viernes, 10 de junio de 2011

"Historia de mis desventuras" de Pedro Abelardo

Pedro Abelardo nació en el año 1072 en la Bretaña menor y murió el 21 de abril de 1142, dialectico y teólogo, se encuentra con muchas envidias por su capacidad sobresaliente, las cuales terminan por condenarlo y hacerle la vida muy complicada. Se dedica la mayor parte del tiempo a la docencia, pasando por diferentes instituciones, en donde alumnos que tuvieron la oportunidad de escucharlos, y algunos que se enteraron de su fama, lo buscan para seguir tomando instrucción de él. A continuación trataremos su libro autobiográfico para entender mejor su vida y obra.

Abelardo comenta que desde su infancia se vio involucrado con la educación, presentando desde entonces una gran disposición y habilidad para ello, pero además una ligereza de corazón, que le llevara a meterse en cierta situación que termina en tragedia; ambas cosas que le vienen de su estirpe, según palabras del mismo Abelardo. Los estudios que más le fueron atrayendo son los correspondientes a la dialéctica, y para cuando tuvo edad suficiente se dedicó “a recorrer disputando todas las provincias en que se cultivaba esta arte, [convirtiéndose] de esta manera en imitador de los peripatéticos” [1].

Llega a París para tomar clase con Guillermo de Champeaux, quien en ese entonces era famoso y sobresaliente en su magisterio, teniendo problemas con él a partir de que le refuta una de sus tesis y de que se debate con él continuamente, mostrándose superior. Además de que sus alumnos más sobresalientes le guardan rencor. Buscando después abrir su propia escuela, lo que logra a pesar de su maestro busca por cualquier medio impedirlo.

Poco después Abelardo cae en una enfermedad por los excesos de estudio, lo que le obliga a regresarse a su tierra natal, abandonando por un tiempo París, mientras su maestro toma el hábito de clérigo, con lo cual lo nombran obispo de Chalons sur Marne, aunque continuo con la educación de temas filosóficos. Cuando Abelardo se recupera vuelve con su maestro para el arte de la retórica, con lo cual vuelven los problemas pues le refuta al maestro su tesis sobre la comunidad de los universales, la cual cambia pero igualmente se la refuta. Esto le causo mayor fama y más alumnos lo buscaron para tomar clase con él.

Tiempo después va a tomar clase con Anselmo de Laón, quien no le causa una buena impresión, pues dice “poseía a las mil maravillas el don de las palabras. Pero este don se tornaba despreciable por la falta de contenido y por ausencia de razonamiento” [2]. Por esta razón se fue alejando de sus clases, lo cual le hiso ganarse el enojo del maestro y de sus mejores alumnos. Una vez le preguntan qué piensa del estudio de las Escrituras, a lo que él contesta que es bueno pero que le “admiraba mucho que a los ya versados, para entender, no les bastasen los escritos sagrados y las glosas, sino otro magisterio” [3]. Por esto le invitan a discurrir sobre un pasaje, lo cual hace y gusta bastante, por lo cual gana fama de hacerlo bien.

Por su incursión, favorable, en la teología, su maestro le guarda una gran envidia, y no sólo él, también sus alumnos Alberico de Reims y Lotulfo Lombrado. Por intervención de los alumnos, su maestro le termina prohibiendo que siga con tales instrucciones, lo que enfurece a los alumnos de Abelardo y le hace ganarse mayor fama. Ya con tanto éxito, tanto en la dialéctica como en la teología, la soberbia y la lujuria se presentan fuertemente en Abelardo, a lo cual dice que “la gracia divina me aportó, bien que contra mi voluntad, el remedio de ambas enfermedades. Primero me curó de la lujuria y después de la soberbia” [4].

Por su dedicación a los estudios nunca tuvo acercamiento con mujeres nobles, y nunca le gustaron las prostitutas, por lo cual los temas amorosos no entraban en sus preocupaciones. Pero la fama de una jovencita llamada Eloísa, la cual estaba un tanto instruida por que su tío se lo había procurado, llega a oídos de Abelardo. “Ella, que no estaba mal físicamente, era maravillosa por los conocimientos que poseía [y], vistas todas las circunstancias que excitan a los amantes, fue a ésta a la que [pensó le] sería más fácil enamorar” [5].

