Francis Bacon (1561-1626) es el principal filósofo inglés del Renacimiento, padre del empirismo moderno y gran promotor de la idea de que el saber es útil para la vida práctica. Nació en Londres e ingresó en la universidad de Cambridge a los 12 años. Hijo como era del Lord Guardasellos de la reina Isabel, se preparó para la vida política estudiando jurisprudencia en el Gray's Inn de Londres. Tras numerosas obras de crítica de la tradición filosófica clásica, medieval y hasta la renacentista de su tiempo, proyecta una obra enciclopédica, a la que da el nombre de Instauratio Magna [La gran restauración, que divide en seis partes, de las que el Novum Organum (publicado en 1620) es su parte segunda, mientras que De dignitate et augmentis scientiarum [La dignidad y el progreso de las ciencias] (1623), su parte primera, y su Historia naturalis et experimentalis ad condendam philosophiam sive phenomena universi [Historia natural y experimental para construir la filosofía o los fenómenos del universo], (1622-1623), corresponde a la parte tercera.1
La obra que trataremos en el presente texto es el Novum Organum. Desde su primera parte, constituida por un prólogo, Francis Bacon plantea el objetivo de su obra: “constituir los grados de certeza, defender o tutelar al conocimiento sensible por una cierta reducción, y, en cambio, rechazar, como regla ordinaria, la obra de la mente que sigue al conocimiento sensible”2. La obra de la mente que se ha de salvaguardar es aquella que se pueda dirigir de continuo y que permita el obrar por medio de las máquinas, dada su utilidad y práctica.
Posteriormente, comienza a plantear una serie de aforismo3, comenzando por su interpretación del hombre como “ministro e intérprete de la naturaleza, que hace y entiende tanto cuanto haya observado en la realidad o con la mente sobre el orden de la naturaleza; y no sabe y puede más”4. Sin embargo, no pierde la posibilidad de poder investigar y encontrar la verdad a través de dos caminos, partiendo de los sentidos y de los casos particulares a las máximas universales o suscitando los axiomas a partir de los sentidos y de los casos particulares.
En esta búsqueda de la verdad, existen ídolos y nociones falsas, que complican las ciencias. Cuatro son las clases de ídolos que asedian la mente humana: la tribu, la caverna, el foro, el teatro. El primero corresponde a aquellos ídolos que se fundan en la naturaleza humana misma desde una perspectiva universal; el segundo se encuentra en el hombre individual; aquellos que nacen a partir de las relaciones sociales por el lenguaje, son los ídolos del foro, y, por último, las filosofías admitidas o inventadas que dan origen a mundos ficticios y teatrales constituyen, precisamente, los ídolos del teatro.
Por otra parte, el entendimiento humano se relaciona con las causas, especialmente con las causas finales, próximas a él, ya que éstas tiene su origen en la naturaleza humana. El entendimiento humano se ve relacionado también con la voluntad y las pasiones, ya que el hombre cree lo que prefiere que sea verdad, resultado de la afección o infección por parte de la pasión, encontrando su aberración en el entorpecimiento, incompetencia y falacias de los sentidos.
El sentido es débil y se equivoca, por lo que juzga solamente el experimento, la experiencia de la naturaleza y la realidad misma, tendiendo a lo abstracto de éstas y fingiéndolas eternas, siendo esto parte de los ídolos de la tribu.
Los ídolos de la caverna parten de la gran afición de los hombres a las ciencias y a las contemplaciones particulares, de tal manera que sus ingenios dan lugar a la filosofía y a las ciencias, según su diferencia conforme a su potencia y aptitud para diferenciar las cosas y advertir las semejanzas, obteniendo la verdad por parte de la luz natural de la experiencia.
Con respecto a los ídolos del foro, se han introducido en el entendimiento por la alianza de verbos y nombres. “Las palabras se imponen conforme a la capacidad del vulgo e introducen divisiones en las cosas por líneas muy manifiestas al entendimiento vulgar”5. Por parte de los ídolos del teatro, se introducen y son aceptados en el entendimiento gracias a las fábulas de las teorías y de las malas leyes de las demostraciones, siendo muchos y pudiendo ser más; sin embargo, el ocuparse de religión y teología durante la Edad Media hizo que sufrieran un detrimento significativo.
