San Agustín en este libro, pretende recordar las caídas que cometió en su juventud, las corrupciones carnales de su alma. Él las escribe no porque las ame o se sienta orgulloso de haberlas cometido, sino que las pone aquí por un ideal más alto, el amor a Dios, para saborear las delicias no engañosas de Él, delicias felices y seguras.
Dice San Agustín que el “poderío de Dios esta muy cerca de nosotros, hasta cuando nosotros estamos lejos de Él,”[1] por lo cual Dios continua llamándonos en cada instante, incluso en los momentos en que nosotros nos hacemos sordos a su voz. Y cómo escuchar esa voz de Dios, una respuesta que nos comparte Agustín consiste en que, “Es bueno para el hombre no tocar mujer,”[2] ya que quien no lo ha hecho, piensa en las cosas de Dios y en agradarlo sólo a Él.
Agustín escribe que cuando tenía dieciséis años de edad, sus estudios se vieron interrumpidos debido a la falta de recursos. Libre así de la escuela, permaneció con sus padres, fue entonces el momento en donde “las espinas de las pasiones se elevaron por encima de mi cabeza, sin que hubiese allí una mano para arrancarlas.”[3] En ese tiempo Agustín se hizo de varios amigos, y durante el tiempo en que convivía con ellos sentía vergüenza de él, pues ellos alababan las villanías que habían cometido, y entre más infames fueran, más las glorificaban, por lo tanto, Agustín por temor a los reproches, se volvió vicioso junto con ellos, e ingeniaba crímenes que no había cometido, para así igualarse a ellos, y no ser relegado del grupo.
Los nuevos amigos de Agustín lo hacían que se dispersara a voluntad de mil pasiones, “el enemigo invisible me hacia caer a sus pies, y me seducía, a mí, tan fácil de seducir.”[4] Agustín por incentiva de sus amigos es inducido a robar, y él lo realiza, pero no roba empujado por la necesidad, ya que de lo robado él tenía en abundancia y de mejor calidad, roba simplemente por el gusto del robo mismo y del pecado, del que él quería gozar.
Lo anterior hace caer a Agustín al pecado, gracias a una “… inclinación desordenada hacia bienes que son de calidad inferior, abandonando bienes mejores y más altos, como tu Señor, nuestro Dios.”[5] Aunque Agustín cometió ese pecado y más en la juventud, cuando se ha convertido termina amándolos junto con sus amigos, que lo ayudaron a cometerlo, porque sólo así, fue apto de experimentar la misericordia y el amor de Dios, y de dar gracias exaltando su santo nombre, por haberle perdonado tantos actos malos y criminales.
Los actos que cometió Agustín en su adolescencia son realmente puntos clave para encontrarse con el gran amor misericordioso de Dios, “He desertado lejos de ti, he ido errante, Dios mío, demasiado lejos de tu apoyo,”[6] pero son precisamente esos actos que cometió en el pasado, lo que en un futuro le permitirán acercarse a Dios más plena e íntimamente. A manera de conclusión de esta lectura, infiero en que realmente todo lo que cometemos, tiene un significado más alto, una razón última que debe ser descubierta por medio de la reflexión y el diálogo interior con uno mismo, lo que realizamos va más allá del simple fenómeno.
El pecado en algunas ocasiones es un medio para poder experimentar existencialmente la gracia y el amor de Dios.
Bibliografía.
San Agustín, Las Confesiones, Barcelona, Editorial Juventud, 1968, pp. 360.
[1] San Agustín, Las Confesiones, Barcelona, Editorial Juventud, 1968, p. 40.
[2] Idem.
[3] Ibidem, p. 42.
[4] Ibidem, p. 43.
[5] Ibidem, p. 45.
[6] Ibidem, p. 50.
Dentro del trabajo que estamos realizando como grupo, es evidente el camino procesual que estamos haciendo dentro de la vida de San Agustín. Concretamente en el apartado que desarrollaste, resalto la experiencia personal que hace de encuentro con Dios, no el momento, sino resultado de una reflexión que hace después en su vida ya desde una óptica madura en su vida. Aspectos que hacen ver el conocimiento filosófico que tiene, el cual le lleva a definir con mayor claridad los elementos que convergen en la verdad. Gracias por tu aportación.
ResponderEliminarEntendiendo que se trata de un texto con un tinte muy teológico, me parece importante rescatar el aspecto filosófico del mismo. Me resulta muy interesante como Agustín de Hipona, el filósofo, ofrece, en este texto su concepción y su visión de Dios. Para él es ese ser trascendente en quien converge todo bien, es más, Él es el Bien mayor. Por lo que hacia Él debemos orientar toda nuestra vida, y no hacia los bienes inferiores. En este sentido, creo que el Dios cristiano, es el Absoluto, y en Él está nuestro Bien y nuestra Felicidad plena. Muchas gracias Jorge por tu aportación filosófica y teológica
ResponderEliminarEstoy de acuerdo contigo cuando mencionas que el pecado hace que el hombre se pueda acercar a Dios, sólo a través de la confesión. Pienso que tu aportación es muy clara y con mucha profundidad, ya que el tema que tratas es muy importante porque Agustín se da cuenta que es un pecador. Lo cual hace ver que el hombre está orientado a lo que es carnal, sin embargo, el hombre puede no pecar solo y cuando esté cercano a Dios.
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