sábado, 9 de abril de 2011

EL RENACIMIENTO CAROLINGIO

El imperio carolingio, se desarrolla en el territorio europeo bajo el dominio de Carlomagno y el rey Pipino quienes intentan la renovación de la vida intelectual de finales del siglo VIII y del siglo IX. Esta renovación es decisiva porque el Imperio Carolingio representa una función fundadora en Europa, tanto para las instituciones sociales y políticas como para la vida religiosa y cultural.[1]

Las ambiciones culturales del renacimiento carolingio se limitan a recomendar, en cuanto a conocimientos, lo que es indispensable para asegurar el culto divino y para comprender las Sagradas Escrituras. Así como una restauración gramatical del latín, por lo que la época es adecuada para la toma de conciencia del carácter de las diferencias lingüísticas

El renacimiento de este imperio, se da al introducir una vida intelectual en las regiones que parecían más rebeldes (Galia del norte, la Germania de influencia franca[2]). En esas regiones aparentemente retrasadas en cultura, adoptan a los hombres letrados extranjeros, lo que facilita una verdadera transferencia de cultura, consiguiendo así una escritura idéntica para todos. Sin embargo, “lo escrito no es más que un recordatorio para uso de una cancillería más que de la administración local en donde son escasos los que saben leer”[3], y la justicia era un ámbito en que era necesario cierto conocimiento de las leyes, pero posteriormente Carlomagno y el rey Pipino contribuyeron a que las leyes fueran escritas.

La voluntad política es, por primera vez desde la antigüedad, un factor de unificación cultural, el cual se ve reflejado en el agrupamiento de fuerzas de todas las clases, es decir, la sociedad carolingia se convirtió en la cara civil y militar de la comunidad, además de una consolidación en un solo poder cristiano capaz de responder a los ataques y evangelizar a los paganos. Toda la teología de este imperio se marca por el encuentro de la fe cristiana con la vida intelectual, la cual se vuelve una alianza que se lleva a cabo bajo los auspicios del poder, distinguiéndose una vez más la influencia del poder político.

El renacimiento carolingio da al clérigo letrado un sitio nuevo en la sociedad, ya que los clericós son lo mejor formados para escribir, pero no eran los únicos. Sin embargo, los carolingios extraen las lecciones de los círculos cultivados solo a los clérigos, lo que resulto imprescindible en los países francos, culturalmente sin recursos.

La voluntad de los soberanos carolingios se centra en la restauración de los instrumentos de la vida cultural. Con el reinado de Carlomagno quien fungió como legislador, funda un ordenamiento en donde la razón debe ser la regla[4], es decir, su gobierno inculca al pueblo la ley humana y la ley de Dios. Así mismo este emperador influye a que la vida intelectual se definiera de manera explícita, convirtiendo al pueblo bárbaro en un pueblo civilizado, cambiando a los intelectuales venidos a instruir al pueblo franco en hombres de acción y de gobierno. “Estas iniciativas son de una importancia capital para el futuro, incluso cuando parecen modestas.”[5]

Otra de las aportaciones importantes de Carlomagno al imperio carolingio, es el haber encargado a Alcuino una revisión de la biblia, la cual había sido copiada y recopiada numerosas veces, lo cual había hecho que tuviera muchos errores[6]. Este trabajo lo tuvo ocupado desde 797 a 800, posteriormente el texto corregido es utilizado por los clérigos, los maestros en las escuelas e incluso los herejes.

Primordialmente se distinguen dos etapas en el renacimiento carolingio. La primera, es la que esta dominada por la enseñanza de los fundamentos y las preocupaciones elementales, debido a que los letrados de esta primera etapa son casi exclusivamente extranjero para el país franco. La segunda etapa los talentos más notables alcanzan su desarrollo, y en esta segunda generación los francos son numerosos al lado de los extranjeros en un medio cultural más nutrido. El saber es más completo y más profundo[7]



[1] PAUL, Jacques, Historia Intelectual del Occidente Medieval, Cátedra, 1ª edición, 2003, pag.150

[2] Esta región se convierte en el centro del poder de una nueva dinastía que se afirma cada vez más en las regiones de Europa, gracias a Pipino el Breve y Carlomagno.

