miércoles, 25 de enero de 2012

Agustín de Hipona, Confesiones. Una descripción breve del libro IV


A lo largo de este libro Agustín se presenta de manera polifacética, primeramente como un hombre que pervierte a otras personas, en un segundo momento aparece como un hombre sumamente ingenioso para lograr sus cometidos, aunque también se revela como un hombre fiel hacia su mujer, así mismo nos muestra el lado sensible de su persona que se conmueve profundamente a la muerte de su amigo.

Enseñaba yo en aquel tiempo la retórica, y vendía aquel arte de elocuencia que sabe vencer y dominar los corazones, siendo al enseñarla vencido y dominado yo de la codicia…En aquel mismo tiempo tenía yo una mujer, no que fuese mía por legítimo matrimonio, sino buscada por el vago ardor juvenil escaso de prudencia; pero era una sola, y le guardaba también fidelidad… [1]

Podemos con claridad ver a un Agustín que gozaba de una grandiosa facultad intelectiva, al tiempo en que se describe débil a las pasiones, bastante alejado de la imagen que la mayoría de las personas conoce del ahora santo, es sin duda durante estos relatos, donde confrontándose, eleva su oración al Señor. No es una descripción únicamente, poco a poco el lector nota con facilidad que en cada episodio biográfico se adjunta una serie de oraciones en las que reconoce sus errores, pide perdón por ello y de modo alguno es motivo de alabanza a Dios, tal como lo declara en el momento en que muere su amigo.

Luego al punto que pude hablarle… intenté burlarme del bautismo que le habían dado cuando se hallaba muy lejos de tener conocimiento ni sentido… más luego que oyó mi burla, me mostró tanto horror como si fuera yo su mayor enemigo…

Más ahora, Señor, ya que pasaron todas aquellas cosas, y con el tiempo se me ha mitigado el dolor de aquella herida, ¿podré escuchar de Vos que sois la verdad eterna, y aplicar los oídos de mi alma a vuestra boca, para que me digáis por qué el llanto es gustoso a los desventurados y afligidos?...y no nos quedará siquiera el consuelo de la esperanza, si no llegaran a vuestros oídos nuestras lágrimas. [2]

Tal situación lo pone en una posición bastante penosa, logra describir la manera en la cual poco a poco comienza a sentir la pérdida de sentido por la vida, pero sentimiento copioso es el que le acompaña ya que le teme a la muerte, como él mismo relata, quizá es porque junto a su amigo eran una sola alma que habitaba en dos cuerpos distintos, por lo que no necesitaba seguir viviendo si se encontraba incompleto, sin embargo no quería morir por miedo a que desapareciera aquella otra parte que aún conservaba de su amigo. Esta situación da pie a una profunda reflexión sobre las cosas creadas por Dios y el verdadero sentido del amor hacia las criaturas, amor que se encuentra auténtico únicamente si en ellas se ama a su creador.

Por otro lado, es preciso señalar que continuó reflexionando acerca del amor por las criaturas mismas dándose cuenta que siendo cosas de aquí “abajo” valen mucho menos que las de “arriba”, describe así el apego a todas las cosas que no eran de Dios, como cuando narra su fascinación por un tal orador de nombre Hierio, a quien no sólo admiraba puesto que llegó incluso a dedicarle algunas de sus obras como; de lo Hermoso y lo Conveniente, pero ¿cómo poner atención en lo de allá arriba? Destaca aquí su ignorancia por las cosas del alma a pesar de su gran erudición (que percibe como un don de Dios) de la que hacía gala sin esfuerzo significativo, puesto que le bastaba tener algún libro en sus manos, como los de Aristóteles, para entenderlos y posteriormente explicarlos sin ayuda de otro hombre, sin embargo reconoce su limitación y asevera que el conocimiento de las cosas del alma sólo las alcanza por medio de la voluntad de Dios, es decir que él mismo es quien ilumina su conocimiento.

Vos, Señor mío y mi Dios, sois esta luz que ilustrará mi entendimiento, y con vuestra luz se desharán sus tinieblas; pues nada tenemos sino lo que hemos recibido y participado de vuestra plenitud. Vos sois la verdadera luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo, porque ni en Vos puede haber la más leve mutación ni la más instantánea obscuridad.[3]

Bibliografía.

De Hipona Agustín, Confesiones, IV, Éxodo, México, D.F. 2005



[1] De Hipona Agustín, Confesiones, IV, Éxodo, México, D.F. 2005 p. 80

[2] Idem. 84-86

[3] Idem. 97

1 comentario:

  1. Me parece que es importante destacar este aporte, porque relata el hecho que para Agustín fue decisivo en su conversión: la muerte de su amigo. Sin embargo más allá del hacho mismo, lo que refleja, Agustín, con sus palabras es la incomprensión del paso a la muerte que todo hombre realiza, y aunque se nota que buscó explicar la muerte desde las teorías platónicas, se ve que no fue suficiente pensar en el mundo de las ideas porque seguía creyendo que el alma se destruía después de la muerte, cuestión que cambia al asumir el pensamiento cristiano.

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