jueves, 10 de marzo de 2011

Tomasso Campanella, Metafísica


Campanella, fue un filosofo del s. XVI, muy polémico por sus escritos, se le acusó de herejía, por su obra Philosophia sensibus demonstrata, la cual defendía la filosofía de Telesio, además se le tachaba de comunista apasionado por buscar la liberación y la prosperidad del hombre a través del Papado, de ello que fuera perseguido y condenado por la Orden del Santo Oficio. Nace en Stilo Calabria en 1568, a los catorce años de edad ingresó a la Orden de los Dominicos en Placanica, del año 1599 al 1626 estuvo preso por ser acusado de conspiración contra la dominación española en Calabria, ya que él proponía una república teocrática donde el Papa fuera el gobernante universal, utopía que se verá reflejada en su obra Citta del Sole. Sin embargo estas ideas lo llevaron a ser acusado de herejía y rebelión por la autoridad eclesiástica y el gobierno español. Finalmente es condenado a cadena perpetua, más por cuestiones psicológicas es liberado en 1629, y posteriormente fallece en París en 1639.[1]

De entre sus escritos podemos encontrar su Metafísica, que está dividida en tres partes, sin embargo antes de exponer el primer apartado, justifica el por qué de esta ciencia, posteriormente en la primera división del texto “se expone los principios del saber; en la segunda, los principios del ser, y en la tercera, los principios del obrar, en cuanto provienen del ente primero, sapientísimo y providente que es Dios”.[2]

En lo que compete a la justificación de dicha ciencia, se comienza abordando el problema de que el hombre de alguna forma es mentiroso y embustero, ya que en ocasiones sólo trata de velar por su bien o por el de los más cercanos a él, pero esto sucede gracias a que detrás del individuo hay un gobierno específico que lo lleva a comportarse de cierto modo, por esto dice Campanella que se debe encontrar un hombre de Dios en el cual se pueda confiar, gracias a que su estrecha relación con el creador le permite ser partícipe de ese amor que busca el mejor bien para los hombres.

Por otro lado, se habla de un códice en donde Dios se manifiesta, este escrito es concebido como la naturaleza misma, ya que se dice que la creación es la sabiduría del Ser Supremo en donde Él se manifiesta, y el hombre ha sido dotado de la capacidad de acoger este códice en su vida a través de los sentidos externos. Sin embargo no todos los sentidos de los hombres son desarrollados de la misma forma, sino que cada ser posee habilidades diferentes con las que es más hábil para apropiarse de las cosas, de ello que sea indispensable depositar nuestra confianza en los otros, para que sus sentidos nos orienten en el estudio de las ciencias y sentir lo que han sentido otros. Pero no a cualquier hombre se le puede tener fe, sólo a aquel que “está libre de pasiones internas, como la envidia, el odio, la ambición, la avaricia, la adulación, el miedo, ese es apto […] para leer el libro de Dios”.[3] Asimismo el hombre que busca interpretar fielmente el códice de Dios es digno de credibilidad y no aquel que da sus opiniones.

En este sentido, con lo que corresponde al estudio de las ciencias a través del códice de Dios, Campanella afirma que es necesaria una doctrina que trate de los “principios y fines de las cosas y de los fundamentos de las ciencias”, [4] ciencia a la cual llama Metafísica, por el hecho de que va más allá del objeto de estudio de otras ciencias, remontándose a las “causas primeras” y a la “causa suprema”, igualmente se dice que si lo externo o lo percibido por los sentidos bastara para explicar las causas últimas de las cosas, no habría necesidad de la metafísica.

Por tanto es indispensable una ciencia que trascienda a lo material, contraria a lo que hacen las demás ciencias, las cuales se remontan a las causas particulares y se limitan a conocer lo percibido por los sentidos, sin mirar el principio y fin de los seres. La Metafísica complementa a las demás ciencias, les ayuda y permite dar razón más profunda del por qué de las cosas.

El primer apartado del texto comienza exponiendo que existen conocimientos universales, en los cuales no se halla duda de su veracidad, por el hecho de existir, igualmente se afirma que “toda la naturaleza está dotada de una cierta facultad de sentir, de poder y de querer […]. Todas las cosas están constituidas, en virtud de la participación del primer ente, por la potencia de ser, el sentido de ser y el amor del ser”.[5] De esta manera se dice que todos los seres que habitan en la realidad son obras de Dios, o mejor dicho, manifestación visible de su creación.

Por lo cual, es indispensable que los seres obedezcan a su Creador, y especialmente los hombres, quienes han sido dotados de bondad, de verdad y de un razonamiento libre y espontaneo, diferente al de los animales, que actúan por instinto, y además estos no pueden llegar al conocimiento de las realidades divinas, como lo hace el hombre. Por tal motivo se dice que el hombre tiene una mente, llamada también razón o intelecto, con la que capta interiormente la naturaleza de los seres, con la que crea conceptos a partir de la abstracción de ideas, pero sobre todo es la que posee un operación en sí que perfecciona el espíritu.

Dentro del segundo apartado del texto, se dice que en el ser hay unos “predicativos esenciales” que pueden existir sin que exista el ser, ya que de alguna manera definen al ser, sin embargo esta idea posteriormente se expresa como falsa, porque dichos predicativos no pueden existir sin el ser, porque es preciso que se manifieste la esencia para hablar de ella, no se puede hablar de lo desconocido, por esto cuando la esencia es, esta puede ser verificada y nombrada. Por ejemplo cuando se afirma un accidente, se tiene la certeza de que es porque existe en el ser.

