jueves, 20 de enero de 2011

Contra los académicos de Agustín de Hipona

Agustin de Hipona, nacido en Tagaste, Numidia (354-430), quiso plasmar en su obra, Contra los acdémicos, con ayuda de sus amigos Licencio y Trigesio, el argumento sobre qué es la verdad y por qué los académicos lo refutaban.

En un primer esquema, a Agustín de Hipona, en reunión, le parece oportuno comenzar preguntándoles a sus amigos su parecer acerca del conocimiento de la verdad: “...aun sin poseer la verdad podemos ser felices, ¿Creéis que será necesario su conocimiento?”[1]

La cuestión de la verdad sigue replanteada. Agustín de Hipona hace su intervención sólo como árbitro en la conversación. Aunque tiene su intervención de forma directa en el momento que se está encontrando la definición de la verdad. Sigue el tema del error, caso curioso al definir: “el hombre feliz no puede errar”[2], sin embargo, tratar de encontrar el error se vuelve un caso complejo, pues es más fácil definirlo. Si una persona se dedica a la investigación, en cierto sentido, para no errar, no se salva del error, al no alcanzar lo que se busca, porque llega a ver los límites después de entrar en el proceso de búsqueda de la verdad.

Además, el error es necesario para comprender dicha investigación. Lo cual, lleva a buscar siempre la verdad, ya que “no puede aprobar cosa falsa el que no aprueba nada”[3] porque insta al hombre a buscar siempre la verdad sin llegar a su hallazgo. No obstante, esta misma puede compaginarse con la felicidad del hombre. Es imposible si busca pero encuentra nada, porque van de por medio las razones e incluso la edad. Si bien, en el recorrido que hace la persona, ya va en él no cesár de buscar, más para conseguir lo que quiere encontrar.

Antes de llegar al punto de los académicos, Agustín de Hipona, en la conversación, aporta la definición de la sabiduría. Aquí surge esta interrogante como petición al diálogo que se entabla. Pero, no puede descender la sabiduría como defensa; añade “que no por ella misma, sino por el hecho de que no hay adversario que temer”[4]. Por el contrario, la sabiduría se vuelve aquí, un deseo por parte de Trigesio y Licencio en ayuda de sus argumentos, olvidándose de la definición. Por lo que la definición no es nueva, viene ya antiguamente. Con ella, se van sirviendo algunos hombres en la búsqueda de la verdad.

Con el párrafo anterior, la sabiduría se ve implicada como tema controversial. En la doctrina de los académicos, sostienen que: “el hombre no puede conseguir la ciencia de las cosas tocantes a la filosofía, no obstante, el hombre puede ser sabio, y toda su misión consiste en investigar la verdad...”[5], de esto resulta que ellos no solo creen que el hombre es sabio sino que el sabio no da su asentimiento a ninguna cosa, desafortunadamente no da pié a las cosas inciertas.

Mas aún, aparte de establecer sus tesis con muchas afirmaciones, tambien apoyan sus deducciones en el estoico Zenón (335-263, oriundo de la isla de Chipre)[6], donde su definición de sabio la define en la persona que fuese capaz de conducir del mejor modo su existencia. Y en la comprensión de la verdad: “solo puede tenerse por verdadera aquella representación que es impresa en el alma por el objeto mismo de donde se origina...”[7]por lo que el sabio solo debe atenerse a no aprobar nada.

Se acarrearon cierta hostilidad al pintar a su sabio como la persona que “nada debe afirmar, como condenado a perpetua soñolencia y deserción de todos sus deberes”[8]. Con esto no dan niguna afirmación propia y se refugian en esas palabras que según ellos están cargadas de muy buena argumentación. Aunque no queda claro, ya que no dan una definición de la verdad, si la dan, no se encuentra más que la palabra verosimilitud en sus tesis, como también en lo que el sabio realize, pero la verdad sigue escondida y confusa.

Los académicos ya tienen cierta antigüedad, pero la escisión de la nueva academia ya contenía su fundamento, pero que dió un cambio al ir apropiándose de las nuevas aportaciones de Zenón. Los filósofos como Sócrates, Platón y otros antiguos creyeron que “uno puede inmunizarse contra el error en cuanto evita la temeridado en dar su asentimiento”[9], mas nunca introdujeron la discusión en busca de la verdad, o si era posible su percepción o no.

