miércoles, 2 de febrero de 2011

Avicena, segunda parte : la salvación-compendio de metafísica


Avicena (Abu 'Ali al-Husayn bn 'Abd Allah bn al-Hasan bn 'Ali Ibn Sïna (980-1037) nació en Afsana, cerca de Bojara, Persia), continuador de la tradición aristotélico-platónica de Alkindi1 y, sobre todo, de Alfarabi2. Avicena fue un filósofo y médico persa, cuyo nombre los medievales pronunciaban «Aben Sina», hijo de un alto funcionario de la dinastía samaní; es una de las cumbres de la filosofía árabe. Niño precoz, al que se dio una educación enciclopédica -sabía gramática, geometría, física, medicina, derecho y teología-, a los diecisiete años fue llevado a la corte donde curó al príncipe Nuh ibn Mansûr, y allí pudo disponer de una gran biblioteca para sus estudios. A los 18 años conocía ya toda la cultura de su época. Avicena es el primer filósofo medieval que desarrolla un sistema verdaderamente metafísico.3
En el tratado I de Avicena que lleva por título La salvación, expone los conceptos de necesario y de posible, donde la necesidad es aquello cuya existencia es necesaria, “necesario en el existir es el ente que, si se supone que no existe, implica contradicción”4 y lo posible, es aquello que no comporta ninguna necesidad ni en su existir, ni en su no-existir, de modo que lo posible también puede ser algo verdadero o real.
Para Avicena, lo necesario en el existir por sí, no se da por algo distinto a ello, sino que es por su escencia misma. Lo necesario en el existir no por sí, es aquello que, puesto algún otro ser que no sea ello, resulta necesario en el existir. De esta manera, podemos ver que una misma cosa no puede ser a la vez necesario en el existir por otro, porque la necesidad de su existir no será por sí, sino únicamente posible. La razón en todo lo que es necesario en el existir por otro, sigue una habitud o relación, esto es algo distinto de la escencia misma de las cosas, ya que en la necesidad resulta claro que no se necesita una habitud para la existencía de lo que es necesario “considerada la esencia de la cosa en sí misma, sin ninguna condición, es posible por sí”5, podemos ver que todo lo que es necesario por otro, es posible en sí, es decir: todo lo que es posible en sí, una vez reducida al acto su existencia, es necesario en el existir por otro, le toca unicamente existir en el acto, en su momento, ya que si no es en el acto, su existencia no se distinguiría de su no-existencia.
“Lo que es necesario en el existir por sí no puede ser necesario en el existir por otro, no se puede admitir que cada uno de los dos sea necesario en el existir por otro”6, porque cada uno, tiene una causa en el existir anterior a él, toda causa es anterior a su causado en el orden de la esencia, de modo que si aquel otro resulta necesario por éste, entonces este último sería anterior a aquello que es anterior a él, y dependería de aquello que es anterior a él, y dependería de aquello que depende de él. Esto entonces implicaría contradicción. Así, lo que es necesario en el existir como ente, es pura verdad, pues ninguna cosa verdadera es más verdadera que lo necesario en el exitir: su permanencia es por esencia.
Avicena en su tratado II, señala que todo ser o es necesario o posible, argumentando que, si es necesario, es que existe en el necesario existir, y si es posible es que se reduce al término de necesario en el existir, ya que lo posible “necesitará de un ser que le confiera la existencia”7, y esta existencia se haya fuera de la colección de los posibles porque es necesaria en el existir por sí misma.
En su tratado III, sobre la vida del necesario en el existir, Avicena además de ya haber establecido la existencia del ser Necesario en el existir, dice: “El Necesario en el existir es, por esencia, inteligencia, inteligente e inteligible”8. Es inteligible, porque consta de la naturaleza del ser, en cuanto tal, y a la naturaleza de todas las partes del ser, ese Ser, resulta un ser y una quididad inteligible porque posee una esencia despojada a alguna cosa, y si se dijera que pertenece a alguna cosa, esto es su misma esencia; es inteligencia en cuanto que, se le considera como una entidad despojada así de la materia, que se pertence a sí misma y por tanto se entiende a sí misma. De este modo, el ser que existe y entiende requiere necesariamente un objeto conocido, en el cual el objeto movido, requiere de un objeto movente, esto no implica que el objeto movido tenga que ser una cosa distinta del que mueve o que el objeto entendido sea un objeto distinto del que entiende. Así, aparece evidente que el inteligente, no importa necesariamente que entienda otra cosa de sí mismo, sino que todo ser que posea una esencia despojada de lo necesario, es inteligente, y todo ser cuya esencia es despojada por lo necesario, pertenece a lo que es inteligible “el necesario en el existir tiene la quididad despojada, que es su esencia misma, y que en él hay una quididad que es su esencia... no implica multiplicidad”9.
En la cuarta parte del tratado II, que habla sobre el orden en el existir de las inteligencias, las almas y los cuerpos superiores, Avicena dice que el Ser necesario en el existir es uno por esencia, no es cuerpo ni existe en cuerpo, no es divisible en modo alguno; de manera que, todos los seres tienen recibida su existencia en El, por tanto, no se debe suponer que haga que existan las cosas por otra cosa distinta de El, ya que el tender hacia lo que no es El mismo, conduciría a poner una multiplicidad en su esencia, cayendo en contradicción con lo que se ha dicho anteriormente. El sólo se entiende a sí mismo en cuanto que es pura inteligencia y primer principio, “bien sabe su esencia que su perfección y excelencia consiste en que de El fluya el bien, y que el fluir el bien de El es una de las cosas que acompañan a su majestad, que le es gratísima por sí misma”10. Este primer ser se complace en que todos los seres procedan de El, es el producto de todas las cosas, de la cual fluye toda existencia, por esto decimos que su inteligencia es pura, porque es el motor del orbe y como primer causado no puede ser una forma material.
Concluye diciendo que, lo causado es posible en sí, pero es necesario en el existir por el primer ser; la necesidad de su existencia le viene de que es inteligencia, que entiende su esencia, y que entiende necesariamente su Ser. Pone de manifiesto, que las inteligencias separadas son numerosas, pero dice que es necesario que la inteligencia más elevada, sea la que proceda del primer Ser, y la sigan después una tras otra las demás inteligencias. Así suceden las cosas en las diversas inteligencias, en la esfera celeste y en el cielo, hasta llegar al entendimineto agente, que dirige y gobierna a nuestras almas.

