miércoles, 26 de enero de 2011

Del libre albedrío Libro I

 

Del libre albedrío, es uno de sus tantos y diversos escritos que  S. Agustín dejó a la cristiandad. En los escritos que se conservan de él, se puede ver una gran diversidad de temas y problemas que resuelve o se le presentan por  diversas  circunstancias: defender la fe contra algunas herejías, explicación de la misma fe, etc.

En  este escrito De libre albedrío, del cual ha de tratar nuestro análisis, se presenta un tema importantísimo en la Iglesia de aquel tiempo: El problema del mal.

El escrito presenta una estructura en  forma dialogada entre S. Agustín y , al parecer su amigo, Evodio. Dividido en dos libros y éstos, en capítulos que van desarrollando y ejemplificando la idea central.

Empecemos, pues, nuestro breve análisis de este escrito antes mencionado, con exponer de antemano cuáles son las interrogantes que intenta S. Agustín responder, con el apoyo de Evodio,  a partir de la cuales iremos desglosándolos parte por parte para llegar a entender, en la medida de lo posible, las conclusiones de este santo. Estas cuestiones que pone en boca de Evodio y que, hace suponer, que es para dar respuesta a los maniqueos, quienes dan una solución a la existencia del mal en el mundo, [1] a la cual  responde [S. Agustín] con mayor claridad a la luz de la verdad revelada por Dios.  Prácticamente su tema gira entorno a  : ¿cuál es el origen del mal?, “¿puede ser Dios el autor del mal?”, [2] si el mal existe, ¿qué función tiene la ley? y por último, si no es Dios el autor del mal, ¿existe otro autor?.

S. Agustín, comienza, antes que nada, distinguiendo  que una cosa es obrar mal y otra que alguien a sufrido un mal, pero de manera general, intenta dar una respuesta de dónde proviene el mal, sea uno u otro el caso.

En primer lugar,descarta la posibilidad de que Dios sea el autor del mal, en relación al obrar mal, pero sí, en cuanto al segundo tipo, que es el sufrir un mal, puesto que Dios es bueno y justo,  premia a los que son buenos, así mismo, castiga a los que no lo son, haciéndolos padecer.

En segundo lugar, determina cómo es que el hombre obra mal, él lo expresa diciendo que todo bien es aprendido y por tanto,  bien es una disciplina, cap. I, 333Y con toda razón, puesto que por ella se nos comunica la ciencia o se enciende en nosotros el deseo de adquirirla, y nadie adquiere conocimiento alguno mediante la disciplina”. Al parecer, se refiere a que el bien se logra a través de la enseñanza y el discernimiento, es decir, de aprenderla de un sabio. y que por tanto, el obrar mal es, alejarse de esta disciplina.[2]

Por último, especifica que antes de conocer el origen y al autor del mal, es necesario tener en cuenta  lo que debemos creer de Dios, esto es:  cap. II, 334que hay un solo y único Dios y que de Él procede todo cuanto existe, y que, no obstante, no es Dios el autor del pecado”.

Con esto, no hemos dado respuesta a las interrogantes que nos hemos planteado para analizar en breve su escrito, solamente son las bases de S. Agustín para dar  argumentos, a su parecer, más sólidos para determinar el origen y autor del mal. Pero, desde este horizonte podemos ver que, pone de manifiesto una postura dogmática.

Para llegar al origen del mal, cuestiona en su diálogo a Evodio, para que determine qué es obrar mal, pero al ver que Evodio, sólo da respuestas ingenuas  de acciones malas como: obrar mal es cometer adulterio, homicidio o sacrilegio, determinados éstos como obras malas porque la ley lo prohíbe o porque se ha visto que a muchos se le a enjuiciado por los mismos actos. Pero, S. Agustín hace ver que no todo lo que el hombre juzga siempre es por acciones malas. Hay que tener en cuenta en  estas respuestas que, son influenciadas quizás, por el pensamiento que se  tenía hacia  tales acciones y por la vida de los primeros cristianos fueron perseguidos y martirizados. Con esto, podemos ver que S. Agustín no quiso, tal vez, basarse en estos argumentos  extrínsecos ( por ser hechos externos del hombre), pues, habrían sido causa de confrontación con sus adversarios, ya que, no tenían gran peso y cualquiera podía refutárselos. Es por ello que, responde a que el obrar mal  y el mal surgen de la libídine, concupiscencia. Es el deseo, la pasión del hombre por gozar de los placeres del mundo de una forma desordenada el origen del mal, aquí es donde se retoma, en cierta forma, lo dicho anteriormente acerca de la disciplina, ya que al ser desordenado y por tanto, no enseñado, no es un bien. Así pues, esta es la causa por la cual existe el mal. Sin embargo, S. Agustín hace ver que no todo pecado proviene del deseo o pasión por el mal, pues hay algunos que se llevan a cabo por buscar un bien, por defender la ley o por involuntariedad, como por ejemplo: un esclavo que mata a su señor para poder vivir sin temor o aquel que mata involuntariamente a otro, un soldado que mata a su enemigo por mencionar algunos casos. Con esto, se quiere dar a entender que todos deseamos, tenemos una cierta pasión:

Cap. IV, 340 “porque el desear vivir sin miedo no sólo es propio de los buenos, también de los malos, pero con esta diferencia: que los buenos lo desean renunciando al amor de aquellas cosas que no se pueden poseer sin peligro de perderlas, mientras los malos, a fin de gozar plena y seguramente de ellas, se esfuerzan en remover los obstáculos que se lo impiden, y por eso llevan una vida malvada y criminal, que, más bien que vida, debería llamarse muerte”

Eh ahí la diferencia, pues, quién nos diría realmente si el esclavo mata para vivir recta y buenamente, y no para disfrutar  de los placeres de la vida que tanto se a privado, o el soldado que no mata por defender un pueblo sino para saciar su deseo de venganza o un deseo por matar sin mayor motivos, cayendo así, en una justificación de sus actos sin tener conciencia de ello. De aquí que se concluya que el mal se origina en la libídine o concupiscencia cap. IV, 340que consiste en el amor desordenado de aquellas cosas que podemos perder contra nuestra voluntad”.

siendo en este punto, el de ver cuando se llega  perder el sentido de la voluntad donde entra la función de la ley sobre el mal. Pero, para determinar la función de la ley, primero se hace notar que en el cumplimiento de la ley, el hombre puede caer en  obrar mal, esto sucede cuando le pone  deseo, pasión, es decir, que su actuar lleva una intención más que el sólo cumplir el deber. En segundo lugar, dice que  si alguien es un subordinado y recibe ordenes de matar, por citar un ejemplo, que son influidas por un deseo o pasión, el subordinado tiene plena libertad de hacerlo o no, por ende, si lo lleva a cabo es culpable de tal acción. Con esto concluye que, la función de la ley no es la de justificar los actos malos realizados en nombre de la ley. Porque la ley es dada para el buen gobierno del pueblo:

Cap. V, 344la ley humana se proponer castigar no más que en la medida de lo preciso para mantener la paz entre los hombres, y sólo en aquellas cosas que están al alcance del legislador. Más en cuanto a otras culpas, es indudable que tiene otras penas, de las que únicamente puede absolver la sabiduría divina”.

 

Entonces queda establecida que la ley del hombre es juzgar sólo actos que destruyan el orden de una nación. Cuando se habla de otras culpas y otras penas, suponemos que se refiere a los actos que son causa del deseo desordenado, que a la vista del ojo humano, es difícil, hasta imposible juzgarlo, por consiguiente, no puede ser juzgado por las leyes humanas.

De aquí, que S. Agustín contemple dos tipos de leyes: una de tipo temporal y mutable; y otra, de tipo inmutable y eterna. Si una ley es útil para la organización de los hombres y naciones, es decir, para todos aquellos que tienen vida temporal y que se, para seguir guardando el orden, modifican según lo exijan las circunstancias, se habla de una ley temporal.

Cap. VI, 345 “Y aquella ley de la cual decimos que es la razón suprema de todo, a la cual se debe obedecer siempre y que castiga a los malos con una vida infeliz y miserable y premia a los buenos con una vida bienaventurada”.

Esa ley es la  divina, que puede absolver de obras malas.Siendo justo, pues, nada se libre de ella, mejor dicho, nadie escapa de su justicia, y  por tanto, si ella es justa y de ella surge la  ley temporal, también ésta lo es.

Podemos afirmar, también que, S. Agustín, da una cierta importancia al hombre, en cuanto que, tiene potestad de gobernar, juzgar,  sentenciar y hasta determinar el camino que ha de seguir en la vida. S. Agustín  dice que lo que hace superior al hombre de los animales y demás seres vivientes es su mente-espíritu, que no sólo le permite procurarse los placeres del cuerpo y evitarse las molestias como  los animales, sino tener sentimientos, emociones y deseos de dominio. Y que la razón es la que domina las concupiscencias del alma haciéndolo ser perfectamente ordenado. Cap. VII, 348Pues, cuando la razón, la mente o espíritu gobierna los movimientos irracionales del alma, entonces, y sólo entonces, es cuando se puede decir que domina en el hombre lo que debe  dominar, y domina en virtud de aquella ley que dijimos que era eterna”.