Abelardo se acerca al tío pidiendo le dé posada, que le dejara vivir en un lugar que le rentara, argumentando que los cuidados domésticos le causaban fastidio y le quitaban tiempo. El tío acepta por el buen dinero que Abelardo poseía y por su eminencia que ya tenía en el mundo intelectual de su época, pensando que le seria de mucho bien una instrucción como esa a su sobrina. Pero las sesiones que debían ser de estudio de las letras se vuelven sesiones de estudio del amor.


“Una vez que los libros se abrían, muchas más palabras de amor que del tema del estudio se proferían. Más abundantes salían los besos que las sentencias. Muchas más veces las manos se escurrían a los senos que a los libros. […] Y a veces, el amor que no el rigor, propinaba azotes, y entonces lo hacía con cariño, no con ira, para que supieran más suaves que todos los ungüentos. […] Ningún grado de amor fue omitido por los ardientes amantes. Y si algo desacostumbrado el amor inventaba, ése también fue añadido. Y como éramos novatos en estos goces insistíamos con ardor en ellos, sin que nos aburriesen” [6].

Por este motivo Abelardo empezó a dedicar menos tiempo y ponerle menos entusiasmo a los estudios. Poco después el tío se entera y Abelardo, para solucionar los problemas generados, propone matrimonio a Eloísa, a lo cual la jovencita se niega pues afectaría a su fama de hombre de letras dedicado a los estudios, pero de todos modos se casan en secreto. Pero el tío y la familia, en el enojo, hacen público el matrimonio, por lo que Abelardo decide que Eloísa se esconda en un convento y él en un monasterio.

Ya cada quien en su respectivo escondite, sucede una tragedia que según Abelardo es una bendición. Una noche que Abelardo se encuentra dormido, los monjes del monasterio, lo castran a él y a sus criados, a los cuales también les sacan los ojos. Eloísa toma los hábitos, e igualmente Abelardo se encierra en otro monasterio. Termina un libro de teología por el que sería acusado por aquellos que en el pasado le habían guardado envidias.

Los antiguos compañeros de escuela, Alberico y Latulfo, se habían vuelto los dirigentes de la Escuela de Reims, y ponían en su contra a influyentes clérigos para que le hicieran un conciliábulo en donde llevara su libro de teología, el cual trataba asuntos sobre la Trinidad. Habían difamado a Abelardo en todo el pueblo en donde se realizaría tal concilio, pero al leer la obra y cuestionarlo nadie encontró mayor problema, y se empezó a pensar que los culpable serían los acusadores, pero su libro se terminó quemando.

Con esto termina su autobiografía, con la salvación divina a su lujuria, la castración que sufrió, y la salvación divina a su soberbia, la quema de su mayor obra. Abelardo fue un gran personaje en su tiempo, e incluso después; en su tumba escribieron los que le dieron sepultura, “el único para el que se mostró evidente cuanto era cognoscible”.

[1] Pedro Abelardo, Historia de mis desventuras, [Trad. de José María Cigüela], Centro Editor de América Latina S.A., Buenos Aires, 1983, p. 12.

[2] Ibídem, p. 18.

[3] Ibídem, p. 19.

[4] Ibídem, p. 23.

[5] Ibídem, p. 24.

[6] Ibídem, pp. 26-27.

BIBLIOGRAFIA

-Pedro Abelardo, Historia de mis desventuras, [Trad. de José María Cigüela], Centro Editor de América Latina S.A., Buenos Aires, 1983, 93 pp.

martes, 7 de junio de 2011

Los primeros reinos bárbaros de la Europa mediterránea

Los vándalos en África

En África, el reino vándalo fue un estado guerrero, este reino mantuvo un fuerte ejército dispersado por todo el país, el estado guerrero separo a los aristócratas romanos a los cuales les quitaron sus tierras y se fueron a Sicilia y Roma.

Christian Courtois, escribió en uno de sus textos sobre las migraciones germánicas, que las destrucciones que hubo en realidad no fueron tan grandes como se dice y que eventualmente vendría el hundimiento del reino vándalo. Sin embargo, investigaciones más recientes por arqueólogos reportan destrucciones más grandes en Cartago cerca del año 439.

El rey de los vándalos y alanos se llamaba Genserico, quien fue uno de los principales reyes que influyeron en las destrucciones, golpeo fuertemente al Mediterráneo romano, destruyo los medios de comunicación y robo los cargamentos de trigo. Sus soldados invadieron las costas de Grecia y saquearon a Roma en 455. Así el rey Genserico rápidamente se apoderaba de las islas y de parte de Sicilia, hasta formar un imperio del mar o también llamado imperio del trigo. De esta forma los vándalos se apoderaron de los cereales y de las islas de Roma.