[3] PAUL, Jacques, Historia Intelectual del Occidente Medieval, Cátedra, 1ª edición, 2003, pag.152

[4] Ídem.

[5] PAUL, Jacques, op. Cit., pag.156

[6] Ibid, pág. 161

[7] Ibid, pág. 167

viernes, 8 de abril de 2011

Los Gathas, Yasna XXIX, XXVIII y XXX

Los Gathas es un texto cuya autoría se le atribuye a Zarathustra, aunque algunas partes de éste pueden ser anexos que se le han hecho dentro de la tradición. El texto es un conjunto de cantos u oraciones llamados yasna, que significa devoción en lengua avéstica, en donde se hacen alabanzas al Ser Supremo, Ahura Mazda, al igual que cuestionamientos para elevar el espíritu y obtener el conocimiento y sabiduría que provienen de éste. En el presente trabajo expondremos el contenido del algunos yasna, ya que la extensión de estos es bastante amplia.

Yasna XXIX

Comienza con el lamento del alma de Kine, rebaño de vacas sagrado, por el sufrimiento que pasa mientras pregunta, al Supremo Ser y a la Verdad suprema, para quién fue creada. Así mismo Zarathustra pide se le muestre cómo labrar bien los campos ya que esa es su “única esperanza de bienestar y de prosperidad”.

Ahura Mazda, Ser Supremo, quien es el creador de Kine, pregunta a Asha Vahishta, Verdad suprema o Justicia perfecta, que cómo eligió a aquel protegería a Kine de “la codicia y rapacidad de los malvados”, cómo además del pasto que la alimenta le aseguro un pastor que supiera su oficio. Asha contesta que seres como el no deben conocer “los grandes fuegos que revelan el favor y la voluntad de Dios” por lo cual el no puede elegir a un hombre capaz de destruir la furia de los malvados y que al mismo tiempo esté libre de odio.

Zarathustra interviene para decir que solo Dios, Ahura Mazda, puede juzgar y decidir sobre los hombres, y pide junto con Kine, en nombre de los dos mundos (el humano y el animal), por la respuesta a sus dudas sobre si aquel que siga la justicia quedara libre de destrucción cuando ésta llegue para el malvado, en el juicio final. Mazda contesta que un guía espiritual no es elegido de modo “irreflexivo” ni por él ni por la Justica (Asha), por lo cual elige a Zarathustra como guía para todo “labrador diligente del suelo”.

Los Ameshaspendas, divinidades al servicio de Mazda, preguntan por aquel que ha sido dotado de la Buena Inteligencia (Vohu-Manah) para difundir ese conocimiento, a lo que Mazda reafirma que es Zarathustra el que ha mostrado atención a sus enseñanzas, y por aquel que pueda ofrecer a Kine la ayuda que necesita, ya que, Kine se queja de haber recibido “tan sólo la mera voz de un hombre débil y pusilánime” cuando lo que desea es “un señor poderoso” que pueda suminístrale lo necesario para su sustento, es decir, un labrador que sepa y trabaje la tierra. A esto Zarathustra pide a Mazda le conceda la Buena Mente (Vohu-Manah) y le permita hacerse fuerte al tiempo que le brinda los dones de sus “consejeros y siervos” los Ameshaspendas.

Yasna XXVIII

Zarathustra pide que sus oraciones sean escuchadas y que Mazda le conceda primeramente la Divina Justicia (Asha), o Verdad Suprema, para poder “conciliar el alma de Kine con el bienestar del pueblo que solicita su ayuda”, para que el ganado sea prospero. Dice que inspirado por la Benévola Inteligencia (Vohu), pide le conceda, tanto en el mundo material como en el espiritual, el don de la Justicia Divina (Asha), para disfrutar de los beneficios de esa Justicia cuando se manifiesta dentro de nosotros. Así mismo menciona que la Justicia Divina constituye enteramente la Benévola Mente de la Divinidad, por lo cual le eleva sus suplicas para obtener la Buena Mente (Vohu).

