miércoles, 25 de enero de 2012

San Agustín, Las confesiones, libro Primero

 

En la presente aportación se dará a conocer la experiencia religiosa que tuvo san Agustín pasando según él, de una vida errante a una vida llena de gracia y de amor. Dicha conversión la expresa en el libro de las Confesiones donde da a conocer su total y radical conversión. Ahora bien, en el escrito del primer libro sólo menciona una de sus etapas de vida, en la cual san Agustín confiesa los vicios, pecados de su infancia y de su perecía; y sobre todo da gracias a Dios por los beneficios que ha recibido. Cabe mencionar que tal santo es considerado como uno de los teólogos latinos más importantes dentro de la Iglesia católica.

En un primer momento san Agustín da a conocer la grandeza y majestad de Dios mencionando que el Señor es digno de alabanza y grande es su poder e infinita su sabiduría en toda la tierra. Pero solamente el hombre que busca a Dios podrá hallarlo y así alabarlo, teniendo en cuenta que Dios se encuentra en el hombre y el hombre en Dios. En efecto, Dios está en todas partes manifestando su majestad y perfección. Ante esta situación Agustín pide a Dios todo poderoso perdón por sus pecados especialmente cuando era niño:

Sedme propicio, Dios mío, y aplacad vuestro enojo los pecados de los hombres. El que sea un pecador el que os invoca, tenéis misericordia de él, porque vos hicisteis al hombre, pero no su pecado”.[1]

Con la frase ya mencionada, Agustín piensa que nadie está limpio de pecado, aunque sea un infante recién nacido. En efecto, con ello da a entender que todo hombre por naturaleza tiende a pecar no importando su condición. Por ello es mejor pedir perdón a Dios de todo pecado y alabarle con el corazón.

Ahora bien, el gran santo marca explícitamente los momentos de su niñez y de la puericia, la cual es un cambio que se da en la persona, es decir, dejar de ser niño para ser un adolescente. Durante el periodo de la puericia Agustín va marcando las experiencias que lo alejaron de Dios por su comportamiento y su forma de ser con los demás, por ejemplo con sus padres, maestros y amigos. Por ello menciona que: “es cierto que yo pecaba, Dios y Señor mío, autor y ordenador de todas las criaturas (aunque de los pecados solamente ordenador, mas no autor), es cierto que yo pecaba, obrando contra lo que me mandaban mis padres y maestros”[2]. De acuerdo a esta confesión Agustín le pide misericordia a Dios por las contrariedades y que lo libre de todo mal.

Así pues, el gran santo da gracias a Dios por todo lo que ha podido vivir aunque sea en un camino errante, pero cuando lo logró conocer tuvo que arrepentirse de todo lo que realizó durante su niñez y adolescencia. Entre tanto san Agustín conforme a su experiencia expresa desde su corazón las palabras: “yo he buscado, Señor, y siempre he de buscar la luz de tu rostro pues muy lejos está de ver, los que siguen la ciega oscuridad de sus pasiones”.[3]

Como se sabe San Agustín de Hipona es uno de los teólogos latinos más destacados de la Iglesia católica por su aporte filosófico que ha dado. También se puede decir que durante su niñez no pudo profundizar ni conocer el amor y misericordia infinita de Dios, sin embargo el Señor estuvo en todo momento con él aunque él no lo sintiera. También se puede decir que tuvo una conversión radical sustentada por Dios, el cual está en él y él en Dios. En conclusión se puede decir que san Agustín tuvo un proceso de conversión durante las etapas de su vida que lo llevó hacia la persona de Dios.

                                                 

Bibliografía:

Agustín de Hipona, Libro de las confesiones, libro primero, Editorial Éxodo, México, D. F; 2005, pp.13-38.


[1] Agustín de Hipona, Libro de las confesiones, libro primero, Editorial Éxodo, México, D. F; 2005, pág.16.

[2] Ibídem. Cap.1, pág.23

[3] Ibídem. Cap.1, pág.30

2 comentarios:

  1. Me parece importante destacar, que San Agustín al inicio de su vida, como él mismo lo menciona tuvo una vida errante, pero no por ello, nunca dejo de buscar la verdad, verdad misma que se haya en Dios. Aunque su vida fue disoluta al inicio, en parte siempre estuvo en esta búsqueda por Dios de una manera inconsciente. Cierto es que la naturaleza del hombre es limitada, y por lo cual concupiscible, es decir, inclinada al pecado, pero no por ello se debe de quedar el hombre ahí en el error, sino que debe de levantarse y seguir adelante, continuar con la búsqueda ya emprendida de Dios, el cual perdona siempre y en cada momento, y al cual lo podremos encontrar en lo profundo de nuestra persona, pues como él lo dice “Dios está en el hombre, y en el hombre está Dios” y el que “busca a Dios podrá encontrarlo.”

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  2. El primer libro dentro de las confesiones de san Agustín es importante, ya que nos pone a la entrada de lo que pretende plasmar en dicha obra, por lo tanto es aquí donde verificamos la intencionalidad del neoplatónico dentro de su vida y obra la cual es dar testimonio de su conversión, no sin antes describir la génesis de aquel hombre que debe ser renovado mediante el emprendimiento de un andar por la vía de la razón en búsqueda de un ser superior y el conocimiento de la verdad. "Entender para creer, creer para entender".

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