miércoles, 4 de enero de 2012

Filóstrato, Vida de Apolonio de Tiana, Libro I


El autor de este texto comienza haciendo alusión a algunos sabios griegos y de cómo éstos alcanzaron fama por aquellas obras que realizaron o las proezas de su misma vida, sin embargo, poco a poco, esa descripción se convierte en un ligero reproche, pues a Apolonio, a quien considera un gran sabio, no se le ha dado el mérito ni la consideración que debiera dársele, “los hombres no lo conocen aún por su verdadera sabiduría, que practicaba de manera filosófica y sana”[1]. Apolonio fue un sabio pitagórico. El autor pretende, pues, “dar una visión exacta de ese hombre en los momentos en los que dijo o hizo cada cosa y las particularidades de su sabiduría por las que acabó por ser considerado sobrenatural y divino”[2]. Para la redacción de su obra, el autor echa mano de una rica diversidad en fuentes bibliográficas: utilizó parte del relato de Damis, que acompañó a Apolonio en algunos de sus viajes; dispuso también del libro de Máximo de Egas, del testamento de Apolonio, y de los cuatro libros de Merágenes.

Apolonio nació en Tiana, ciudad griega en la región de capadocios. Se cuenta que cuando su madre se hallaba en cinta de él fue visitada por Proteo, el dios egipcio, quien le augura que él mismo nacerá de ella[3]. El pequeño Apolonio nace y pronto es reconocido por los lugareños como alguien con algún vínculo divino. Fue creciendo y desarrollando sus capacidades, mostrando una gran habilidad en el pensamiento y las palabras. A los catorce años de edad comienza ya a mostrar interés por la reflexión filosófica y viaja con su padre a Tarso. Posteriormente en Egas, puerto del mar de Cicilia abandona a su maestro anterior, y bajo la tutela de uno nuevo, autorizado por su padre, se dedica de manera más apropiada a la filosofía. “Allí se dedicaban con él a la filosofía platónicos, crisipianos[4], los del Perípato[5] y los de las doctrinas de Epicuro…pero fue a las pitagóricas a las que se aplicó con una indecible sabiduría”[6].

Su maestro fue Éuxeno de Heraclea quien no vivía muy coherente con la doctrina pitagórica que enseñaba, por lo que a los dieciséis años Apolonio “se elevó hacia la vida de Pitágoras”[7] y le abandonó. Repudió los alimentos animados, decidió ir descalzo, se dejó crecer la cabellera y se fue a vivir al templo. De su juventud en el templo muchas historias se cuentan, en las cuales devolvía la salud a los enfermos, era capaz de dialogar con los dioses y de saber la vida de las personas sin siquiera conocerlas. A los veinte años perdió a su padre y a su madre, posteriormente continuó sus estudios filosóficos y se preparó para una vida ascética. Poco a poco fue deshaciéndose de su fortuna y, al contrario de “Anaxágoras de Clazómenas que dejó sus bienes a los bueyes y carneros”[8], él fue regalando su fortuna a personas necesitadas o que tenían una mala vida, de esta manera se las ganaba y era capaz de guiarlas de nuevo a una vida virtuosa.

Posteriormente decidió guardar silencio durante cinco años, considerando que aún no había cayado lo necesario. Su silencio terminó cuando llegó a un lugar en el que había una hambruna ocasionada por algunas personas malvadas. Fungió como juez y resolvió el asunto con paz y tranquilidad. Visitó también Antioquía la Grande y llegó al santuario de Apolo Dafneo. Ahí en Antioquía llevó una vida errante corrigiendo y enseñando a los hombres una vida recta frente a los dioses. Planeó un viaje más largo a la India, con los sabios llamados Brahmanes y habiendo platicado con sus discípulos partió en su peripecia. Primero pasó por Mesopotamia, llegando a la antigua Nínive. En estos viajes le acompañó uno de sus discípulos, Damis, que se convirtió posteriormente en el autor de los apuntes que tenían como propósito “que no se ignorara nada respecto a Apolonio”[9].