Por tanto, al ser el hombre superior a todos los seres vivientes y poseer una razón que domine hasta sus propias pasiones, no hay nada que pueda permitirle hacer el mal, entonces, ¿cómo es que hace el mal o hay maldad en él?, S. Agustín responde a la interrogante expresando que es su libre albedrío, su voluntad la que elige o decide actuar de tal o cual manera, pues, como bien hemos dicho, sólo si la  razón del hombre se gobierna a sí mismo, gobierna la ley divina y si  de Dios procede la ley divina, Dios no es el autor del mal, dado que, es la libertad del hombre la que influye en la decisión de hacer o no el mal.

De esta forma, es como vemos al hombre ser infeliz o feliz, haciendo el bien o el mal, porque como hemos mencionado, se juzga según los actos, y es menester que a las acciones malas, hechas libremente, traigan consigo, castigos, sean estos morales y tormentosos o una vida infeliz.

Y quien desea tener una vida feliz debe poseer cuatro virtudes, según el cual, ayuda a evitar el obrar mal, las cuales son:  fortaleza, templanza, justicia y prudencia, pues, con ellas se puede sólo amar y buscar aquellos bienes eternos que hacen feliz al hombre.

En resumen, S. Agustín intenta responder al problema que tanto buscaba, y que por el cual, llega a establecer contacto con la secta maniquea en años de su juventud: el problema del mal.  Para esto, podemos observar ciertos elementos filosóficos, el ser del mal, la moral del hombre, en cierta medida, analogías de las estructuras sociales con las divinas, cierta epistemología para determinar las diferencias del  hombre y los demás seres vivientes, al hablar de las relaciones humanas de una antropología. Todo ello, para sustentar su argumentes y establecer que :

  • El mal no provienen de Dios, porque si el es bueno, nada malo proviene de Él.
  • El origen del mal es el libre albedrío de la voluntad del hombre.
  • Las leyes humanas son dadas para el orden de la sociedad o nación y que no evitan ni juzgan los placeres desordenados del hombre, por tanto, existe una ley suprema que nada escapa a su dominio y que otorga a cada quien según merezca.
  • El hombre es el único autor del mal. Y surge cuando su razón no tiene dominio sobre sus deseos o concupiscencias.

Todas las cosas son buenas en la medida en que el hombre hace buen uso de ellas, no hay nada de la creación que sea malo, pues fueron creadas de un Ser bueno y justo. El pecado es pues, abusar de las cosas que nos han sido otorgadas.

[1] Cfr. S. Agustín en, Frederick Copleston, Historia de la Filosofía II, De S. Agustín a Escoto, t. II, 4a Ed, Ed. Ariel, 1980.

[2] Cfr. En etimología: Docto, discendo.

BIBLIOGRAFÍA

FERNANDEZ, Clemente S.I, Los filósofos Medievales, selección de textos, “San  Agustín, De libre albedrío”, Tomo I, BAC, Madrid, 1979, pp. 200-222

4 comentarios:

  1. En general, es muy positivo tu aporte, sólo me parece forzada la relación entre las líneas básicas que estamos tratando. Yo creo que el texto se basa en una cuestión ética totalmente, aunque no prescinde de cuestiones antropológicas por contener elementos como la voluntad y la libertad, facultades humanas principales.Además, ¿el mal y el pecado son sinónimos, en relación a tu última afirmación?

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  2. Tu publicación aborda un tema que aún sigue poniendo en dificultad a muchos pero me parece que lo abordaste bien. Me quedó claro que el mal surge en la cocupiscencia del hombre y las consecuencias de poseerlo, lo que no me quedó claro es ¿Cómo hace el hombre para volver al bien?

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  3. Dentro de esta entrada me percato que, de igual manera como en la que yo realice, se plantea el problema de la libertad del hombre, sin embargo Boecio, al tratar de resolverlo, se encuentra con la dificultad de responder a la pregunta ¿cómo es que el libre albedrío del hombre no está condicionado por Dios, si se supone que la Divinidad todo lo prevé y lo conoce?, a lo que Boecio responde que la concepción del tiempo no es la misma para los hombres que para Dios, debido a que para Dios no hay un pasado, presente o futuro, sino un eterno presente y Él tiene como presentes los futuros actos del hombre que dependen de la voluntad de este mismo, y a partir de esta aclaración se llega a la conclusión de que el hombre puede hacer ejercicio de su libre albedrío, ¿cómo responde San Agustín este problema?

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  4. Estoy de acuerdo en base al aporte que tratas, acerca de el bien y del mal, dando a entender que el libre albedrío del hombre sera la causa del mal, pues de Dios solo proviene, el bien.

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