Atenágoras, junto con Arístides, Justino, Melitón, Taciano y Teófilo de Antioquía, son considerados como los primeros pensadores cristianos apologetas que defendieron el cristianismo contra los ataques del paganismo, e incluso éstos con argumentos filosóficos trataban de demostrar al imperio romano que el cristianismo tenía derecho de existir entre los cultos que se tenían.[1] Sin embargo de Atenágoras, filosofo griego ateniense del S. II convertido al catolicismo, poco podemos conocer de su vida, debido a que no se conservaron datos específicos sobre ésta, pero de lo que se puede saber destacan dos obras, una de ellas es la Apología en favor de los cristianos escrita en el 177 d. C., que envió a los emperadores Marco Aurelio y Lucio Aurelio Cómodo, con la intención de defender al cristianismo de tres acusaciones: la primera consistía en que se les tachaba de ateos debido a que no rendían culto a los dioses del imperio; la segunda hacía referencia a la práctica del canibalismo dentro del culto cristiano; la última acusación afirmaba que los cristianos se entregaban a relaciones incestuosas.[2] La otra obra es el tratado Sobre la resurrección de los muertos.
Las ideas que planteaba Atenágoras dentro de esta última obra que elaboro también contra los paganos, resaltan de manera teológica y apologética, a diferencia de los otros apologetas, la importancia de “que Dios, que forma la materia, debe trascender a ésta”,[3] de tal forma que el cuerpo que es materia, es trascendente y no corruptible, como algunos otros apologetas afirmaban. En efecto a partir de esta concepción, sobre la materia que constituye al hombre, el cuerpo, quisiera presentar un análisis sobre esta obra ya mencionada, en donde se plantea este problema de la trascendencia tanto del cuerpo como del alma.
El problema dentro del comienzo de este texto hace referencia a que Dios que es el creador del hombre hace posible que el cuerpo que ha perdido la vida pueda resucitar junto con el alma, gracias a que la voluntad de Dios consiste en que todos los hombres se salven íntegramente. De esta manera, Atenágoras se da a la tarea de reforzar la fe en los cristianos especificando filosóficamente que la “naturaleza humana consta de alma inmortal y de cuerpo que se le adaptó a esta alma en el momento de la creación”,[4] por lo tanto el cuerpo en esta adaptación es también parte de la trascendencia del alma, de tal forma que estos dos elementos del hombre forman una unidad en la vida y posteriormente también después de la muerte, y solamente los hombres están compuestos de esta manera, porque los otros seres vivos, no fueron dotados al igual que el hombre de “inteligencia y razón para discernimiento de lo inteligible, y no sólo de las sustancias, sino también de la bondad, sabiduría y justicia del Dador”.[5] Sin embargo gracias a este reconocimiento superior que no se les ha otorgado a los animales, el hombre tiene la tarea de cumplir la voluntad de su creador, discerniendo en el obrar correctamente, de esta manera, alma y cuerpo deben cuidarse para que ambas trasciendan resucitando.
En este cuidado de las acciones del hombre, Atenágoras toca otro tema con el fin de invitar a la persona a cuidar su forma de vida. Por este motivo presenta y afirma que el cuerpo cuando sufre absteniéndose de los impulsos, las pasiones y las malas obras en vida, por mantenerse rectamente en los mandamientos de Dios, es recompensado con la resurrección, ya que si fuera lo contrario, vano sería este esfuerzo de renuncia que hace el cuerpo a sus instintos, porque el único premio que se ganaría, el de la trascendencia, estaría en manos del alma y no de aquel que padeció para lograr este fin. Al igual se plantea que si el hombre se entregara a todos los impulsos de su cuerpo, no pasaría nada, ni habría un castigo para el alma por tales acciones, debido a que ésta no teniendo esa capacidad de dominar al cuerpo y no teniendo contacto directo con el mal, es víctima de las malas acciones, además porque “el alma en muchos casos gozará de cierta indulgencia por ciertos pecados a que la arrastro la debilidad y necesidad del cuerpo”.[6] Por lo tanto, Atenágoras después de que reflexiona sobre el fin del hombre, dice que no puede haber justicia a la hora de juzgar alma y cuerpo, añadiendo también que no puede haber un castigo tan severo para el que cometió maldad en esta vida, de tal manera que se cuestiona diciendo - “¿dónde estará la justicia, si se juzga alma sola en cosas en que el cuerpo siente primero la pasión y es éste quien arrastra al ama a la participación de pasión y comunicación de acciones que satisfacen sus necesidades?”.[7]
En efecto, Atenágoras llega a la conclusión de que el alma sufre a causa de los desvíos del cuerpo, porque el alma por naturaleza es buena debido a que es creación de la bondad absoluta, sin embargo, este pensador se da cuenta y destaca la idea de que Dios que es justo, quien ha mirado todas las obras de los hombres en vida, hace un juicio sobre las acciones del hombre en referencia a esta capacidad racional que le dio para diferenciar lo bueno de lo malo, de tal manera que el hombre en esta vida debe aprender a vivir del alma, no del cuerpo, porque este arrastra al pecado.