En efecto, tiene que existir el ser para que haya esencia, no puede el ser sobrevenir “a la esencia no existente; pues si no existe, no recibe, y si existe, no necesita ya la existencia”.[6] Posteriormente Campanella se pregunta si es esencial que la esencia exista en los individuos, a lo que responde, si no es necesaria la existencia de la esencia en los individuos antes de que exista el ser, sólo hay una predicación esencial, pero si es indispensable la esencia para que existan los individuos, la existencia se convierte en “esencialidad”.

Por otro lado, se habla de que el hombre es una cosa específica, es algo esencial, diverso a los demás seres, al igual él tiende por ser partícipe del no-ser a la nada, por ello a la muerte. Sin embargo “Dios no consiente que su entidad, que El les ha dado [a los hombres], vaya a parar a la nada y sea vencida por el no-ente, y por eso, en su tendencia al no-ente, no llegan a él, sino que se cambian en otro ente”.[7] Por tanto se reconoce que Dios es partícipe del ser, en el sentido de que cuando Dios creó al ser le dio parte de su no-ser, de ello que el ser esté compuesto de ser y no ser, porque es una cosa, pero llega a ser otra, en la medida que el ser tiene una composición trascendental. La esencia del ser cambia del no-ser a ser de nuevo.

Ahora bien, Campanella afirma que la nada no puede existir en Dios, porque si fuese de esta manera Dios no sería un ser. “Tampoco fuera de Dios puede existir la nada, pues entonces Dios estaría rodeado y limitado por la nada”.[8] Más se considera que la Divinidad es un no-ser y un ser a la vez, no queriendo concebir al Ser Supremo como la nada, sino más bien es considerado a manera de un “principio de privación”. De esto que se diga que el Ser no posee una forma y sea considerado como un no-ente, el cual es principio de partida para generar al ser. Así pues, se considera que “todas las cosas en cuanto son, no son totalmente, excepto Dios; y, por tanto en cuanto que son de alguna manera y no del todo, tienen mezclado al no-ente”.[9] Luego entonces se señala que existen las cosas en cuanto que Dios es el que da la potencia a los seres de llegar a ser.

Para concluir la segunda parte del texto, Campanella señala que la potencia, la sabiduría y el amor, es el compuesto de todos los seres, pero especialmente se indica que la potencia es el primero de estos tres principios primordiales, ya que la sabiduría y el amor están en ese poder llegar a conocer y amar algo.

En cuanto a la tercera parte del texto, se afirma que todos los seres tienen la capacidad de sentir, sin embargo el hombre se diferencia de los animales por su alma, de manera que se considera que el individuo posee un alma incorruptible, de origen divino, la cual permanece, gracias a que Dios que es infinito hace partícipe al alma de los hombres de ser en el tiempo infinito. En este sentido se señala que el cuerpo del ser tiene un contrario, el no-ser, en cambio el alma del hombre no posee algo que le suceda, de ello que se hable de su eterno ser.

Por último, Campanella deja en claro que todos los pueblos a lo largo de la historia reconocen a un Dios, sólo que los conceptos de Él varían en los diferentes lugares. Al igual señala que el hombre por necesidad interna se religa a Dios, despreciando la vida presente, haciendo ejercicios de ascesis, de alabanza y glorificación, pero sobre todo ansía con un grande amor las realidades celestes.[10] De esto que cada pueblo tenga ritos diversos para acercase y dar culto a Dios. Asimismo indica que la religión es el mejor camino que se puede cultivar en la vida del hombre. Por tanto se remarca la idea de un principio, destacando que los hombres más sabios y mejores son aquellos que dedican su vida a la contemplación de Dios a través de cualquier religión, de esto que se pueda confiar en ellos. Y sólo los hombres hipócritas y tiranos se apartan de ella, es decir huyen de lo verdadero y bueno.

Fuentes

  • Ferrater Mora, José, “Campanella” en Diccionario de Filosofía, versión digital, p. 237.
  • Tommasso Campanella “Metafísica”, en Fernández, Clemente, Los Filósofos del Renacimiento Selección de Textos, t. II, BAC, Madrid, 1990, pp. 496 – 524.



[1] Cfr. Ferrater Mora, José, “Campanella” en Diccionario de Filosofía, versión digital, p. 237.

[2] Tommasso Campanella “Metafísica”, en Fernández, Clemente, Los Filósofos del Renacimiento Selección de Textos, t. II, BAC, Madrid, 1990, p. 504.

[3] Ibid., p. 499.

[4] Ibid., p. 500.

[5] Ibid., p. 507.

[6] Ibid., p. 515.

[7] Ibid., p. 517.

[8] Ibid., p. 518.

[9] Ibid., p. 519.

[10] Cfr. Ibid., p. 523.

6 comentarios:

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  2. Se agradece tu aporte sobre Campanella, es uno de los aportes esenciales, la concepción del ser y la esencia en los individuos, sin embargo no dejas muy en claro esa concepción, puesto que la proposición que haces sólo es una suposición pero no una afirmación clara, o no sé si Campanella tampoco lo deja en claro.

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  3. Me parece positiva tu aportación. Es interesante percibir la relación existente entre la metafísica, que es el tema específico que trata Campanella, relacionado con elementos de carácter social y político, entrelazados, seguramente, con la historia del filósofo con la que introduces tu trabajo.

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  4. El análisis me parece muy preciso, claro y fluido, toca los puntos centrales del tema, aunqe me deja en duda eso de que el hombre tiende del no-ser a la nada, si se supone que ya tiene una existencia o cómo lo entiende Campanella.

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  5. Entiendo que Campanella ha tenido la iniciativa en decir que se necesita de la metafísica para poder conocer los principios y fines últimos de las cosas pero creo que sería necesario, a mi modo de ver, que aclares que él no es el primero que lo expresa y que está, notoriamente, influenciado por el pensamiento de Aristóteles.

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  6. Es buena tu aportación, me queda claro lo que Campanella quiere mencionar con el amor y el ser supremo gracias

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