Se encomienda a la Verdad Suprema (Asha) para que le conceda el conocer el Buen Espíritu de Dios (Vohu) y la Obediencia (Spenta Armaity), o Actitud Sagrada; donde esta última es indispensable para el ir por el mejor camino hacia Ahura, ya que, “gracias a la fuerza de la palabra santa, que es la oración, tenemos (y podremos) mantener alejados mediante nuestras lenguas a los demonios, que devoran la carne (demonios que son la señal y manifestación misma de toda impureza espiritual)”[1]; para que de esta ,manera se pueda oponer a “los tormentos del Castigador”. Pidiendo la bendición de la Divina Justicia (Asha) pues esos son los logros de la Buena Mente (Vohu), es decir, que la Verdad (Asha) es el resultado de ejecutar la Inteligencia (Vohu).

Yasna XXX

Zarathustra anuncia el cómo se ha de alabar a Mazda, llegando a ello por medio de lo que brota de la Buena Mente (Vohu) y de las meditaciones inspiradas por la Justicia (Asha). Aclara la dualidad del bien y el mal, y advierte que se ha de decidir bien para una buena vida:

“Ved que se trata de (los dos) Espíritus primitivos que han sido conocidos y declarados (desde antiguo, de siempre, en todo tiempo) como una pareja (que combina sus esfuerzos opuestos) y (sin embargo, cada uno es) independiente en sus obras. Los dos (son) uno mejor y otro peor, tanto en pensamientos como en palabras y obras. Entre ambos, pues, elija bien el que desee obrar sabiamente” [2].

Para continuar con el establecimiento del Cielo y el Infierno, donde el primero es un estado puramente mental y el segundo un estado físico-mental:

“(Sí), cuando se reunieron los dos Espíritus allí al principio (de las cosas) para crear la vida y la esencia de vida y para determinar cómo debería ordenarse el fin del Mundo (destinaron) la peor vida (el Infierno) para los malos y el Mejor Estado Mental (el Cielo) para los buenos (los santos)”[3].

Al dividirse de esta manera el Espíritu malo eligió el Infierno como su morada, y el Espíritu bueno eligió a su vez el Cielo. De esta manera inicia una batalla entre estos, batalla que se juega entre los hombres para obtener su participación en las obras de cada uno. Zarathustra aclara la importancia de elegir el bien, de elegir a Mazda, para que el mal pueda ser vencido, y se compromete a ayudar a su pueblo mostrándole e invitándolo a escoger “los beneficios de acuerdo con el Orden Recto”, o Buen Reino (Kshastra-Vairya).

[1] B. Beruga, Juan, “Los Gathas” en El Avesta, Clasicos Bergua, Madrid, 1992, p. 86.

[2] Ibídem, p. 88.

[3] Ídem.


