jueves, 27 de enero de 2011

Pseudo-Dionisio Areopagita: De los nombres divinos

El autor inicia este texto dirigiéndose a un amigo, explicándole que tratará de exponer los nombres divinos teniendo como norma a la sagrada ley de las Escrituras, pues ahí se contiene la gracia del Espíritu y es la fuente certera para conocer a Dios. Dice que es Dios el que concede la capacidad para conocerle, Él es el que acomoda su inmensidad a la comprensión humana.

Pseudo-Dionisio en esta obra llama a Dios supersubstancial infinitud, supra mental unidad, inescrutable para todo raciocinio, Uno sobre toda palabra, unidad generadora de toda unidad, sustancia sobre toda sustancia, mente inaccesible a la inteligencia, entre muchos otros apelativos; sostiene también que, al que trasciende todo conocimiento y lenguaje y que está sobre todo, no se le puede captar, afirmándolo de la siguiente manera: “no podemos ni expresar con palabras ni alcanzar con el pensamiento a ese ser uno, desconocido, sobre toda sustancia, el Bien en sí mismo, que existe, digo la trina unidad, a la vez Dios, a la vez bueno”;[1] ante tales conclusiones termina el primer capítulo diciendo que “al que es causa de todas las cosas y está sobre todas ellas, le cuadra el carecer de nombre, y, a su vez, le cuadran todos los nombres de todas las cosas”.[2]
 
En el segundo capítulo se enlistan los nombres comunes a Dios que se contienen todos en la Sagrada Escritura: superbueno, supersustancia, hermoso, existente, entre otros, y se mencionan los nombres no comunes para su tiempo, esto son el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Termina este apartado hablando de la unidad y distinción de Dios, “se divide quedando una y se amplifica sin dejar de ser única, y de una que es, se multiplica, pero sin perder la unidad.[3]
 
En el siguiente capítulo coloca a la bondad como nombre divino privilegiado entre los demás, “Dios es bueno por su esencia, de tal suerte, que, como bien sustancial, comunica la bondad a todas las cosas”,[4] hace una analogía con el sol y sus rayos, el cuál comunica su luz porque la contiene, diciendo que Dios, que es inmensamente más que el sol, al ser bondad, emana sus ser bueno a todos. Siguiendo este ejemplo llama “al Bien con el nombre de ‘luz’[5] que crea, da vida, perfecciona, ordena y le da el apelativo de luz intelectual que ilumina toda ignorancia y tiniebla. Culmina esta parte haciendo alusión a Dios como bello que es sinónimo de bueno, “y se le llama bello, porque es de todo en todo bello y más que bello, porque siempre se mantiene bello en el mismo aspecto y de la misma manera”.[6] Dios es “ese Bien bello que trasciende todo estado y movimiento”.[7]
 
Trata el problema del bien y del mal y lo finaliza con una explicación sencilla, “la conclusión que queda es, por tanto, que el mal es una cierta debilidad y una defección del bien”; [8] Para Pseudo-Dionisio el mal es privación y defecto, carece de causa y de determinación, su existencia es accidental, no sustancial y se hace en atención a un bien, “Dios conoce al mal en cuanto bien y en El las causas de los males son fuerzas que producen el bien”.[9]
 
Continúa su exposición hablando de Dios como ente, diciendo que no pretende explicarlo sino, más bien, exaltar a la sustancia deificante; en repetidas ocasiones describe a Dios de maneras similares a esta: “«El que es» existe como causa sustancial supernatural de toda esencia posible, y es el productor del ente, de la existencia, de la persona, de la naturaleza”,[10] se refiere constantemente a Dios como el ser en sí, el ser más excelente que posee perfectamente el ser, el que ha hecho existir todo, el preexistente, “a propósito de Él se dice que «era» y «es» y «será» y también «ha sido hecho» o «se hace» y «se hará».[11]
 
Dios está por encima de toda sabiduría, Él posee la plenitud, y aunque la capacidad intelectiva del hombre puede comprender algunas cosas, para comprender a Dios es necesario no hacerlo al modo de los seres humanos, sino basándose en una unión con Él, pues así es como se transmiten los dones divinos. El Areopagita continúa hablando sobre la mente divina que conoce todo sin tener que aprenderlo, pues en sí misma los posee, siendo por el conocimiento de sí mismo que conoce lo demás. Se plantea el problema de cómo conocemos a Dios y afirma que no es por su naturaleza, sino por el orden que ha dejado en el universo en el que hay semejanzas e imágenes divinas; el conocimiento perfectísimo de Dios “se obtiene por la ignorancia”,[12] pues es más don que búsqueda personal, según Pseudo Dionisio hay que apartarse de todo y abrirse a recibir la sabiduría divina que proviene de Dios.