Los ostrogodos en Italia

Los ostrogodos eran un pueblo germánico que estuvo en algún tiempo sometido a los Hunos por el año de 375 hasta el año de 453 y se establecieron como un pueblo de Roma. En el 476, Rómulo Augusto el emperador todavía era un niño, y Odoacro era jefe de una tribu de bárbaros, los Hérulos o Esquiros. Este jefe era reconocido como Patricio por el emperador Zenón de Constantinopla. Al igual pasó a ser jefe del ejército de un reino bárbaro que estaba en Italia cerca de la capital de Milán.

Por el 489, el jefe de los ostrogodos era Teodorico, que con su ejército derroto a Odoacro. Teodorico le engaño a Odoacro al ponerle la repartición del poder y después lo asesino en el 493.

Eventualmente el gobierno de Teodorico adquirió la sabiduría de Odoacro y mantuvo un buen equilibrio imperial romano.

Los visigodos en España

En el 410 los visigodos ya habían saqueado Roma. “Más tarde, por el Foedus de 418, se establecieron en Aquitania”[1] Francia, porque los romanos ya estaban respaldados por el Foedus, que era un tratado que disponía de una alianza entre Roma y la liga latina, para defensa mutua contra sus saqueadores.

El segundo reino de los visigodos estaba en España, primero eran dirigidos por Ravena que después se haría independiente y llagaría a ser uno de los reinos con más poder de todos los reinos bárbaros en Occidente.

Sin embargo, a pesar de que los visigodos en algún momento gozaron de una tranquilidad, también tuvieron que enfrentarse luchando contra los bárbaros, que también se instalaron en “(Galicia, Lusitania, Bética occidental. Los visigodos se enfrentaron también a la resistencia de los pueblos insumisos, especialmente los Vascos”[2].



[1] Jacques, Heers, Historia de la Edad Media, Editorial Labor, Barcelona, 1991.

[2] Vid.

lunes, 6 de junio de 2011

El Maestro Eckhart, La vida y obra

El Maestro Eckhart nació en el año de 1260 en una familia Turingia de Hochheim (Hohenleim) cerca de Gotha. Nada se sabe de su adolescencia, ni en que parte desarrollo sus primeros estudios, ni tampoco se sabe cuando formo parte de los religiosos dominicos. Eckhart fue prior en un convento, es decir, formo parte de los superiores en el convento Dominico de Erfurt. En el 1294 a 1298, Eckhart, redacta su primera “obra en la lengua vulgar: las conversaciones espirituales (Die rede der unter scheidunge)”[1], y en el 1302 obtuvo doctorado en teología en la universidad de París.

El en 1313 Eckhart se va de París a Estrasburgo, por órdenes del general, “Béranger de Landora, para ocupar las funciones de vicario general, especialmente encargado de la dirección espiritual de las moniales (cura monialium). Permanecería en Estranburgo hasta 1323-1324”[2].

Más tarde, entre agosto de 1325 y enero de 1326, en el libro consuelo divino, que fue la obra principal de Eckhart, se ponen en cuestión algunas obras. Este era un tratado, el inicio era Resquisitus. En este último año, Enrique de Virneburgo se pone en contra del Maestro Eckhart y comienza un proceso inquisitorial, contra sus escritos según él, en contra de la fe. En ese mismo en ese lapso, ya se habían quemado y ahogado a muchos begardos y beguinas, estos primeros eran religiosos, pero también eran considerados como herejes y las beguinas eran mujeres cristianas, que tenían una gran capacidad intelectual. Esta inquisición es considerada como la primera que se ordena contra un maestro prestigioso. En 1327 Eckhart apela al papa y protesta de su inocencia a la iglesia de dominicos de Colonia, en la primavera de ese mismo año Eckhart se va de Colonia para presentar su caso al papa Juan XXII. En Aviñón se concede una audiencia al Maestro Eckhart y se resume el expediente inquisitorial “de veintiocho proposiciones, traducidas al latín y aisladas de su contexto, (votum avenionense). Señal de que la ortodoxia personal del Maestro no está ya en cuestión, se examinan esos enunciados prout sonat. Algo más tarde, el cardenal Jacques Fournier redacta a su vez una opinión (hoy perdida)”[3].