Bibliografía

Cortés Morató, Jordi y Martínez Riu, Antoni, Diccionario de filosofía en CD-ROM,Editorial Herder, Barcelona, 1996.

Ferrater Mora, José, Diccionario de Filosofía, editorial sudamericana, Buenos Aires, 963 pp. Versión digital.

Fernández, Clemente, S. I, Los Filósofos Medievales, selección de textos, “Avicena, La salvación, compendio de metafísica”, BAC, Madrid, 1979, Tomo I, págs. 605-618.

1Fue comisionado por al-Ma´mun para corregir las traducciones de Aristóteles y otros autores griegos. Trató de organizar un cuerpo de doctrina filosófica coherente a la cual se incorporaron multitud de investigaciones científicas que abarcaron prácticamente todos los saberes de su tiempo: medicina, psicología, meteorología, óptica, geometría, aritmética, música. Las ideas fundamentales de Alkindi eran de origen aristótelico, y ello ha hecho que se le considere como el primer gran aristótelico árabe.
Cfr. Ferrater Mora, José, Diccionario de Filosofía, editorial sudamericana, Buenos Aires, 963 pp. Versión digital.

2Es un precursor no sólo de la especulación árebe, sino también de los problemas que se darán durante la Edad Media. Los problemas referentes a lo singular y a lo universal, y a los modos peculiares del conocimiento de ambos se hallan implicados en el análisis de Alfarabi. Éste traslada, además, a la noción de Dios los elementos especulativos del pensamiento clásico. Dios es la causa de sí mismo, la entidad cuya esencia implica su existencia; es inteligencia pura y suprema unidad incausada. Este Dios trascendente y eterno es análogo, por lo demás, a la suprema unidad de los neoplatónicos, hasta el punto de que de él emana la Inteligencia, y de ésta el Alma.
Cfr. Ferrater Mora, José, Diccionario de Filosofía, editorial sudamericana, Buenos Aires, 963 pp. Versión digital.

3 Cortés Morató, Jordi y Martínez Riu, Antoni, Diccionario de filosofía en CD-ROM,Editorial Herder, Barcelona, 1996.
4Avicena, La salvación, compendio de metafísica, BAC, Madrid, 1979, Tomo I, Tratado I, Capítulo I, § 1.
5Ibídem, Capítulo II § 2.
6Ibídem, Capítulo IV, § 1.
7Ibídem, Tratado I, Capítulo I, § 1.
8Ibídem, Tratado III, Capítulo I, § 1.
9Ibídem, § 3.
10Ibídem, Cuarta parte, Tratado II, Capítulo I, § 2.

1 comentario:

  1. En este sentido de la inmanencia, del cual se habla dentro de tu aportación, se nombra la presencia de un Ser que es causa anterior que da origen a una causa, pero ante esta afirmación me surge una duda, ya que como se afirma cada ser es causa posible de sí mismo, ¿Avicena reconoce qué es voluntad de este Ser dar existencia a la inexistencia o simplemente este Ser esta presente sin influir o tener incidencia en la existencia?

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