miércoles, 4 de enero de 2012

Juliano, Discurso VI- VII,"defensa de Diógenes contra al cinismo filosófico"

Diogenes Jean Leon Gerome[3]

Dentro de los discursos de Juliano encontraremos un apartado titulado “contra el cínico de Heraclio”, personaje al que se hace referencia sobre su actitud ante los mitos, sin embargo, en el siguiente texto me centraré en la indignación que tiene Diógenes frente a las afirmaciones negativas que se hacían acerca del cinismo como un estilo de vida; donde ciertas aserciones son contrarias a los cimientos filosóficos de tal corriente; por lo cual, él mismo discute cual debe ser la disposición de los mitos y el respeto a los dioses, lo que pondera la verdadera escuela cínica.

El cinismo es contrapuesto de su originalidad al inicio del discurso, limitado como una demencia y un comportamiento de vida no humana, debido a que lo bello y lo bueno son algo no existente. Así pues, frente a la realidad que cobra tal magnitud negativa, debe desaparecer toda reverencia a los dioses y la anulación a las leyes que rigen lo justo, debido a que es procedente de lo divino. Por lo que sigue en el escrito, se comienza atribuir a Diógenes tales pensamientos contarios de lo que él profesaba a través de las tragedias, junto con el drama satírico, con la comedia y con él mismo; y si alguien quiere mostrar cómo es el cinismo, bastaba partir de las fuentes citadas para hablar de ellos como una blasfemia contra los dioses.

Al hablar del mito dentro de su primera fase, éste se contextualiza como una invención de los hombres que viven en comunidad, como también un entendimiento de la mitología que fue conocida y utilizada en la cultura griega (como respuesta a las preguntas existenciales sobre el hombre); de ahí que, los poetas se sirvieron para extraer la fábula, debido a que el mito era una enseñanza para adultos con una seducción al alma y una exhortación a un fin. Diógenes se hará ayudar posteriormente de la mitología para aclarar su postura como un cínico.

A tales acusaciones Diógenes refuta a los argumentos contrarios, a través de una actitud piadosa, pues estaba convencido de que los dioses a los que él amaba y respetaba, se preocupaban de él; llevándolo a Corintio como una señal divina y no tanto como un azar, sino por el contrario, con algún propósito. Posiblemente el filósofo hacía referencia a que Atenas necesitaba un hombre bastante más sensato y más noble, justificándose de las palabras que Eurípides cantó sobre la santidad:

“Todas las ofrendas a los dioses, grandes o pequeñas, acompañadas de la santidad, tienen la misma fuerza, pero sin la santidad es una hecatombe por los dioses […]”.[1]

Si Diógenes hace referencia a que los mitos sirven como diálogos para las personas y con ello construir una moral, una teología y la física sobre la generación y la destrucción, sobre lo eterno y los cuerpos, sobre la política y finalmente como algo demostrativo a la verdad; entonces, puede considerarse que él hablaba sobre esto como una actitud que lleva al bien, por tanto, que agrada a los dioses:

“Pues lo que hay de inverosímil en los mitos, con eso mismo se abre camino hacia la verdad, porque cuanto más paradójico es el enigma, tanto más parece búsqueda de lo oculto y el no rendirse antes de que, bajo la guía de los dioses, su descubrimiento inicie, o mejor perfeccione, nuestra inteligencia y lo que hay en nosotros superior a la propia inteligencia, esa porción del Uno o del Bien, que contiene el todo indivisible” [2]

Entonces el mito puede considerarse como un discurso que conlleva un pensamiento y un estilo, que a la vez puede ser llevado de acuerdo a una configuración del fin que se desea; es decir, el mito puede ser manifestante a una alegoría. Por otra parte, Diógenes afirma que hay el peligro de creer que los dioses son muy bellos, grandes y buenos, pero son hombres, mientras que, por el medio de lo inverosímil, mirando lo evidente de las palabras, puede quedar la esperanza de subir hacia su esencia abstracta y aun pensamiento puro que está por encima de todo lo que existe.

A partir del argumento anterior, se puede afirmar que el que quiere ser un cínico desprecia las costumbres y opiniones humanas y se vuelve en primer lugar hacía sí mismo y hacía Dios. En la filosofía encontraremos un principio y fin que ayuda entender dicha reflexión:

“El principio es conocerse a sí mismo y el fin la semejanza a los seres mejores”. [3]

En suma total de lo que Diógenes argumentaba y afirmaba sobre la mitología, lo podemos encontrar con las siguientes palabras:

“[…], puesto que conviene contar mitos a los que son niños, sea por su inteligencia, aunque sean hombres, sea los pequeños por su edad, hay que conseguir que no haya nada disonante ni contra los dioses ni contra los hombres”.[4]

En conclusión, Diógenes afirma que a través de la virtud se encuentra el conocimiento de sí mismo y a dios, donde el mito forma un discurso moral y teológico para observar y examinar el pensamiento puro de todo lo que existe, es decir, la búsqueda de la verdad entre todas las cosas, que en su finalidad lleva al encuentro con dios. Por lo tanto, el mito sólo encaja en la moral, en la teología de iniciación y en los misterios: perfecciona nuestra inteligencia y la porción superior de nuestra alma.


Bibliografía:

Juliano, Discursos VI-VII, el cínico Heraclio, Madrid, Gredos, pp. 30-70.

[1] Juliano, Discursos VI-VII, el cínico Heraclio, Madrid, Gredos, p. 42

[2] Ibídem 46

[3] Ibídem 55

[4] Ibídem 56

1 comentario:

  1. El discurso de Juliano me parece preciso y de gran agudeza conforme al tema de los cínicos. Considero relevante cómo vas explicando que el hombre está en busca de la verdad la cual te lleva a dios. Y conforme al mito puedo decir
    que es un discurso que conlleva a un pensamiento y un estilo. Es así que el mito puede ser manifestante a una alegoría como tú ya lo mencionaste.

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