miércoles, 26 de enero de 2011

San Agustín: Cartas

Carta a Nebridio

San Agustín dirige su carta a Nebridio, en la cual, dice que todo movimiento del alma produce huella en el cuerpo, pero se hace presente en nuestros sentidos, cuando los movimientos del alma son violentos “los movimientos del alma imprimen en el cuerpo, puede perseverar y formar una disposición o hábito”1. Continúa diciendo que, es manifiesto, que por el ejercicio llega nuestro pesado organismo a adquirir habilidades increíbles, pero cuando el alma encuentra dificultad habitual en el ejercicio de sus potencias o en la realización de sus deseos, aparece habitualmente enojada. Esto, se manifiesta en nuestro interior aunque nosotros no lo sintamos, así como no sentimos cómo un exceso de amargura nos arrastra a una ira violenta; porque la ira no es más que un deseo turbulento de suprimir los obstáculos que dificultan la acción fácil.

Concluye diciendo que, los médicos afirman que la ira aumenta la amargura y de este modo, lo que el alma produce en el cuerpo con sus movimientos servirá para conmoverla a ella misma de nuevo.

Carta a Paulina

La carta comienza con esta pregunta ¿bastará que digamos que la diferencia entre ver y creer consiste en que se ven las cosas presentes y se creen las futuras? Ante esta pregunta San Agustín dice que no hay duda alguna, pero siempre y cuando por cosas presentes se entienda las que se presentan al alma o al cuerpo. Ya que, así, vemos la luz con el sentido corporal, y veo mi voluntad porque se ofrece a los sentidos del alma y está presente en mi interior, pero si uno me quiere comunicar su alma, me es imposible, porque esa voluntad se esconde al sentido de mi alma y de mi cuerpo; por eso creo y no veo. Se ven las cosas que se presentan a los sentidos del cuerpo o del alma, mediante nuestros sentidos: ver, oír, oler, gustar y tocar. Aunque en el sentido de la vista se diga “mira cómo suena, mira cómo huele, mira qué sabor tiene, mira qué caliente está”2, esas no se cuentan entre las cosas que se creen, sino en las que se ven, porque son conocidas no por la fe que prestamos a otros sentidos, sino porque recordamos y sabemos que sin duda las vimos.

Nuestra ciencia consta de cosas vistas y creídas, un ejemplo sería: el de un hombre que cree que Cristo ha resucitado de entre los muertos. El hombre ve y cree lo que cree y distingue bien las dos cosas. Ve su misma fe, por la que responde sin dudar que cree. Ve su voluntad por la que acepta la religión. Por esto, las Escrituras pertenecen a los objetos que se ven con los ojos del cuerpo, si las lee, o con los oídos, si las oye.

San Agustín dice al final, que las cosas que con fe creemos distan tanto de la mirada de nuestros ojos, cuanto dista el cuerpo “nadie sabe lo que se obra en el hombre sino el espíritu del hombre que en él está”3

Carta a Jerónimo

San Agustín adelanta su persuasión de que el alma es incorpórea. Si se denomina cuerpo a toda substancia, esencia, a aquello que está en sí mismo, el alma es un cuerpo, pero si entendemos lo que está situado o se mueve en un lugar espacial con longitud, altura, que ocupa un lugar en el espacio, entonces el alma no es un cuerpo “si al alma se le llama cuerpo, no es un cuerpo como lo son la tierra, el aire, el agua, y el éter”4, porque estos ocupan mayor espacio cuando son mayores y menores espacios cuando son menores, y estos cuerpos corresponde al espacio.

Concluye que, ya sea corpórea o incorpórea el alma, el alma tiene su naturaleza propia, creada de una substancia más excelente que todos estos elementos de la mole mundana, el alma no puede ser representada, porque el alma se la entiende con la mente y se siente con la vida.


Bibliografía:

Fernández, Clemente, S. I, Los Filósofos Medievales, selección de textos, “Agustín, Cartas”, BAC, Madrid, 1979, Tomo I, págs. 491-495.

1Agustín, Cartas, “carta a Nebridio”, BAC, Madrid, 1979, Tomo I, carta 9, § 3.

2Ibídem, “carta a Paulina”, carta 147, § 7

3Ibídem, § 11.

4Ibídem, “carta a Jerónimo”, carta 166, § 4.

3 comentarios:

  1. Que tal Hector me parece interesante tu trabajo, aunque hay una duda que me ha quedado;
    las cartas que presentas ¿a quién se las dirige?
    yo sé que das los nombres pero no das ningún dato sobre quiénes fueron probablemente, por lo menos. También sería interesante que me dijeras por qué motivo se las dirige para poder tener idea de la intención de San Agustín al escribir dichas cartas.

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  2. Hay una cierta analogía de lo que dice Agustín con respecto a las ideas platónicas entre creer y saber, y cómo deben ser conducidas hacia la vida para alcanzar la verdadera Sabiduría, que para S. Agustín es Dios. Sin embargo,desde mi punto de vista, existe una contradicción en lo que dices, pues no me queda claro entre ver y creer, en cuanto mencionas que, el oler, no se encuentra en las cosas que se creen sino en las que se ve.

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  3. Muy buen trabajo sobre el alma y su relación con el cuerpo, pero me quedan unas dudas:
    Como definirías las impresiones del alma en el cuerpo, ¿son tanto positivas como negativas?
    Si las cosas de la fe distan tanto de lo que percibimos, ¿cómo y por qué sabemos si son ciertas o se ajustan a la realidad?
    ¿Cómo es la substancia del alma que expones en tu trabajo?, ya que es espiritual y por lo tanto inmaterial e insubstancial, es solo forma pura.

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