Abu Muhammad `Ali ibn Ahmad ibn Sa`id Hazm, más conocido como Ibn Hazm, fue un filósofo, teólogo, historiador, narrador y poeta hispanoárabe. El collar de la paloma, trata el tema amor y es, quizá, su escrito más famoso. Consta de treinta capítulos que se dividen de la siguiente manera: diez tratan sobre los fundamentos del amor, doce sobre los accidentes del amor, así como sus cualidades loables y vituperables, seis sobre las malaventuras que sobrevienen en el amor, uno sobre la fealdad del pecado y unos sobre la excelencia de la castidad. Aquí se hablara sobre los cinco primeros capítulos que son: discurso sobre la esencia del amor, sobre las señales del amor, sobre quien se enamora en sueños, sobre quien se enamora por el oír del ser amado y sobre quien se enamora por una sola mirada.
Discurso sobre la esencia del amor
Ibn Hazm dice que se habla mucho sobre la naturaleza del amor, pero que no existe una definición aceptada por todos. Así pues, para él, la naturaleza del amor “consiste en la unión entre partes de las almas que, […] andan divididas, en relación a como primero eran en su más elevada esencia, […] en el sentido de la mutua relación que sus potencias tuvieron en la morada del altísimo mundo y de la vecindad que ahora tienen en la forma de su actual composición”[1]. El amor, es algo que radica en la esencia del alma, pues si la causa del amor fuera la belleza corporal, todo aquel que tuviera algún defecto notorio no podría ser amado. Y si dependiera de la conformidad de los caracteres, raro sería que se pudiera amar a alguien con que se tiene poco en común, ni con quien no se entiende. Pero también es cierto que el amor tiene una causa determinada y desaparece cuando ésta se extingue.
Ahora bien, existen muchas clases de amor, que son: el de los que se aman en Dios mismo, que es el mejor según Ibn Hazm, el amor de los parientes, el de las costumbres, el de los que se asocian para lograr fines comunes, el que engendra la amistad y el conocimiento, el que se debe a algún acto virtuoso que un hombre hace a su prójimo, el de los que coinciden en la necesidad de guardar un secreto, el que va encaminado a la consecución de un placer y por último, el que no depende de otra causa más que la afinidad de las almas. Todos estos amores crecen o disminuyen según sus respectivas causas aumentan o decrecen, excepto el amor que es producto de la afinidad de almas, que sólo desaparece con la muerte.
Sobre las señales del amor
El amor tiene señales que pueden descubrirse si se es observador. La insistencia de la mirada es una de ellas “porque es el ojo puerta abierta del alma, que deja ver sus interioridades, revela su intimidad y delata sus secretos”[2]. Una segunda señal es que el amante no pueda dirigir la palabra a otra persona que no sea su amado aunque se lo proponga. También que calle cuando hable el amado, que encuentre bien todo lo que diga aunque no sea más que puro absurdo, que le de la razón aunque no la tenga, que busque pretextos para sentarse a su lado, que abandone toda actividad que le obligaría a estar lejos de él, que disfrute dando como si fuera él mismo quien recibiera el regalo, que le mueva el deseo de lucir sus atractivos y hacerse amable. Otras señales son que, por amor, los tacaños se vuelven desprendidos, los tontos listos, los incautos agudos, los cobardes se envalentonan, los ignorantes se pulen, los desaliñados se arreglan, los sucios se lavan y los viejos se las dan de jóvenes. También la animación excesiva, que estén juntos cuando hay mucho espacio, apretarse el uno con el otro o tomarse de la mano cuando hablan, el insomnio, la extenuación del cuerpo sin que tenga enfermedades, la preferencia por la soledad y el retiro, y que el amante sinte afecto por la familia del que ama, sus parientes y allegados, al grado de que los aprecia más que a su propia familia, que a los suyos y que a sí mismo. El autor escribió unos versos donde se resumen muchas de éstas señales:
Cuando se trata de ella, me agrada la plática,
Y exhala para mí un exquisito olor de ámbar.
Si habla ella, no atiendo a los que están a mi lado
Y escucho sólo sus plabras placientes y graciosas.