La filosofía está fundada sobre una base demasiado estrecha de la experiencia y de la historia material y, junto con las ciencias, sufre un proceso de cuatro fases conforme a dicha experiencia: primeramente, las impresiones de los sentidos mismos son defectuosas, pues los sentidos fallan y engañan; y hay que sustituir aquello en que se falla y rectificar errores. En segundo lugar, las nociones se abstraen mal de las impresiones de los sentidos. Tercero: la inducción es mala cuando obtiene por enumeración simple los principios de las ciencias. Por último, estableciendo primero los principios más universales y aplicando después a ellos los axiomas medios y probándolos, se cae en cuenta que el modo probar es madre de errores y la ruina de todas las ciencias.
Por tanto, la demostración mejor es la experiencia, pero el hombre se debe aplicar a los experimentos con más seriedad, aunque nadie llega a penetrar con éxito en la naturaleza de una cosa, sino que hay que extender la investigación a fenómenos más universales. También se debe evitar caer en experimentos lucíferos, aquellos que nos tienen ninguna utilidad. Por el contrario, hay que introducir un método distinto, y también un orden y un proceso para continuar y llevar adelante la experiencia, de tal manera que sean experimentos fructíferos y pueda proceder siguiendo una ley determinada, por orden y constancia, con lo que se podrá esperar algo mejor de las ciencias.
“No se ha de aceptar otra invención más que la que está consignada por escrito. Una vez que ésa se ponga en práctica por la experiencia, reducida ya a una fórmula escrita, se puede concebir mayores esperanzas”6. De tal forma que, una vez que han sido reunidos y ordenados todos los experimentos de todas las artes, se puede hallar cosas nuevas, útiles para la vida y situación humana. Las esperanzas concebidas se han de fundar sobre una verdadera escala, donde los casos particulares asciendan a los axiomas menores, y de ahí a los intermedios, siendo estos aquellos axiomas verdaderos, sólidos y vivos, en los que se cifran la realidad y la riqueza humana.
Bacon establece que para fundar un axioma hay que idear una forma de inducción distinta, una que separe a la naturaleza por la eliminaciones y exclusiones debidas y después de tantas negativas como sean suficientes, concluir con afirmaciones. En esta inducción está puesta la máxima esperanza, dejando las sombras y formas abstractas, quedando asidos a realidades sólidas y determinadas en la materia.
A pesar de esta esperanza, existe la objeción que suspende el juicio; sin embargo, servir a los sentidos y gobernar el entendimiento, permite contrarrestar tal problema. Una dificultad que también se acentúa es la necesidad de perfeccionar las demás ciencias a parte de la filosofía; allí se necesita de la interpretación para ayudar a aplicar el método o modo de invención a la índole y condición del sujeto sobre el cual versa la investigación.
“La actividad y la intención de la potencia humana se dirige a generar y a inducir sobre un cuerpo dado una nueva naturaleza o bien unas nuevas naturalezas”7, mientras que la obra y la intención de la ciencia humana transforma los cuerpos concretos de uno en otro e inventa el proceso latente continuado a partir de la causa eficiente manifiesta, y es que saber verdaderamente es saber por las causas de: materia, forma, eficiente y fin, aunque son inútiles a cierto grado, ya que quien conoce la causa de alguna naturaleza sólo en unos determinados sujetos, tiene una ciencia imperfecta.
Las formas es lo que se ha de conocer, ya que quien las conoce abarca la unidad de la naturaleza en materias muy desemejantes, y así puede descubrir y producir lo que hasta ahora no ha sido hecho. Las formas son “ aquellas leyes y determinaciones de acto puro que ordenan y constituyen alguna naturaleza simple en toda clase de materia y sujeto susceptible”8. Por tanto, la potencia humana no puede emanciparse y liberarse del curso ordinario de la naturaleza y expandirse y remontarse a actividades nuevas y modos nuevos de obrar más que por la revelación e invención de esas formas.
Bibliografía
- Bacon, Francis, “Nuevo Órgano” en Clemente Fernández, Los Filósofos del Renacimiento Selección de Textos, t. II, BAC, Madrid, 1990, pp. 460-479
- Cortés Morató, Jordi y Martínez Riu, Antoni, Diccionario de filosofía en CD-ROM, Barcelona, Empresa Editorial Herder S.A., 1996.
1Cfr. “Bacon, Francis” en Jordi Cortés Morató y Antoni Martínez Riu, Diccionario de filosofía en CD-ROM, Barcelona. Empresa Editorial Herder S.A., 1996.
2Francis Bacon, Novum Organum, Prólogo, §2.
3 Del lat. aphorismus, y este del gr. Ἀφορισμός. Sentencia breve y doctrinal que se propone como regla en alguna ciencia o arte.
4Francis Bacon, op. cit., libro I, §1
5Íbidem, §59
6Íbidem, §101
7Íbidem, libro II, §1
8Íbidem, §17
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor deja un comentario útil, constructivo y documentado