BIBLIOGRAFIA

B. Beruga, Juan, “Los Gathas” en El Avesta, Clásicos Bergua, Madrid, 1992, pp. 81-139.

jueves, 7 de abril de 2011

El libro de la vida de Ángela de Foligno

Ángela  de Foligno, es catalogada como maestra de maestros, maestra de los teólogos y mística por antonomasia, al igual es considerada como fuente importante de aspectos doctrinales de Santa Teresa, las dos son catalogadas como las grandes reinas en el reino de la espiritualidad.
         El libro de Ángela está compuesto por tres partes, una donde relata su vida a Fray Arnaldo. La segunda parte del libro son cartas, notas y exhortaciones que Ángela mando a sus oyentes  espirituales. La tercera parte, se relata los escritos de los últimos años de vida, su testamento y el relato de su muerte. Aquí solo resumiré algunos pasos de su primera parte hasta llegar a la aclaración de Fray Arnaldo.
          La experiencia para Ángela es una palabra muy fuerte, ya que lleva consigo la “visión, la escucha, toque y abrazo, comunión y vivencia, disfrute y éxtasis de  lo divino”[1]. Para Ángela, la experiencia no es lo que entendemos por intuición a Dios, el descubrimiento de Dios, ni la creación, es mucho más que todo esto. Ángela habla de una experiencia mística, como una percepción sentida en el alma del justo  que es vivida por medio de Dios. Ángela sintetiza la experiencia mística como “una iluminación rebosante, inmediata de Dios y de sus misterios;  un contacto personal dinámico y gozoso con esa fuente de todo ser y toda vida; es sentir y vivir la presencia de Dios; es la absorción intuitiva y amorosa del espíritu en Dios por una gracia especial”[2].
          En la parte del prologo Ángela dice, que la experiencia para el verdadero creyente es la cual toca la mano de Dios, del verbo de vida que hizo carne. El que el mismo promueve el evangelio, el tipo de experiencia que propone es la doctrina que describe en todo su libro con treinta pasos que el alma realiza hacia el camino de la penitencia.
          El primer paso consiste en el conocimiento del pecado, se conoce por el temor a infringir los mandamientos y ser condenada al infierno, dice Ángela.
          El segundo paso. La confesión, en la cual el alma siente vergüenza, la amargura y solo siente dolor antes del amor. Ángela considera que muchas veces comulgaba y al mismo tiempo estaba pecando porque no hacia una confesión completa, de esta forma se sufre con una tortura de conciencia. “De esta forma el alma experimenta vergüenza y no amor sino dolor”[3]
          Tercer paso. Es la penitencia, lo que hace el alma para complacer a Dios.
          Cuarto paso. Es el conocimiento de la divina misericordia, esto es pues, cuando llega a conocer el mal, y Cristo es misericordioso de ella y arranca el pasado doloroso y su alma comienza a ser iluminada, pero llora por el pasado y sus penitencias son más duras.
          El quinto paso. Es el conocimiento de sí. El alma un poco iluminada, solo logra reconocer sus defectos y se considera acreedora al infierno.
          El sexto paso. Es la iluminación  por la cual se tiene conocimiento de todos los pecados, “Interiormente me volvían a la mente los pecados como en la confesión que hacía de ellos delante de Dios”[4].
          El séptimo paso. Se  le concede ver la cruz, tiene visiones de Cristo.
          El octavo paso. Es, al ver a Cristo crucificado, reflexiona sobre la muerte que Cristo pago por nuestros pecados.
          El noveno paso. Ángela relata que “Dios le concedió la gracia de buscar el camino de la cruz, para poder estar a sus pies”[5].
           Decimo paso. Pidió a Dios poder realizar lo que más le gustaba, y el cómo bondad, varias veces durmiendo y despierta se le apareció en la cruz, mostrándole sus heridas y diciéndole “¡Todo esto padecí por ti!”[6] Ángela relata que al escuchar eso le venían a la mente sus pecados cometidos y sufría a un más.
          Paso undécimo. Por lo que se acaba de mencionar en el anterior paso, eventualmente se propone hacer más ásperas las penitencias.
          El fraile amanuense, comenta que de estos pasos en adelante los escritos comienzan a ser más admirables ya que más tarde conoció sus penitencias.
Nuevas sensaciones
          Paso duodécimo. Ángela comprendió que no podía hacer sus penitencias si estaba  involucrada con el mundo. “No podía hacer  una penitencia suficiente, turné la decisión de abandonar absolutamente todas las cosas, para hacer una penitencia y llegar a la cruz, como me había sido inspirado Dios”[7].
           Paso decimotercero. Ángela relata, “Entre en dolor  de la  Madre de Cristo y d San Juan y les pedí que me alcanzaran un signo seguro de que siempre y continuamente tendría presente en la memoria la Pasión de Cristo”.[8] En este paso relata que en un sueño le fue mostrado un corazón de Cristo.
          Decimo cuarto. Nuevamente tiene una aparición de Cristo en la cruz, la llamo y puso su boca en uno de sus costados y le dio de beber sangre, “su sangre que brotaba viva de la herida, y me hacia comprender que de esta manera me hacia pura”[9].
          Decimoquinto. Pidió a San Juan y a la Madre de Dios que siempre tuviera la gracia de sentir la Pasión de Cristo. Relata que de alguna forma se lo hicieron sentir, ya que alguna vez tuvo un dolor tan fuerte que nunca había tenido.
          Decimosexto. Comenzó a tener cierta bondad divina, una vez experimento que al rezar “por un lado gemía por mi indignidad y por mis pecados que se me manifestaban, por otro experimente un gran consuelo”[10].
          Decimo séptimo. Experimento que la virgen María le dio la gracia, le fue dada “una fe muy distinta a la que tenia”[11].

