Comienza el texto diciendo que “si en Dios hay algo que quieras llamar «ser», dicho ser se debe entender como conocer” [1], es decir, que la esencia de Dios es conocer. Además como “el principio no es nunca lo principiado” [2], es decir, que la causa y la consecuencia son cosas distintas y no la misma cosa, “Dios, siendo principio del ser o del ente, no es ente ni es el ser de la criatura” [3], es decir, que Dios no es un ente, y no se le puede considerar como tal, y tampoco sería la esencia de la criatura.
Por lo tanto, “en Dios no está el ser, sino la pureza del ser” [4], es decir, en Dios no se encuentra el ser, dado que no es el ser de las criaturas, pues ser es una cualidad de las cosas, los entes, y Dios no es un ente; sino que en él se encuentra la realización de ser, él es, pues “el Señor, queriendo manifestar que la pureza del ser está en él, dijo: «Yo soy el que soy» (Ex 3, 14)” [5].
“La piedra en potencia no es piedra, ni la piedra en su causa es piedra” [6], por lo cual, en Dios, que es “la causa universal del ente”, no hay algo que tenga valor de ente, puesto que “el ente en su causa no es ente” [7]. Lo que se encuentra en Dios es conocimiento y entendimiento, y aquí se encuentran todas las cosas pues “en el acto de conocimiento están virtual-mente contenidas todas las cosas como en la causa suprema de todas ellas” [8].
Dios es uno solo, un solo Dios, es decir, Dios es uno; “ese «uno» es negación de la negación, y por eso pertenece sólo al ser primero y perfecto, cual es Dios, del que nada se puede negar por el hecho de que posee de antemano e incluye todo el ser” [9], es decir, que Dios es una unidad en la cual se encuentra todo, y como la negación es ausencia, nada se puede negar de él ya que lo posee todo, con lo cual sería la negación de la negación, la ausencia de la ausencia.
Así como Dios es uno, igualmente uno sólo es el tiempo de Dios, dicho tiempo es el ahora. “Éste contiene en sí todo el tiempo” [10], es el tiempo en que Dios creó el mundo, y el momento en que se lee este texto y el último momento se encuentran igual de próximos al ahora.
Dios es indivisible, opera en sí mismo en la eternidad, no necesita ayuda ni instrumentos, subsiste en sí mismo, no tiene necesidad pero todas las cosas tienen necesidad y tienden a él como su último fin. “Dicho fin no tiene ninguna determinación, escapa a toda delimitación y se pierde en el infinito” [11]. Además Dios no es bondad puesto que la bondad se predica del ser, y al no haber ser tampoco podría haber bondad, y como Dios no es ente ni ser no se podría decir de Dios que es bondadoso o bueno o misericordioso puesto que esas son cualidades que se predican de los entes.
Pero Dios dice que “nadie es bueno, sino sólo Dios (Me 10, 18)” [12], y sí, lo dice, pero se llama bueno a lo que es útil y se da en abundancia a los demás, a lo que es común, “por eso un maestro pagano dice que un solitario no es ni bueno ni malo, porque no se prodiga por los demás ni se hace útil” [13]. “Pero Dios es lo que más se participa. Ningún ser forma parte del suyo, porque todas las criaturas en sí mismas son nada” [14]. Todos los entes necesitan de Dios, aunque no formen parte de él, del que es por sí mismo, porque los entes en sí mismos son nada, porque su ser depende de otro, por eso Dios se da a sí mismo.
[1] Zolla, Ellemire, Los místicos de Occidente, vol. II, Paidós, Barcelona, 1997, p. 309.
[2] Ídem.
[3] Ídem.
[4] Ídem.
[5] Ídem.
[6] Ídem.
[7] Ídem.
[8] Ídem.
[9] Ibídem, p. 310.
[10] Ídem.
[11] Ídem.
[12] Ídem.
[13] Ídem.
[14] Ídem.
BIBLIOGRAFÍA
-Zolla, Ellemire, Los místicos de Occidente, vol. II, Paidós, Barcelona, 1997, pp. 309-315.
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