Cuando llegaban a Mesopotamia, el aduanero que estaba a cargo del puente le preguntó que llevaba consigo. “Y Apolonio le dijo: -Llevo templanza, justicia, virtud, continencia, hombría, disciplina-“[10]. Tiempo después dejó atrás Ctesifonte y llegó a las fronteras de Babilonia y se dirigió a visitar al rey, llamado Vardenes. De camino a ver al rey tuvo un sueño, el cual interpretó para Damis diciendo que los habitantes de esa región (de Cisia) eran eretrios traídos desde Eubea por Darío antaño, hace quinientos años, y que ahora, recibían un trato injusto e indigno y clamaban por su liberación. Al llegar a los eretrios hizo mucho por ellos: les procuró el bien y cuidaba de ellos. En la misma Babilonia Apolonio tuvo relación con los magos, de quienes aprendió algunas cosas y se marchó tras haberles enseñado otras. Posteriormente ya cerca de llegar ante el rey, sorprendió a los guardias reales por su sabiduría y su sencillez, tanto así que “corrieron pues, anunciándoles a todos la buena nueva de que ante las puertas del rey se hallaba un hombre sabio, griego y buen consejero”[11].

El rey Vardenes lo recibió con agrado. A su vez Apolonio se acercó con respeto al rey y, poseedor de una gran sabiduría, compartió con el rey algunos buenos consejos. En recompensa por ser un hombre sabio y de bien, el rey decide darle diez regalos a Apolonio. Su amigo Damis estaba seguro de que Apolonio no pediría nada. Pero al día siguiente sería sorprendido cuando en primer lugar pidió al rey la libertad de los eretrios, que se les concediera cultivar en la colina que el rey Darío les había dado anteriormente. Después pidió frutos secos y panes. Entonces un eunuco que se había enamorado de una dama del rey fue hallado acostado con ella. El rey pidió la opinión de Apolonio en el caso quien, sabiamente, abogó por la vida del desdichado eunuco. Así pasó un tiempo con el rey dándole diversos consejos que le ayudaron en su mandato y a llevar una vida más tranquila y recta a los ojos de los dioses.

Cuando creyó que era el tiempo suficiente tomó a Damis y con el consentimiento del rey emprendió el viaje a la India, no sin antes haber recibido del rey los víveres necesarios para el camino así como camellos y demás cosas que les serían de utilidad. Quiso Apolonio obsequiar, con los regalos que le había ofrecido anteriormente el rey, su riqueza y bienes a los magos, que se habían convertido en amigos suyos. Y así, despidiéndose del rey le dijo que quizás volvería a lo que el rey le respondió: “-ojalá vuelvas, pues ese sí sería un gran obsequio-“[12].

Bibliografía

Filóstrato, Vida de Apolonio de Tiana, Libro I, Madrid, Gredos, 2002, Págs. 5-63


[1] Filóstrato, Vida de Apolonio, Libro I, Pág.7

[2] Ibídem. Pág.9

[3] Apolonio es Proteo en su sabiduría.

[4] Estoicos, llamados crisipianos por su maestro Crisipo.

[5] Escuela derivada de Aristóteles y Teofrasto, llamada así por la columnata en la que los filósofos discutían.

[6] Ibídem, Op.Cit., Pág.14

[7] Ibíd., Pág.15

[8] Ibíd., Pág.22, Cfr. Plutarco, Pericles 16 y Moralia 831f

[9] Ibíd., Pág.32

[10] Ibíd., Pág.33

[11] Ibíd., Pág.48

[12] Ibíd., Pág.63

2 comentarios:

  1. Al parecer la vida Apolonio fue bastante interesante, una vida llena de virtudes, con una gran solidaridad por los demás y además tocada por los dioses desde su nacimiento. En realidad con lo leído, pienso que Apolonio fue un claro ejemplo de virtud para las demás personas, pues se ve claramente que vivió en una gran coherencia con lo que pensaba y con lo que decía, es de ahí, que veo la preocupación del autor por dar a conocer tan emblemático personaje, para que estudiando su vida, tomemos algunas pautas de él para corregir la nuestra. Conocer a personajes como él, y guardárnoslos para nosotros mismos, realmente es una gran perdida.

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