Se trata el tema de la semejanza con Dios y se dice que Él es desemejante, diverso de todas las cosas y nada es semejante a Él, pero esto no es contradicción para que el hombre se pueda parecer a Él, puesto que “Dios, que trasciende todas las cosas, en cuanto tal, no es semejante a ninguna cosa, sino que Él concede la semejanza divina a los que se vuelven a Él al tratar de imitarle”.[13]
 
Sigue escribiendo de Dios como el poder en sí, la vida en sí, el creador de la vida en sí, la paz en sí, la divinidad en sí, refiriéndose a Él como el único principio y causa de todas las cosas.

Culmina el escrito haciendo alusión a Dios como uno, en el que nada está fuera de Él, todo participa en el uno y este uno tiene unido todo. Cierra su intervención diciendo que “no hay posibilidad de asignarle un nombre o un concepto [a Dios], sino que se mantiene inaccesible a todos”, [14] incluso el mismo nombre de bondad no encierra todo lo que significa Dios, es por eso que se le otorga el nombre más venerado de todos, dice también que se está lejos de la verdad pero en la medida posible se busca conocer a Dios de diferentes maneras.

Bibliografía:
Fernández, Clemente S.I, Los filósofos Medievales, selección de textos, Tomo I, BAC, Madrid, 1979, p. 496-520.


[1] Fernández, Clemente, Los filósofos Medievales, selección de textos, Tomo I, BAC, Madrid, 1979, p. 498.
[2] Ibidem, p. 500.
[3] Ibidem, p. 501.
[4] Ibidem, p. 502.
[5] Ibidem, p. 503.
[6] Ibidem, p. 504.
[7] Ibidem, p. 505.
[8] Ibidem, p. 507.
[9] Ibidem, p. 506.
[10]Ibidem, p. 510.
[11]Ibidem, p. 511.
[12]Ibidem, p. 516.
[13]Ibidem.
[14] Ibidem, p. 520.

4 comentarios:

  1. ¿Para qué expone los nombres divinos Pseudo-Dionisio? Creo que lo hace para explicar tanto la naturaleza de Dios como para probar su existencia, ¿no? y ¿en qué o cómo se relaciona el hombre con Dios a través de estos nombres?
    Creo que podrías haber sacado más relaciones con la antropología en este tema.

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  2. El texto va dirigido a "un amigo" al que le expone detalladamente los nombres con que se llama a Dios. No se pretende decir la naturaleza de Dios porque eso es imposible para el hombre según el autor y según creo no es propiamente un texto apologetico.

    Pseudo Dionisio no se centra en el explicar a Dios en relación al hombre en este texto, más bien en cada uno de sus argumentos justifica lo que los teologos afirmaban sobre los nombres de Dios. Hablar del hombre en relación con estos nombres sería, en mi opinión forzar lo que el autor no está diciendo. Ciertamente se pueden deducir aspectos en relación con el hombre como el hecho de la semejanza de Dios y él, que se da por medio de la cercanía del mismo hombre con Dios, pero mayormente la relación de los nombres divinos con el hombre van en la linea de conocer la Sagrada Escritura y así intentar comprender a Dios para busca ser semejante a él, las demás cualidades y apelativos a Dios corresponen unicamente a Él.

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  3. De acuerdo a tu entrada veo que Dios esta en todo, pero no en lo especifico de algo, sino que es más. Lo abordas bien con una de tus citas: “Dios, que trasciende todas las cosas, en cuanto tal, no es semejante a ninguna cosa, sino que Él concede la semejanza divina a los que se vuelven a Él al tratar de imitarle” y dejas en claro la variedad de nombres que el hombre le pone a Dios, pero no como algo especifico.

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  4. ¿Dónde podría conseguir el texto original? Gracias.

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