El Maestro Eckhart murió en el 1328, sin conocer la decisión del papa. La sanción fue en marzo de 1329. “La bula In agro dominico condena diecisiete artículos y pone en guardia contra los once restantes”[4]. La condena trata de evitar las di funciones de las ideas de Eckhart con la gente. “La predica eckhartiana se reanudara en el mismo lugar donde floreció: gracias a Suso, a Tauler y a los amigos de Dios”[5]. Suso y Tauler fueron sus discípulos inmediatos con los cuales practicaba la teología práctica.

La obra espiritual

La obra espiritual del Maestro Eckhart, se compone de tratados y sermones, a la que se le puede sumar el poema, El grano de mostaza.

Resumiré las obras con sus ideas principales.

Las instrucciones espirituales

Conversaciones sobre el discernimiento o discursos decisivos, son obras literarias de las conferencias espirituales, las collationes. En esta obra se manifiestan sus pensamientos generales de Eckhart y las conversaciones que mantenía con los hijos espirituales en las discusiones nocturnas, se supone que fue entre 1294 y 1298.

El libro del consuelo divino. Daz bioch der gütlichen troestunge (Bgt), este libro lo destino a la reina Inés de Hungría en 1281- 1364. Se supone que se escribió entre 1308 y en 1311, sin embargo “según K. Ruh, se escribió entre 1313 y 1318”[6]. Este texto se divide en tres partes, la primera trata de teorías sobre la teología de la gracia,la segunda de la renovación y por último de la justificación.

El sermón sobre el hombre noble. “El punto de partida de este sermón es Lucas 19,12: Un hombre noble se marcho a una país lejano para ganar allí un reino y regresar luego”[7].

Los sermones alemanes. De los ciento sesenta sermones, solo se reconocen noventa y dos hasta su muerte del Maestro Ekchart, los restantes aun se desconocen, y están en espera de una clasificación.

El tratado del desprendimiento. En este texto, su objetivo es el enseñar “la más alta y mejor virtud para que el hombre pueda […] por gracia en lo que Dios es por naturaleza”[8].

Los dichos. Estos dichos son traducciones alemanas escolásticas, representadas por Anónimos llamados de Altenberg.

La doctrina de Eckhart.

La doctrina de Eckhar está orientada “a la orden dominica a favor del conocimiento”[9].

Humildad y pobreza de espíritu. Estas escrituras se centran “en la tesis teológica, según Dios se hizo hombre para que el hombre se haga Dios”[10]

La estructura y función de la humildad. En este texto la idea de Eckhart es que el hombre humilde o desprendido manda a Dios, también trata de “la relación de la naturaleza de Dios y de su relación con lo creado”[11].

En el desprendimiento. Para Eckhart el desprendimiento es una vivencia en la vida divina, que permite conocer a Dios en si mismo.

Y por último el abandono. “el abandono de todo lo que el sentido puede comprender y todo lo que se puede decir, y todo lo que se puede oír, y todo lo que el color permite ver entonces todo se ha abandonado”[12].



[1] Alain de Libera, "Eckhart, Suso, Tauler, y la divinización del hombre", Editorial José J. de Olañeta, España, 1999, p. 26.

[2] Ibid, p. 27.

[3] Ibid, p. 30.

[4] Idem

[5] Idem

[6] Ibid, p. 31.

[7] Ibid, p.32.

[8] Idem

[9] Ibid, p. 36.

[10] Ibid, p. 37.

[11] Ibid, p. 38.

[12] Ibid, p.40.

Enrique Suso. Un acercamiento

Enrique Suso. Un acercamiento

Heinrich von Berg o conocido como Suso, nació entre el año 1295 o el 1297, en Constanza o sus alrededores un día 21 de marzo. Se dice que un día cualquiera decidió ponerse el nombre de su madre que fuera soltera: “Sus ó Sús- en latín Suso (en alemán moderno: Seuese)[1] . A los trece años entro a la orden de los predicadores, estudió en el “Studium generale de Colonia de 1323/1324 a 1327”[2] donde se convirtió en discípulo del Maestro Eckhart. Ya antes había recorrido el itinerario dominico estudiando: lógica y filosofía de la naturaleza. A lo largo de veinte años se dice que solo se dedico a la lectura, ya que entonces se encontraba un proceso inquisitorial contra el Maestro Eckhart, y a Suso se le había dictado una acusación de herejía influenciada por Eckhart. Suso fue llevado a juicio cuando se le acuso de que hacía libros donde expresaba una falsa doctrina e influenciaba al país con su herejía.