 El sentimiento de Dios
          Decimoctavo. Plantea que experimento el sentimiento de Dios, decía que cuando hacia una oración se le olvida comer” y hubiera deseado no tener necesidad de comer para poder quedarme en oración”[12].
          Decimonoveno. Después del consuelo y visión que experimento en el padre nuestro, tuvo un consuelo con dulzura de Dios. Una vez mientras contemplaba de pie  la divinidad de Cristo sola en la celda en la que estaba, se desvaneció y perdió la palabra, su compañera pensó que había muerto.
          Vigésimo. Fue a San Francisco de Asís y en el camino se cumplió la promesa, se encontró a un señor el cual estaba enfermo pero gracias a las exhortaciones de Ángela sano por la gracia de Dios, “deseaba hacer junto conmigo la donación de todos sus bienes a los pobres, por eso yo la esperaba. Más tarde lamentablemente ese hombre murió durante el viaje, y me fue relatado que su sepulcro era muy venerado y que Dios había obrado milagros por su intercesión”[13] . Ángela relata que este señor realizo la donación a los pobres de sus riquezas y que poco después murió.

 Los siete pasos suplementarios
El indigno fraile escribió estos pasos como suplementarios, porque después del decimonoveno paso le fue difícil numerar con claridad otros pasos.
            “El primer paso, que sigue después de lo anterior, es la admirable revelación de la divina familiaridad, de los diálogos y de las enseñanzas de Dios”[14]. Estas son palabras que dice el fraile Arnaldo al revelar el primer paso y seguir hasta el séptimo de los pasos suplementarios.
          El segundo paso, contiene la entrega y el poder de ver a Dios.
          El tercer paso, esta la revelación de la enseñanza divina ya con testimonios captados por el espíritu. “Ahí se enseña cómo son verdaderos hijos de Dios los que buscan conocer quien sea ese Dios su padre […] y lo hacen porque quieren agradecérselo y agradarle”[15].
          El cuarto paso. Incluye la revelación de la bajeza, la transformación y de la confirmación divina. Ángela revela como vio al mundo de forma pequeña a comparación de Dios.
          El quinto paso. La revelación de la unión con Dios.
          El sexto paso. Los padecimientos que Ángela pasó en el cuerpo y el alma, provocadas por demonios.  Este paso y el siguiente en conjunto son los mejores según el fraile.
           El séptimo. Revela el fraile lo que pregunto a Ángela y dice, “pregunte a la siervo de Cristo si las cosas descritas en el séptimo paso tienen para el alma mayores atractivos que las precedentes, ella contestó […] Todo lo que digo, me parece una blasfemia. Poe eso me sentí del todo enferma cuando me preguntaste si tiene más atractivos que lo descrito hasta aquí, y contesté de esa manera. Este altísimo paso corre junto al sexto por algún tiempo. Poco a poco el sexto desaparece y queda el séptimo”[16].

Aclaración de Fray Arnaldo
Fray Arnaldo dice que después de estas premisas, el relato que sigue  inmediatamente, convendría insértalo en el paso vigésimo, pero lo primero que escribió lo escribió en una hoja de papel de manera informal porque creía seria poco lo que escribiría porque no le creía muy bien a Ángela y se supone que perdió los primeros escritos. Tiempo después, creyó en ella y le pregunto a Ángela lo que le fue revelado para poder escribirlo en un cuaderno grueso. Fray Arnaldo relata que el motivo que le obligo a escribir fue que la sierva de Cristo fue a San Francisco de Asís y sentada en el umbral de la puerta de la iglesia grito fuertemente y cada pregunta que el Fray le hacía con “inspira don de Dios, la respuesta fluía ordenada. Era la gracia de divina que obraba maravillosamente, más allá de cuanto pudiera esperarse”[17]. Cuenta el fraile que muchas veces omitió escrituras por temor a los frailes que le eran contrarios. Y que también fue reprendido por el padre guardián y por el padre provisional y le prohibieron la redacción porque no sabían lo que escribía.
         Tiempo después, Fray Arnaldo le pregunto a Ángela, que había sido lo que la impulso a ir a San Francisco de Asís, ella le contesto que “había pedido al bienaventurado San Francisco que rogara a Dios por ella y le alcanzara la gracia de sentir a Cristo”[18] que quería practicar la regla franciscana  de vivir y morir pobre. 

