Teófilo es perteneciente a la llamada escuela de Antioquía, fundada por Luciano y ya establecida a finales del siglo III. Esta escuela fue creciendo a la par de la de Alejandría y se considera una de las grandes escuelas orientales cristianas. La escuela de Antioquía se vio influenciada por el vasto movimiento económico, político y cultural que fluía de todo el mundo grecorromano. Antioquía es conocida, también, por ser el lugar en donde San Pablo se escondió a lo largo de sus travesías apostólicas y aunque, no solamente sirvió de apoyo a Pablo, sino que, también representó un apoyo para los cristianos de Oriente[1].
La escuela de Antioquía se vio más influenciada por el aristotelismo, y por esta situación tiende a una visión más realista y literal que la escuela de Alejandría.
Influenciado por este ambiente es en donde Teófilo escribe las obras que le conocemos que son Los tres libros a Autólico, escritos hacia el año 180, y otras más que están perdidas, como un comentario que hizo a los Evangelios.[2]
Si bien, Teófilo se convirtió al cristianismo ya en una edad madura gracias al estudio de las Sagradas Escrituras, evidentemente, tuvo una fuerte influencia y formación de la literatura pagana antes de convertirse. Se cree que Teófilo nació en un poblado cerca del río Éufrates, en los límites del imperio romano y del territorio persa. Sus padres eran paganos.[3]
Los datos que conocemos de él, son gracias al historiador Eusebio de Cesarea y aunque lo que conocemos es poco sabemos que fue el sexto obispo de Antioquía.
Trataremos ahora sobe Los tres libros a Autólico para presentar la aportación de Teófilo en la defensa de la creencia cristiana.
Los tres libros a Autólico son una apología que pretende dar respuestas firmes al mal entendimiento que presenta un antiguo amigo suyo: Autólico. Diversas fuentes ponen en duda la existencia de este amigo Autólico; unos comentan que fue una invención representando en ese personaje la postura de muchos hombres de saber, que no comprendían las creencias cristianas y por lo tanto las criticaban[4], aunque este punto no entra a discusión en este trabajo, sólo presento las distintas opiniones a las que me enfrenté al investigar sobre dicha obra.
En el primer libro Teófilo pide, al que le dice que le muestre a su Dios (refiriéndose a los paganos incrédulos), ojos del alma y oídos del corazón, puesto que con los ojos y los oídos del cuerpo se perciben tantas cosas que son siempre de la vida y de la tierra; éstos saben distinguir entre las diferencias que presentan los distintos elementos terrenales. Así es como los oídos del corazón y los ojos del alma tienen la facultad de poder ver a Dios. Teófilo se refiere sin duda a que Dios se puede conocer, no en su totalidad, pero sí por la buena disposición, es decir, con la voluntad de desvelar los ojos del alma segados por el pecado, por las malas acciones. Se entiende pues, que no cualquier hombre puede conocer a Dios y, para esto, hay que tener el alma como un espejo brillante, limpio de todas las acciones malas que se pudiesen hacer.[5] Dios no se manifiesta a los hombres que viven en el pecado, con esta premisa Teófilo argumenta la incomprensión de los hombres doctos pero que no entienden la creencia cristiana; solamente al acercarse a las Sagradas Escrituras, a su debido estudio y en la práctica de su voluntad es como Dios se manifiesta a los hombres que lo quieren conocer.
Con esta creencia es como nuestro defensor dirige toda su obra, y a partir de esta aclaración, va explicando a los hombres que no pueden conocer a Dios, cómo es, cuál es su forma. Teófilo cae en discursos verdaderamente hermosos acerca de cómo es Dios; se presenta a continuación un fragmento de esta obra
La forma de Dios es inefable e inexplicable, imposible de ser vista por ojos carnales. Porque Dios es, por su gloria, incomprensible; por su sabiduría, inigualable; por su bondad, inimitable; por su beneficencia, inenarrable. Porque si lo llamo Luz, nombro una hechura suya; si le llamo Palabra, nombro su principio; si le llamo Razón, nombro su inteligencia; si le llamo Espíritu, nombro su respiración [...] No tiene principio, porque es increado; inmutable, porque es inmortal.[6]
Esta forma de presentar a Dios es totalmente platónica puesto que lo que es Dios no puede ser comprensible a través de lo sensible, ya que si lo nombra de alguna manera, partiendo siempre de lo sensible, nombra sólo una parte de Él. Habla de la Palabra como su principio no en cuanto a que es creado por ella; se refiere a principio lo que le da sentido a Él, lo que está a lo largo de toda su existencia. Aunque después afirma que Dios no tiene principio, ahí se refiere en cuanto a que no es creado, esto se constata por la justificación que da el mismo autor en seguida. “No tiene principio, porque es increado”.
Dios es creador y al hombre lo ha hecho figura e imagen suya y a los astros y demás obras las ha creado “para servicio y servidumbre de los humanos”.[7]Está claro que Dios no puede ser visto por los ojos de los del cuerpo pero si puede ser comprendido y, de cierta forma visto, por medio de la contemplación de sus obras y por su providencia.
Teófilo, siempre hablando a su amigo Autólico, le ha explicado el porqué de su incomprensión hacia la forma de Dios, sabe que hay algo que impide contemplar a Dios y se lo recrimina: “Tú respiras el espíritu de Dios y, sin embargo, tú desconoces a Dios. Y esto te sucede por la ceguera de tu alma y el endurecimiento de tu corazón”.[8]
Bibliografía:
Fernández, Clemente, Los filósofos medievales I, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1979.
Llorca, P. Bernardino S. J., Historia de la Iglesia Católica I. Edad Antigua, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1955
Vives, Josep “Teófilo de Antioquía”, en www.mercaba.org/tesoro/427-14.htm , consultado el 19 de enero de 2011.
[1] Cfr. P. Bernardino Llorca, S. J., Historia de la Iglesia Católica I. Edad Antigua, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1955, pp.258-259.
[2] Cfr. Josep Vives, “Teófilo de Antioquía”, en www.mercaba.org/tesoro/427-14.htm , consultado el 19 de enero de 2011.
[3] Cfr. Moliné, “Teófilo de Antioquía”, en op.cit.
[4] Me refiero aquí, a la información que se encuentra del autor Loarte en www.mercaba.org/tesoro/427-14.htm cuando se refiere a cerca de la obra de Los tres libros a Autólico.
[5] Cfr. Teófilo de Antioquía, “Los tres libros a Autólico”, libro I, 2, en Clemente Fernández, Los filósofos medievales I, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1979, p. 27.
[6] Teófilo de Antioquía, “Los tres libros a Autólico”, libro I, 3, en op. cit., p. 28
[7] Ibidem, Libro I, 4, en op. cit.
[8] Ibidem, libro I, 7, en op. cit., p. 30.
En torno al conocimiento de Dios, me queda claro que, se puede conocer a Dios, pero no en su totalidad, pero si por buena disposición de la persona, con su voluntad. Ahora bien, me surge la cuestión, ¿voluntad y razón para Teófilo, no se pueden combinar, para llegar a un mejor conocimiento de Dios?.
ResponderEliminarMe parece que la voluntad y la razón son buenas compañeras para el conocimiento de Dios, tanto, que resultan necesarias para este conocimiento que se efectua de manera más eficaz en el estudio de las Sagradas Escrituras. Lo que aclara Teófilo es más bien cuestión platónica: Dios, por medio de lo sensible, no puede ser conocido en su totalidad.
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