“A fines de 1338 (o comienzo de 1339), en plena querella entre el emperador Luis de Baviera y el papado de Aviñón, Suso abandona Constanza”[3]. De regreso en Constanza el 1347, tuvo que afrontar una prueba personal donde una mujer de la que él se había hecho cargo lo acusa de haberle hecho un hijo, penalizado y catalogado como una herejía. Sin embargo ya por el 1354 quedará disculpado en el capítulo provincial de Constanza, pero aun siendo disculpado tuvo que alejarse a “Uml y muere el 25 de enero de 1366, es enterrado en la iglesia de los predicadores. El 16 de abril de 1831 es beatificado por el papa Gregorio XVI”[4].

La obra de Suso es en forma de “una edición compilada hacia 1362/1363, por el propio Suso”[5], llamada ejemplar que comprende: la autobiografía, el libro o el pequeño libro de la sabiduría eterna, el pequeño libro de las cartas, “11 cartas de las 28 que fueron reunidas por Elsbet Stagen”[6] una joven del convento de Töss cerca de Winterthur, en una obra publicada por separado: el gran libro de las cartas. A parte de esas obras tiene obras autónomas que son: Horologium Sapientiae, los Sermones y el Libro del amor, que al parecer de este último se discute su autenticidad.

Se dice que Suso guardó su “Exemplar encerrado en secreto durante largos años”[7] y después se decide a editar personalmente “para que existiera un ejemplar correcto del modo como le había sido originalmente inspirado por Dios”[8].

La doctrina de Suso se puede entender en el esquema literario de la vida (o el libro que se llama Suso) que es aquí donde se relata su vida, se trata de pasar de la diferencia al parecido, como dice Suso “todas las imágenes y todas las palabras con imágenes están igualmente alejadas de la verdad sin imagen, y son tan diferentes como una negra marisma del esplendor del sol”[9], se refiere a que “<>”[10].

Sin embargo entre las doctrinas de Eckhart y Suso hay una diferencia, entre sus paradigmas, es decir su modelo a seguir de Eckhart es la superación de las imágenes y el desprendimiento, la pobreza del espíritu son la vía para el abandono. En cambio en Suso, lo es el sufrimiento adoptado como una abnegación de la voluntad propia. Así sus significados cambian en Eckhart es el abandono de todo, en que el sentido propio puede comprender, decir, oír y ver. En Suso es la pasión de Cristo en la cruz, “la Pasión, que es el único <>”[11]



[1] Alain de Libera, “Eckhart, Suso, Tauler, y la divinización del hombre”, Editorial José J. Olañeta, España, 1999, p. 46.

[2] Idem

[3] Ibid. P. 47.

[4] Idem.

[5] Ibid. P.48

[6] Idem.

[7] Ibid. P.49.

[8] Ibid. P.50.

[9] Ibid. P.56.

[10] Idem.

[11] Ibid.p.57

sábado, 4 de junio de 2011

Las plantas en la brujería medieval.


Las plantas en la brujería medieval es un libro escrito por J. Ramón Gómez Fernández, en el pretende desmitificar la figura de las brujas medievales haciendo uso de la ciencia, el autor cita una frase de Jorge Luis Borges que es el perfecto preámbulo que muestra sentido a la investigación:

“Los hechos históricos están ocultos en la leyenda, que no es una invención arbitraria sino una deformación o magnificación de la realidad”


Desde sus inicios la humanidad ha tenido una estrecha relación con el mundo vegetal, para alimentarse, vestirse, sanarse, envenenar, o alterar sus estados mentales, estas plantas poseedoras de propiedades “mágicas”, comúnmente fueron consideradas sagradas por diversas culturas y acerca de ellas se construyeron numerosos mitos y leyendas. Uno de los más importantes surgió entre los siglos XV al XVII: la brujería, acto por el cual fueron condenadas en Europa 500,000 personas entre estos dos siglos (una sexta parte de la población total.

Estudios recientes demostraron que algunos de los vegetales utilizados en las pociones “mágicas” del Medievo, poseen importantes propiedades alucinógenas, como la belladona, mandrágora, tabaco, y beleño, se tiene la idea de que estas hierbas eran misteriosas, escasas y de difícil recolección, pero en realidad no es así, estas son plantas comunes y abundantes en suelos nitrogenados, propios de lugares donde existe materia en descomposición, como basureros, cementerios o a las orillas de los ríos y lagos, y preferentemente las plantas debían ser recolectadas al caer el sol puesto que sus propiedades son potencializadas por él, por lo que el atardecer era el mejor momento para su recolección, además de que la obscuridad proveía resguardo al recolector para no ser visto por la comunidad, sin embargo este hecho también contribuyó a conformar la figura siniestra de las brujas.