Oscar Barragán Solís
UAEM



[1] Ángela de Foligno, El libro de la vida, Traducción y notas de Fray Contardo, Editorial Franciscanas Conventuales, Buenos Aires, p.5.
[2] Idem
[3] Ibid, p.12.
[4] Ibid, p.13.
[5] Idem
[6] Idem
[7] Ibid, p. 14.
[8] Idem
[9] Idem
[10] Ibid,p. 15.
[11] Idem
[12] Ibid,p. 16.
[13] Ibid, p. 17.

[14] Ibid, p. 18.
[15] Idem
[16] Ibid, P.19.
[17] Idem
[18] Ibid, p. 20.

martes, 5 de abril de 2011

Ibn Hazm: El collar de la paloma

Abu Muhammad `Ali ibn Ahmad ibn Sa`id Hazm, más conocido como Ibn Hazm, fue un filósofo, teólogo, historiador, narrador y poeta hispanoárabe. El collar de la paloma, trata el tema amor y es, quizá, su escrito más famoso. Consta de treinta capítulos que se dividen de la siguiente manera: diez tratan sobre los fundamentos del amor, doce sobre los accidentes del amor, así como sus cualidades loables y vituperables, seis sobre las malaventuras que sobrevienen en el amor, uno sobre la fealdad del pecado y unos sobre la excelencia de la castidad. Aquí se hablara sobre los cinco primeros capítulos que son: discurso sobre la esencia del amor, sobre las señales del amor, sobre quien se enamora en sueños, sobre quien se enamora por el oír del ser amado y sobre quien se enamora por una sola mirada.

Discurso sobre la esencia del amor

Ibn Hazm dice que se habla mucho sobre la naturaleza del amor, pero que no existe una definición aceptada por todos. Así pues, para él, la naturaleza del amor “consiste en la unión entre partes de las almas que, […] andan divididas, en relación a como primero eran en su más elevada esencia, […] en el sentido de la mutua relación que sus potencias tuvieron en la morada del altísimo mundo y de la vecindad que ahora tienen en la forma de su actual composición”[1]. El amor, es algo que radica en la esencia del alma, pues si la causa del amor fuera la belleza corporal, todo aquel que tuviera algún defecto notorio no podría ser amado. Y si dependiera de la conformidad de los caracteres, raro sería que se pudiera amar a alguien con que se tiene poco en común, ni con quien no se entiende. Pero también es cierto que el amor tiene una causa determinada y desaparece cuando ésta se extingue.

Ahora bien, existen muchas clases de amor, que son: el de los que se aman en Dios mismo, que es el mejor según Ibn Hazm, el amor de los parientes, el de las costumbres, el de los que se asocian para lograr fines comunes, el que engendra la amistad y el conocimiento, el que se debe a algún acto virtuoso que un hombre hace a su prójimo, el de los que coinciden en la necesidad de guardar un secreto, el que va encaminado a la consecución de un placer y por último, el que no depende de otra causa más que la afinidad de las almas. Todos estos amores crecen o disminuyen según sus respectivas causas aumentan o decrecen, excepto el amor que es producto de la afinidad de almas, que sólo desaparece con la muerte.

Sobre las señales del amor

El amor tiene señales que pueden descubrirse si se es observador. La insistencia de la mirada es una de ellas “porque es el ojo puerta abierta del alma, que deja ver sus interioridades, revela su intimidad y delata sus secretos”[2]. Una segunda señal es que el amante no pueda dirigir la palabra a otra persona que no sea su amado aunque se lo proponga. También que calle cuando hable el amado, que encuentre bien todo lo que diga aunque no sea más que puro absurdo, que le de la razón aunque no la tenga, que busque pretextos para sentarse a su lado, que abandone toda actividad que le obligaría a estar lejos de él, que disfrute dando como si fuera él mismo quien recibiera el regalo, que le mueva el deseo de lucir sus atractivos y hacerse amable. Otras señales son que, por amor, los tacaños se vuelven desprendidos, los tontos listos, los incautos agudos, los cobardes se envalentonan, los ignorantes se pulen, los desaliñados se arreglan, los sucios se lavan y los viejos se las dan de jóvenes. También la animación excesiva, que estén juntos cuando hay mucho espacio, apretarse el uno con el otro o tomarse de la mano cuando hablan, el insomnio, la extenuación del cuerpo sin que tenga enfermedades, la preferencia por la soledad y el retiro, y que el amante sinte afecto por la familia del que ama, sus parientes y allegados, al grado de que los aprecia más que a su propia familia, que a los suyos y que a sí mismo. El autor escribió unos versos donde se resumen muchas de éstas señales:

Cuando se trata de ella, me agrada la plática,

Y exhala para mí un exquisito olor de ámbar.