Por último, Atenágoras, dice que el fin del hombre como ya se ha dicho en un principio es llegar a la resurrección del alma y cuerpo, porque no “puede ser fin del hombre la felicidad del alma separada del cuerpo”,[8] sino de lo contrario alma y cuerpo encuentran su fin cuidándose una al otro, para que ambos lleguen al premio concedido por Dios a los que obran justamente, de tal manera que la trascendencia no es solo del alma sino también de la materia que constituye al hombre. Y aunque el cuerpo que no resucita inmediatamente, éste es esperado por el alma, para lograr la complementariedad que Dios desea para el hombre, cuando llegue el fin de los tiempos, de esta manera se dice que “el hombre no es simplemente un alma que utilice un cuerpo”.[9]
Bibliografía
· Copleston, Frederick, “El período Patrístico”, en Historia de la filosofía, t. II [trad. del inglés de Juan Manuel García de la Mora], Ariel, México, 1987, pp. 17-20.
· Atenágoras, “Sobre la resurrección de los muertos”, en Fernández, Clemente, Los Filósofos Medievales Selección de Textos, t. I, BAC, Madrid, 1979, pp. 15-25.
[1] Cfr. Copleston, Frederick, “El período Patrístico”, en Historia de la filosofía, t. II [trad. del inglés de Juan Manuel García de la Mora], Ariel, México, 1987, p. 17.
[2] Cfr., Ibid., p. 19
[3] Ibid., p. 20
[4] Atenágoras, “Sobre la resurrección de los muertos”, en Fernández, Clemente, Los Filósofos Medievales Selección de Textos, t. I, BAC, Madrid, 1979, pp. 16-17.
[5] Ibid., p. 17
[6] Ibid., p. 21
[7] Idem
[8] Ibid., p. 24
[9] Op. cit., F. Copleston, p. 20
Me parece interesante el tema que Atenágoras señala en su tratado. Sólo me surgió una cuestión. El lugar destinado para la razón humana, que señala lo que está bien o está mal, ¿se encuentra en el alma o en el cuerpo del hombre?
ResponderEliminarEs muy variado los temas que trata Atenágoras para la defensa de los cristianos, pues expone la ética del cristiano, la trascendencia del ser según sus acciones y la idea que tenía para explicar primitivamente, acerca de cómo adquirió el conocimiento el hombre. Pero me deja en tensión acerca de cuál es la función del alma y porqué se menciona que Dios debe trascender al cuerpo y luego se comenta que el cuerpo ya es trascendente.
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ResponderEliminarEl trabajo, en general es bueno, me parece que has reflejado el aspecto antropológico, tal como lo expresas que el autor definió. Habría que resaltar que funciones le ocurren al cuerpo cuando éste se desprende del alma, y porqué se enfoca solo a la trascendencia el autor.
ResponderEliminarAtenágoras, sobre la resurrección de los muertos.
ResponderEliminarMe parece interesante la forma en que se trata de buscar la trascendencia del cuerpo y no sólo del alma, aun que Atenágoras sigue dando un poco más de importancia al alma, pues dice que el cuerpo es conforme al alma.
En referencia a la necesidad del buen comportamiento que debe de tener el alma y el cuerpo para resucitar, ¿es posible que a causa de mal comportamiento, el alma o el cuerpo no puedan resucitar ambas?.
Es una buena síntesis pero no logro encontrar un momento en el que puntualices en la metafísica, ontología, ética, política, sociedad. Encuentro claramente un ontenido fuerte de antropología, en particular cuando se habla de la necesidad de la dualidad para alcanzar la resurección.