Existían tres formas de preparados herbales, los ungüentos, de uso externo combinando las plantas pulverizadas con grasas sólidas y untándolos en las piel para la absorción o inhalación de los activos de la fórmula.

Por fumigación, que consistía en inducir la aspiración de los vapores generados al quemar los vegetales.

La infusión que es básicamente preparar un té y se utilizaba con plantas que cambian sus principios activos mediante el procedimiento.

Y la pócima o filtro, que consiste en extraer las propiedades de la, o las plantas, y después beber el extracto.

Sin duda alguna a través de cualquiera de estos medios las plantas eran capaces producir fuertes efectos psicotrópicos. Y es aquí de donde se desprende el segundo hecho que contribuye a la conformación de la figura de la bruja, ellas confesaban practicar la brujería, tener pactos con el diablo, convertirse en cualquier animal poseer la capacidad de volar, las recolectoras de plantas acusadas de brujería lo confesaban creyendo que esto era una realidad y existen numerosos documentos de testigos que contaron ver a las brujas untarse sus ungüentos y caer al piso a causa del efecto de los mismos y cómo al despertar la bruja aseguraba haber cometido un sinfín de hazañas cuando la realidad era que sólo había permanecido bajo el influjo de una droga, los inquisidores de la época se valían además de la tortura, de medios como poner en la boca de la acusada hojas de San Juan que les provocaba alucinaciones y el habla continua. Y claro algunas otras confesaban lo que fuera con tal de evitar la tortura. En relación con todo esto, aparece otra peculiar figura “los alquimistas”, al igual que en otros periodos de la historia, la misma actividad podía ser tolerada e incluso admirada en el género masculino, mientras que era motivo suficiente para causar la muerte en el género femenino, dependiendo de esta eventualidad una persona podría ser llamada alquimista o bruja con todas las connotaciones que implicaba pertenecer a una u otra clasificación. Algunos escritos y narraciones de la época apuntan a una teoría interesante: los alquimistas ensañaban a algunas mujeres las propiedades y usos de plantas toxicas y alucinógenas, en lugares alejados y en medio de la noche, utilizaban disfraces como pieles de animales y máscaras todo esto para no ser descubiertos o reconocidos, muchas veces perdidos en el influjo de las propiedades de las plantas sostenían relaciones sexuales con sus discípulas (claro sin quitarse el disfraz) toda esta situación, muy probablemente era revelada por la brujas, en el momento de la confesión, donde manifestaban frases como “El diablo, con cabeza de carnero, me enseño las propiedades de las plantas y después me poseyó”.

Dado los constantes “eventos de brujería”, tanto la gente como los inquisidores optaron por enfrentarse a estos personajes a veces utilizando sus mismas armas, empleado algunas plantas para alejar los malos espíritus y otras directamente en contra de las brujas por sus propiedades tóxicas, obligándolas a beber sustancias como la infusión de la retama, si enfermaban o morían se retiraba la acusación, pero si no eran condenadas a la hoguera, utilizando los efectos alucinógenos de las plantas para obligarlas a confesar, por ejemplo e utilizaba poner en la boca de la bruja maceradas la hierba se San Juan(hiperycum perforatum) conocida en la edad media como “fuga daemonum” pues sacaba los demonios del cuerpo de la hechicera y la obligaba a declarase culpable.

Lo que este estudio arroja como conclusión es que las brujas no eran personas desequilibradas ni mágicas poseedoras de escobas voladoras, eran expertas recolectoras y botánicas grandes conocedoras de las plantas y sus principios activos, no eran personas trastornadas sino poseedoras de una sabiduría popular completamente incomprendida en su época, además también utilizaban ingredientes poco convencionales como la piel de sapo, pero no por completar u maleficio sino porque sabían que ésta contiene lo que ahora llamamos bufoteina, que es una sustancia con efectos similares al LCD, con respecto a las frases, rezos y cantos que acompañaban el ritual de preparación y aplicación de las sustancias, el autor los atribuye a un refuerzo psicológico para que la bruja confiara en la efectividad de la preparación con la que creía integrar, un factor más que potencializaba las propiedades de la poción.

