscana Italia en el año de 1221. Se dice que cuando era niño fue curado de una enfermedad cuando su madre pidió por él a san Francisco de Asís, de esta forma Buenaventura era un miembro de la tradición franciscana. Más tarde se fue a Francia para realizar sus estudios de universidad y fue maestro en 1248, sobre el evangelio de san Lucas en Paris. Buenaventura siendo maestro del evangelio, y habiendo concluido sus estudios, no pudo dejar pasar por desapercibido la metafísica aristotélica, que más tarde adoptaría algunas posturas de esta filosofía. Buenaventura tomo “una actitud que no fue simplemente el fruto de la ignorancia, sino que procedió de reflexión y convicción razonadas”[1]. Buenaventura era fiel al espíritu franciscano porque, éste consideraba la unión con Dios como el fin más importante de la vida, sin embargo, Buenaventura creía, que la unión con Dios es difícil si no se conoce bien a Dios, “ o al menos, que tal conocimiento, lejos de construir un impedimento para la unión con Dios debía predisponer al alma a una unión más estrecha”[2] de hecho Buenaventura estudiaba las escrituras y la Teología, que por cierto la primera descripción de esta ciencia definida por Aristóteles era, la ciencia absolutamente primera. De este laso que tenia con las Escrituras y la Teología Buenaventura recomendaba leer la Teología, como conocimiento de Dios, y no como la metafísica de Aristóteles, en la cual no se practicaba la divinidad. Según Buenaventura, Cristo es el medio o el centro de todas las ciencias y por lo tanto le era incorrecto estar de acuerdo con la metafísica de Aristóteles en donde ni siquiera se conocía a Cristo.

Uno de los personajes con los que Buenaventura compartía creencias franciscanas era san Agustín, compartían mutuos pensamientos y los dirigían con la relación del alma con Dios. San Agustín estudiaba al hombre que ésta en relación con Dios, este era para él es, el hombre real y concreto de la historia, del hombre sobre natural, pero se olvido del otro hombre, es decir, de aquel que no estaba en relación con Dios, del hombre natural. Se consideraba que esta concentración de san Agustín en el estudio del hombre sobrenatural, no representa una definición entre hacer filosofía y Teología, a pesar de que por un lado distinguiera lo divino con la razón y la fe. Buenaventura consideraba la Filosofía como una ciencia que podía encontrar la verdad, “pero mantiene que el hombre que se satisface con la filosofía, es un mero filosofo, y cae necesariamente en un error”[3] tanto él, como santo Tomas, rechazaban la Filosofía pagana, es decir no compartían acuerdos con el cristianismo, porque algunos filósofos no reconocían que para poder alcanzar la verdad, filosofan mediante la luz de la fe.

San Buenaventura.- II Existencia de Dios capítulo XXVI

En el capítulo anterior vimos que Buenaventura y san Agustín tenían él mismo interés en la relación del alma con Dios, pues “ese interés consistía en el modo de tratar las pruebas de la existencia de Dios: el santo se preocupaba principalmente por presentar las pruebas como etapas en el ascenso del alma hacia Dios, o, más bien, por tratarlas en formación del ascenso del alma de Dios”[4] este Dios del que habla Buenaventura (claro está que es un Dios al que se le adora y reza) al Dios de misericordia y cristiano.

Buenaventura prueba la existencia de Dios partiendo del mundo sensible, de un mundo donde los seres son finitos, e imperfectos, pero aun con estos argumentos parecen insuficientes para probar la existencia de Dios, es decir Buenaventura no desarrolla sus argumentos sistemáticamente elaborados y las razones no son suficientes, pero aun así Buenaventura confía en la convicción de que la existencia de Dios es por medio del alma y la reflexión en ella, piensa que si existe lo finito, existe lo infinito y si existe lo imperfecto existe lo perfecto. Para Buenaventura la “idea de imperfección presupone la idea de perfección […] sirve simplemente para recordar al alma o llevar a esta a una más clara conciencia de lo que en cierto sentido le es ya evidente y conocido”[5].

Una forma más de explicar la existencia de Dios es, la existencia de las criaturas como la causa a través del efecto, es decir, si existe un ser producido por algo, debe de haber un ser primero, y así habría una causa y un efecto, esto lo compara Buenaventura con el motor inmóvil “como prueba el filósofo, el movimiento tiene como su principio un ser inmóvil, y existe por razón del ser inmóvil, que es su causa final”[6]. Este argumento es muy parecido a los argumentos aristotélicos y hasta platónicos, ya que también consideraba el mundo sensible, éste como el lugar de donde se puede conocer, el conocimiento sensible y el conocimiento obtenido a través de los sentidos.

Copleston plantea que se puede entender más fácilmente la teoría sobre la existencia de Dios si ocupamos ejemplos del mismo Buenaventura, por ejemplo, “que todos los seres humanos tienen el deseo natural de felicidad (appetitus beatitudinis). Pero la felicidad consiste en la posesión del Bien supremo, que es Dios”[7] de esta forma Buenaventura dice que de esta forma el conocimiento de Dios esta naturalmente en nosotros. Buenaventura argumenta que de esta manera existe un conocimiento innato de lo perfecto, del Bien supremo. Si existe lo perfecto existe lo imperfecto y Dios solo puede ser lo perfecto. “El hombre que dice que no hay verdad alguna, se contradice así mismo, puesto que afirma como verdadero que no hay verdad alguna, dice que la luz del alma es la verdad”. Así pues, para Buenaventura, negar la existencia de Dios es contradecirse, y que es por el que existen las verdades necesarias, porque el intelecto no puede aprehender con certeza la verdad sino es guiada por medio de una verdad.

Oscar Barragán Solís



[1] Copleston, Frederick, Historia de la filosofía 2: medieval philosophy de san Agustín a Escoto, Editorial Ariel, S. A, Barcelona, 2000. P. 242.

[2] Ibid, p. 244.

[3] Ibid, p. 247.

[4] Ibid, p. 251.

[5] Ibid, p. 252.

[6] Ibid, p. 253.

[7] Ibid, p. 255