domingo, 16 de junio de 2013

Sermones del Maestro Eckhart

Eckhart, Maestro

El templo vacío




Es difícil escribir acerca de teología cuando no se tiene ni los conocimientos básicos acerca del tema, sin embargo, leer a Eckhart ha sido grato pues me siento como niña en sesión de catecismo, es decir que al leer los sermones, no sólo empiezo a entender muchas cosas, sino que también toman sentido muchas de ellas. Debo aclarar que no he tenido ninguna formación religiosa, por lo tanto me ha sido un poco difícil entender algunos términos, sin embargo, la explicación que el autor hace me ha llevado de la mano, enseñándome una cosa a la vez en cada uno de sus sermones. Cada uno de ellos me da las bases para entender el que sigue;  en esta publicación expondré el sermón, el templo vacío.





Algunas veces escuché hablar de cuando Dios echó a los mercaderes del templo, sinceramente nunca entendí por qué o para qué, es ahora en El fruto de la nada, que Eckhart me lo hace entender. Explica que Dios necesita el templo vacío para resplandecer en él, porque en el templo no debe haber nadie más que él, ahora bien se expone que al decir templo nos estamos refiriendo en sí al alma que está hecha a semejanza de Dios, esto es que si el alma está vacía, entonces será semejante a Dios, en cambio estando invadido por mercaderes Dios no podrá resplandecer en ella; pero  ¿Quiénes son los mercaderes?,  son “a quienes les gustaría ser gente de bien y hacer buenas obras para agradar a Dios, como  ayunar, velar, rezar y cosas por el estilo; todo tipo de obras buenas, y las cumplen con el fin de que Nuestro Señor les dé algo a cambio o que Dios haga algo por ellos que sea de su agrado: todos ellos son mercaderes.”[1] Por ello se les llama mercaderes, tratan de negociar con Dios, es decir, yo te doy y tú me das; el hecho de que se ofrezcan ese tipo de cosas a Dios Eckhart lo ve como un trueque que con engaños hacen los creyentes para obtener algún provecho, esta es la provocación para que Dios los echara con tanto enojo; en cambio a otros sólo les dijo que se llevaran sus cosas de ahí. El hombre, que está unido a Dios; no necesita negociar, sólo actúa para agradar a Dios y no busca la manera de beneficiarse de ello, es libre, sólo así Dios puede obrar en él. Para que tu templo esté vacío es necesario que lo vacíes de toda mercancía, que no trates de guardar alguna, que lo que hagas lo hagas por amor a Dios y no por que necesites algo de él, Dios hará su voluntad sin necesidad de que le ofrezcas nada y debemos aceptarla, así tu templo se mantendrá vacío, se mantendrá sin nada, se mantendrá semejante a Dios.


            Pero hay otros que también están en el templo y Dios no los corre como a los mercaderes, se trata de los que ofrecen palomas, ellos a diferencia de los mercaderes, no ofrecen mercancías, no tratan de negociar con Dios, sin embargo si están apegados a lo suyo, no piensan sólo en Dios y eso no les permite estar completamente vacíos y libres, por eso les pide que quiten eso de ahí, para que el templo esté realmente vacío, sin apegos a lo suyo, sin un antes ni un después, simplemente el alma libre y vacía como lo es Nuestro Señor. "De esta manera las palomas se habrían marchado, es decir, los obstáculos y el apego por causa de las obras, que de otro modo son buenas, y en las que el hombre no busca lo suyo."[2]

Precisamente las costumbres que tienen los creyentes es exactamente lo que Eckhart nos plantea aquí como los mercaderes, y son justamente los sacerdotes quienes incitan a los creyentes a esta situación, son ellos los que enseñan que para que estemos bien con Dios, para que Dios tenga misericordia, para agradarle a Dios, entre otros, debemos hacer sacrificios para él, por ejemplo la penitencia que imponen los padres en una confesión , asume rezar un cierto número de padre nuestro, ave maría, credos o qué se yo; como si se tratara de una tabla de equivalencias, así si me robo un dulce de la tienda entonces corresponde a dos ave maría y puedo ir tranquila por la vida porque ya le ofrecí a Dios mis rezos, pero si el pecado es más grave, el número de oraciones y variedad de las mismas aumenta. Ahora bien, puede ser que esa tabla de equivalencias también nos facilite las horas que podemos estar rezando de acuerdo a la gravedad de nuestros pecados, es decir que si mi pecado es muy grave en lugar de rezar y rezar, puedo dar un cierto donativo a la iglesia (trátese de la que sea) para así quedar a mano en menor tiempo y esfuerzo, todo depende del poder adquisitivo del pecador. Pero si viendo las cosas así, es evidente el enojo, hasta el de Dios.







Bibliografía


Eckhart, Maestro., El fruto de la nada y otros escritos, [Edición y traducción de Amador Vega Esquerra] Madrid, Ediciones Siruela, 1998, 232p.








[1] Eckhart, Maestro., El fruto de la nada y otros escritos, [Edición y traducción de Amador Vega Esquerra] Madrid, Ediciones Siruela, 1998, p. 36.
[2] Íbid, p. 37.

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