Mi propia conclusión:

Este es un libro muy interesante, con un rigor científico pretende desmitificar cada uno de los aspectos que integran el retrato de las brujas que prevalece aun hoy en día, dando a cada uno de los aspectos una explicación racional, contiene tablas de usos y toxicidad para de las plantas más importantes utilizadas por estos personajes, relatos, datos históricos, y una amplia recopilación de fragmentos escritos realizados por diversos personajes de la época.
Sin embargo me parece que lo primero que es necesario que es necesario decir primero que debe decirse con respecto a las brujas es que no se puede generalizar, hubo gente completamente inocente que fue torturada y asesinada cruelmente, hubo también expertas en recolección, uso y manejo de las plantas tanto con nobles como con perversas intenciones, hubo unas tantas que creyeron ser poderosas hechiceras con pactos demoniacos pero solo fueron víctimas de un engaño de su propia mente, sometida a los influjos de ciertas plantas, pero hay un aspecto que no se considera dentro del libro, tal vez precisamente porque pretende reivindicar a las bujas, y este es que debe haber habido también dentro de ellas algunas mujeres trastornadas, que llevaban los engaños de su mente a su vida diaria, que llegaron a realizar actos crueles y reprobables, dañadas por estar expuestas constantemente a los efectos de sus pociones y el rencor por ser cazadas y exterminadas, el rencor hacia esa sociedad que era incapaz de comprenderlas y mucho menos de valorarlas.

Bibliografía.
J.RAMÓN, GÓMEZ, FERNÁNDEZ, (1999), Las plantas en la brujería medieval, Madrid, Celeste Ediciones.

viernes, 3 de junio de 2011

De “El nacimiento eterno” del maestro Eckhart

Comienza el texto diciendo que “si en Dios hay algo que quieras llamar «ser», dicho ser se debe entender como conocer” [1], es decir, que la esencia de Dios es conocer. Además como “el principio no es nunca lo principiado” [2], es decir, que la causa y la consecuencia son cosas distintas y no la misma cosa, “Dios, siendo principio del ser o del ente, no es ente ni es el ser de la criatura” [3], es decir, que Dios no es un ente, y no se le puede considerar como tal, y tampoco sería la esencia de la criatura.

Por lo tanto, “en Dios no está el ser, sino la pureza del ser” [4], es decir, en Dios no se encuentra el ser, dado que no es el ser de las criaturas, pues ser es una cualidad de las cosas, los entes, y Dios no es un ente; sino que en él se encuentra la realización de ser, él es, pues “el Señor, queriendo manifestar que la pureza del ser está en él, dijo: «Yo soy el que soy» (Ex 3, 14)” [5].

“La piedra en potencia no es piedra, ni la piedra en su causa es piedra” [6], por lo cual, en Dios, que es “la causa universal del ente”, no hay algo que tenga valor de ente, puesto que “el ente en su causa no es ente” [7]. Lo que se encuentra en Dios es conocimiento y entendimiento, y aquí se encuentran todas las cosas pues “en el acto de conocimiento están virtual-mente contenidas todas las cosas como en la causa suprema de todas ellas” [8].

Dios es uno solo, un solo Dios, es decir, Dios es uno; “ese «uno» es negación de la negación, y por eso pertenece sólo al ser primero y perfecto, cual es Dios, del que nada se puede negar por el hecho de que posee de antemano e incluye todo el ser” [9], es decir, que Dios es una unidad en la cual se encuentra todo, y como la negación es ausencia, nada se puede negar de él ya que lo posee todo, con lo cual sería la negación de la negación, la ausencia de la ausencia.

Así como Dios es uno, igualmente uno sólo es el tiempo de Dios, dicho tiempo es el ahora. “Éste contiene en sí todo el tiempo” [10], es el tiempo en que Dios creó el mundo, y el momento en que se lee este texto y el último momento se encuentran igual de próximos al ahora.

Dios es indivisible, opera en sí mismo en la eternidad, no necesita ayuda ni instrumentos, subsiste en sí mismo, no tiene necesidad pero todas las cosas tienen necesidad y tienden a él como su último fin. “Dicho fin no tiene ninguna determinación, escapa a toda delimitación y se pierde en el infinito” [11]. Además Dios no es bondad puesto que la bondad se predica del ser, y al no haber ser tampoco podría haber bondad, y como Dios no es ente ni ser no se podría decir de Dios que es bondadoso o bueno o misericordioso puesto que esas son cualidades que se predican de los entes.