Si habla ella, no atiendo a los que están a mi lado

Y escucho sólo sus plabras placientes y graciosas.

Aunque estuviese con el Príncipe de los Creyentes,

No me desviaría de mi amada en atención a él.

Si me veo forzado a irle de su lado,

no paro de mirar atrás y camino como una bestia herida;

pero, aunque mi cuerpo se distancia, mis ojos quedan fijos en ella,

como los del naufrago que, desde las olas, contemplan la orilla.

Si pienso que estoy lejos de ella, siento que me ahogo

Como el que bosteza entre la polvareda y la solana.

Si tú me dices que es posible subir al cielo, digo que sí y que sé donde está la escalera.

Sin embargo, Ibn Hazm advierte que las cosas exageradas hasta el límite, producen los efectos contrarios. Así, apretar mucho tiempo la nieve no enfría, sino que quema, la alegría excesiva mata y la risa prolongada produce lagrimas. Del mismo modo, cuando dos amantes se corresponden y se quieren con verdadero amor, se enfadan con frecuencia sin motivo, se llevan la contraria, se atacan mutuamente por la cosa más pequeña y cada cual está al acecho de lo que va a decir el otro para darle un sentido que no tiene. La diferencia entre estos enfados de personas que se quieren, y una verdadera ruptura nacida del odio, es la facilidad con la que se reconcilian. Por ello es que si vemos dos amantes discuten de continuo y creemos que tienen profundas diferencias que no podrán arreglar sino después de mucho tiempo, no debemos dudar que hay en ellas un oculto secreto de amor.

Sobre quien se enamora en sueños

Cuenta en esta parte del tratado, que un amigo soñó una vez con una esclava y al despertarse se encontraba enamorado perdidamente de ella, al grado que nada hacía y se encontraba sumamente triste. Ibn Hazm lo reprendió y le dijo que más le valía haberse enamorado de una de las imágenes del baño que de alguien a quien nunca había visto, ni había sido creado, ni andaba por el mundo. Y no lo dejó en paz hasta que salió de tan lamentable estado. Respecto a quien se enamora en sueños, dirá que es “por sugestión anímica o de pesadilla, que entra dentro del campo de los deseos reprimidos y de las fantasías del pensamiento”[3].

Sobre quien se enamora por oír del ser amado.

Otro de los orígenes del amor es que nazca por escuchar del amado, sin haberlo visto jamás. Que se pasen todo tipo de penas y tristezas sin haber contemplado nunca a quien se ama. Este tipo de enamoramiento es más común entre las mujeres a quienes recluyen sus familiares.

Sobre quien se enamora por una sola mirada.

Puede suceder que el amor nazca en el corazón por una sola mirada. Existen dos tipos de modalidades de este tipo de enamoramiento. La primera es que el hombre se enamore de la figura externa de una mujer, sin saber quién es, ni su nombre, ni de dónde viene o hacia dónde va. La segunda es que se enamore de una muchacha de quien conoce nombre, procedencia y domicilio. Según el autor, se debe tener cuidado con éste tipo de enamoramiento, ya que es indicio de un hombre inconstante. Es probable que este amor se extinga con facilidad, pues sucede lo mismo que con las cosas: “las que crecen deprisa, deprisa se consumen, en tanto que las que tardan en nacer, tardan también en acabarse”[4].

Bibliografía
Hazm, Ibn, El collar de la paloma, s.e, s.a, s.p.

[1] Hazm, Ibn, El collar de la paloma, s.e, s.a, s.p.

[2] Ibid, s.p.

[3] Ibid, s.p.

[4] Ibid, s.p.