Aunque estuviese con el Príncipe de los Creyentes,
No me desviaría de mi amada en atención a él.
Si me veo forzado a irle de su lado,
no paro de mirar atrás y camino como una bestia herida;
pero, aunque mi cuerpo se distancia, mis ojos quedan fijos en ella,
como los del naufrago que, desde las olas, contemplan la orilla.
Si pienso que estoy lejos de ella, siento que me ahogo
Como el que bosteza entre la polvareda y la solana.
Si tú me dices que es posible subir al cielo, digo que sí y que sé donde está la escalera.
Sin embargo, Ibn Hazm advierte que las cosas exageradas hasta el límite, producen los efectos contrarios. Así, apretar mucho tiempo la nieve no enfría, sino que quema, la alegría excesiva mata y la risa prolongada produce lagrimas. Del mismo modo, cuando dos amantes se corresponden y se quieren con verdadero amor, se enfadan con frecuencia sin motivo, se llevan la contraria, se atacan mutuamente por la cosa más pequeña y cada cual está al acecho de lo que va a decir el otro para darle un sentido que no tiene. La diferencia entre estos enfados de personas que se quieren, y una verdadera ruptura nacida del odio, es la facilidad con la que se reconcilian. Por ello es que si vemos dos amantes discuten de continuo y creemos que tienen profundas diferencias que no podrán arreglar sino después de mucho tiempo, no debemos dudar que hay en ellas un oculto secreto de amor.
Sobre quien se enamora en sueños
Cuenta en esta parte del tratado, que un amigo soñó una vez con una esclava y al despertarse se encontraba enamorado perdidamente de ella, al grado que nada hacía y se encontraba sumamente triste. Ibn Hazm lo reprendió y le dijo que más le valía haberse enamorado de una de las imágenes del baño que de alguien a quien nunca había visto, ni había sido creado, ni andaba por el mundo. Y no lo dejó en paz hasta que salió de tan lamentable estado. Respecto a quien se enamora en sueños, dirá que es “por sugestión anímica o de pesadilla, que entra dentro del campo de los deseos reprimidos y de las fantasías del pensamiento”[3].
Sobre quien se enamora por oír del ser amado.
Otro de los orígenes del amor es que nazca por escuchar del amado, sin haberlo visto jamás. Que se pasen todo tipo de penas y tristezas sin haber contemplado nunca a quien se ama. Este tipo de enamoramiento es más común entre las mujeres a quienes recluyen sus familiares.
Sobre quien se enamora por una sola mirada.
Puede suceder que el amor nazca en el corazón por una sola mirada. Existen dos tipos de modalidades de este tipo de enamoramiento. La primera es que el hombre se enamore de la figura externa de una mujer, sin saber quién es, ni su nombre, ni de dónde viene o hacia dónde va. La segunda es que se enamore de una muchacha de quien conoce nombre, procedencia y domicilio. Según el autor, se debe tener cuidado con éste tipo de enamoramiento, ya que es indicio de un hombre inconstante. Es probable que este amor se extinga con facilidad, pues sucede lo mismo que con las cosas: “las que crecen deprisa, deprisa se consumen, en tanto que las que tardan en nacer, tardan también en acabarse”[4].
CIERTAMENTE LAS COSAS LLEVADAS AL LIMITE PRODUCEN LOS EFECTOS CONTRARIOS Y HASTA UN HARTAZGO. Hermoso texto.
ResponderEliminarMe gusta tú comentario, estoy con la novela y me encanta
ResponderEliminarCiertamente, hay un ideal constante desde la Antigüedad, ya desde la obra del "banquete" de Platón y luego con Quevedo en "amor constante más allá de la muerte" de Shakespeare con "romeo y julieta"... hasta con el arequipense y compatriota Melgar en sus "yaravíes" inmortal vate del milenario e imperio de los incas, mi Perú... el asunto que trátase de una inconformidad y búsqueda de un complemento he ahí, una supuesta necesidad de búsqueda de un par... cómo será en fin... un real
ResponderEliminarm i s t e r i o