Por su parte, Zenón lanzó el problema de que “nada puede percibirse sino aquello que de tal manera es verdadero, que se distingue de lo falso... y el sabio no debía abrazar opiniones”[10]. Con esto no hay mas que una sola conclusión, que la verdad no solo se encuentra en la opinión y el sabio no debe asentirse a ninguna cosa. Por que parece que no puede descubrirse la verdad, si no puede percibirla, entonces no puede hallar la verdad, desafortunadamente, se tiende a no atreverse a buscar lo que no está al alcanze, por el simple hecho de dejarse guiar por una idea.

Dice el académico. “todas las cosas que yo he creído llamar verosímiles o probables[11]. Esto le lleva a quedarse en cierto rezago y no impulsa a seguir la búsqueda, sino que los detiene, mientras que a Agustín de Hipona y a sus amigos les mueve a obrar, siendo conscientes de su ignorancia al tema de la verdad. Aquí el sabio debe volverse “averiguador de la verdad, no artífice de las palabras”[12].

Existe la divinidad de un divino socorro para conocer la verdad. Alipio, cuyo personaje es a quien manifiesta este escrito, expresó en comentario de Agustín de Hipona que “sólo algún divino numen puede manifestar al hombre lo que es la verdad”[13]. Esto tiene relación con la divinidad, pero no escapa de que pueda volverse una ficción, una falsa apariencia. Se vuelven imágenes que seducen e ilusionan, aun teniendo “la verdad en las manos”[14]. Pero no permiten el conocer y seguir buscando la verdad.

“Niegan los académicos que pueda saberse algo”[15] y se apoyan en la definición de Zenón, sin embargo, se encuentra la contradicción de que si es verdad lo que afirman, entonces el mismo hombre no puede alcanzar la sabiduría y sostendría que el sabio no sabe el “porqué vive, cómo vive, a la par es sabio e ignora la sabiduría”[16]. Pero en vista de que puede suscitar problemas, es la misma sabiduría con la que se puede inducir a los hombres a filosofar.

Finalmente, Agustín de Hipona manifiesta la certeza de la dialéctica, “...ciertamente conoce bien el sabio, y nadie puede saber lo falso, sino la conoce su conocimiento no pertenece a la sabiduría”[17], y parte de esta frase porque le atribuye que la forma de acercarse a los conocimientos fue a través de ella, así también le enseñó las verdades, sobretodo las proposiciones que se mencioinan en el escrito, en forma general, se han mencionado. Esto a partir de las oposiciones que se manifiestan en los académicos, pero queda algo afirmativo, que “cuando hay armonía sobre las cosas de que se disputa, no debe porfiarse acerca de las palabras...t{omese lo que se puede comprender: déjese lo que no puede explicarse”[18].

Biliografía:

· Clemente, Fernández, Los filósofos medievales Tomo I, BAC, Madrid 1979. 753 pp.

· Francisco Larroyo, Sistemas e historias de las doctrinas filosóficas, Porrúa, México 1968.

798 pp.



[1] Fernández, Clemente, Los filósofos medievales Tomo I, BAC, Madrid 1979. p.139

[2] Ibid. p.143

[3] Ibid. p. 144

[4] Ibid p.146

[5] Ibid. p. 146

[6] Larroyo Francisco, Sistemas e historias de las doctrinas filosóficas, Porrúa, México 1968. p.280

[7] Fernandez Clemente, p. 147

[8] Ibid. p. 147

[9] Ibid p. 148

[10] Ibid p. 148

[11] Ibid p. 149

[12] Ibid p. 148

[13] Ibid p. 151

[14] Ibid p. 151

[15] Ibid p. 151

[16] Ibid p. 152

[17] Ibid p. 155

[18] Ibid p. 156

4 comentarios:

  1. Trata muy bien sobre la verdad y sobre el hombre, pero no veo claramente una implicación social o política, que siento debe haber en esta discusión. ¿no encontraste algo al respecto?

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  2. Me parece interesante tu aportación aunque me queda una duda: se que los académicos se basan en el pensamiento de Zenón por lo que explicas, y se que Agustín se basa en Platón, la cuestión es ¿a qué se refiere Agustín con que se puede conocer la verdad, teniendo en cuenta su postura platónica?

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  4. Sobre si vale la pena conocer la verdad, no queda muy clara la propuesta de Agustín, solo lo mencionas al principio, pero al final no concluyes eso.
    Respecto a la sabiduría, dices que Agustín la definió pero no presentas esa definición, lo cual sería muy bueno para entender mejor su diálogo con los académicos.

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