Pero Dios dice que “nadie es bueno, sino sólo Dios (Me 10, 18)” [12], y sí, lo dice, pero se llama bueno a lo que es útil y se da en abundancia a los demás, a lo que es común, “por eso un maestro pagano dice que un solitario no es ni bueno ni malo, porque no se prodiga por los demás ni se hace útil” [13]. “Pero Dios es lo que más se participa. Ningún ser forma parte del suyo, porque todas las criaturas en sí mismas son nada” [14]. Todos los entes necesitan de Dios, aunque no formen parte de él, del que es por sí mismo, porque los entes en sí mismos son nada, porque su ser depende de otro, por eso Dios se da a sí mismo.

[1] Zolla, Ellemire, Los místicos de Occidente, vol. II, Paidós, Barcelona, 1997, p. 309.

[2] Ídem.

[3] Ídem.

[4] Ídem.

[5] Ídem.

[6] Ídem.

[7] Ídem.

[8] Ídem.

[9] Ibídem, p. 310.

[10] Ídem.

[11] Ídem.

[12] Ídem.

[13] Ídem.

[14] Ídem.

BIBLIOGRAFÍA

-Zolla, Ellemire, Los místicos de Occidente, vol. II, Paidós, Barcelona, 1997, pp. 309-315.

jueves, 2 de junio de 2011

Guillermo de Ockham: Distinciones sobre el uso de la filosofía y la teología.

Guillermo de Ockham nació hacia el año 1280 en el pueblo de Ockham, cerca de Londres. Se ha dicho que es la última gran figura de la escolástica y al mismo tiempo la primera figura de la modernidad. Escribió varios libros como Opus nonaginta dierum; Tractatus contra Benedictus XII; Exposición sobre los libros de Física de Aristóteles; Expositio Aura. Aunque su obra fundamental es el Comentario a las sentencias. A continuación se presentan algunas de sus ideas respecto a la filosofía y la teología.

Ockham era filósofo y teólogo, pero siempre se cuidaba de no confundir ni mezclar ambos campos, que consideraba totalmente distintos. Él no estaba de acuerdo con la relación entre filosofía y teología, o entre fe y razón. Un ejemplo es lo que significaba para la razón y la filosofía el afrontar el problema de las verdades reveladas. Para él, si algunas verdades reveladas se pudieran adquirir racionalmente, su revelación sería inútil. Si se han dado estas revelaciones de verdades por parte de Dios, es porque el hombre no puede lograrlas por sí sólo. Si el hombre hubiera sido creado en condiciones de encontrar una verdad por sí mismo, sería inútil que se la ofreciera por otro camino. Pero no por esto deben ser aceptadas como verdades demostrables. Un teólogo puede presentar todas las proposiciones que quiera como objetos de fe, dado que se fundan en una revelación, pero no puede admitirse que dichas proposiciones se transformen en verdades demostrables. Se debe tener claro que los campos de la filosofía y teología son distintos. Por eso es que el filósofo no debe apoyarse en la teología para sus demostraciones racionales. Del mismo modo, el teólogo hará bien en prescindir de la ayuda de la metafísica y antes bien, considerarla como algo pernicioso.

La separación entre teología y filosofía no significa que desertara de dar razón filosóficamente de Dios. Su postura es la siguiente: “no se puede saber con evidencia que Dios existe”[1]. Y aunque atacó todas las pruebas clásicas de la existencia de Dios, no negó que se pudiera dar un argumento probable de su existencia. Lo que si negaba rotundamente era la posibilidad de demostrar filosóficamente la existencia de Dios, como ser absolutamente supremo y el primero en la jerarquía de las primacías de la causa eficiente, eminente, final, motriz y teleológica. Respecto a la potencia de Dios, decía que es ilimitada en cuanto que puede hacer todo aquello que es posible. Pero la potencia absoluta sólo “puede hacer todo aquello que no implica contradicción”[2] Sólo es imposible para Dios, hacer aquello que implica contradicción. Esta afirmación es igualmente imposible de demostrar desde un punto de vista filosófico, ya que es una verdad que nos llega por revelación. Ockham no niega la utilidad de la filosofía o la teología, sino que establece en que casos y hasta donde es lícito hacer uso de sus argumentos.

Bibliografía

Ockham, Guillermo de, en Merino, José Antonio, Historia de la filosofía medieval, BAC, Madrid, 2001, p. 300-309.



[1] Ockham, Guillermo de, en Merino, José Antonio, Historia de la filosofía medieval, BAC, Madrid, 2001, p. 306.

[2] Ibid, p.307.