martes, 22 de marzo de 2011

Maestro Eckhart: Sobre la soledad.

Juan Eckhart o Maestro Eckhart nació hacia el año 1260 en Hochheim (Tubinga). Hizo un gran esfuerzo por justificar racionalmente la fe y consideró que la mística era la única puerta para acceder a la verdad revelada, ya que ésta es inalcanzable para la filosofía. En el texto Sobre la soledad, habla de la soledad como virtud suprema y expone las razones por las cuales la considera como tal.

Eckhart empieza diciendo que ha leído diversos escritos, tanto paganos como de profetas del Antiguo y Nuevo Testamento, con la intención de encontrar en ellos cuál es la mejor y más alta virtud. Por mejor y más alta virtud, entiende aquella “por la cual el hombre llega más intensamente a asemejarse a Dios y a hacerse de nuevo lo más igual posible al tipo originario que estaba en Dios”[1]. Muchos autores dicen que tal virtud es el amor, pero Eckhart considera que es la soledad por dos motivos: en primer lugar, con la soledad como virtud, Dios puede entrar más fácilmente en mí, ya que “todo ser está de buen grado en el lugar que le es propio; el lugar natural y propio de Dios es la unidad y pureza; pero éstas se basan en la soledad, por eso Dios no puede no darse a un corazón que se ha hecho solitario”[2]. En segundo lugar, “si el amor me induce a padecer cualquier sufrimiento por amor de Dios, la soledad me induce a abrirme a Dios. Y esto es muy superior. Pues con el dolor sigue habiendo siempre una relación con la criatura por la que sufro; en cambio, la soledad es liberación de toda criatura”[3]

También es superior a la humildad, ya que es posible la humildad sin la soledad, pero no la soledad sin la humildad. Y si la humildad tiende a anular nuestro yo, la soledad pasa tan cerca de la nada que no hay diferencia entre la soledad perfecta y la nada. Además, la humildad perfecta se somete a las criaturas, “pero con ello el hombre sale de sí hacia una criatura; la soledad en cambio, permanece en sí misma”[4]

De la misma manera, la soledad también está por encima de la piedad, ya que “la piedad corresponde a la salida de sí del hombre para ir al encuentro de las miserias de su prójimo y permanecer turbado por ellas en su corazón”[5]. La soledad en cambio, permanece siempre en sí y no se deja turbar. Con lo anterior, Eckhart considera haber dejado en claro que la soledad es la virtud más alta y más privada de defectos.

Ya que se ha concluido que la soledad es la mejor virtud, es conveniente preguntarnos qué es la soledad. Pues bien, la soledad implica que “el espíritu en todo lo que le sucede, de bueno y malo […] está tan inmoto como un monte inmenso ante un leve vientecillo”[6]. Esa capacidad de estar inmoto ante lo que sucede, hace que el hombre se parezca más a Dios, pues, según Eckhart , es de la soledad de donde proviene su pureza e inmutabilidad. La soledad es necesaria si quiere ser semejante a Dios. Eckhart lo puntualiza de la siguiente manera: “estar vacío de toda criatura significa estar lleno de Dios, estar lleno de las criaturas significa estar vacío de Dios”[7]. Así pues, la soledad nos hace parecernos a Dios, pues él siempre ha permanecido solitario e inmóvil. De tal suerte que las plegarias alcanzan tan poco la soledad de Dios, que es como si no existieran en absoluto. No por realizar plegarias queda mejor dispuesto o más indulgente hacia el hombre, que si no hubiese dicho nunca plegarias ni realizado obras buenas. Pero si esto es así, ¿por qué quiere Dios que dirijamos plegarias para cada cosa? La respuesta es la siguiente:

En una primera visión eterna […] Dios contempló cómo habrían de suceder todas las cosas, y con la misma mirada vio […] la más pequeña plegaria y obra buena que el hombre haría, vio que plegaria y devoción acogería él, vio que tú mañana lo invocarías con urgencia y le rezarías devotamente. Pero tal invocación y tal plegaria Dios no la oirá sólo mañana; la ha oído en toda su eternidad, mucho antes de que tú fueses hecho hombre. Y si tu oración no es honrada y sincera, no te rechaza Dios ahora; te ha rechazado desde la eternidad”[8].

Volviendo al tema de la soledad, ye hemos visto qué es, porqué es la virtud suprema y en qué hace semejante a Dios. Ahora bien, ¿cuál será el objeto de la soledad? La respuesta es: proceder hacia la pura nada, para que Dios pueda obrar en nosotros del todo, según su voluntad. El objeto de la soledad es prepararnos para que Dios pueda actuar en nosotros, pues un corazón lleno de cosas impide la acción plena de Dios. Si éste es el objeto de la soledad, ¿no queda en entredicho la omnipotencia de Dios? No, pues es omnipotente, pero no actúa igual en una piedra que en nosotros. Por lo tanto, para preparar mejor el corazón, éste debe basarse sobre una pura nada. Eckhart también dice que un corazón en soledad no debe tener oración, pues orar es pedir que se le dé algo o que se le quite algo, y un corazón en soledad, nada desea y de nada quiere eximirse. En resumen, la soledad es la mejor virtud, porque nos aleja de las criaturas (lo que nos acerca al Creador), purifica el alma y la conciencia, rechaza toda cosa creada y unifica el alma con Dios.




[1] Eckhart, Maestro, Sobre la soledad en Zolla, Ellemire, Los místicos de Occidente, vol. II, Paidos, Barcelona, 1997, p.295.

[2] Ibid, p.296.

[3] Idem.

[4] Idem.

[5] Ibid, 297.

[6] Ibid, p. 298.

[7] Idem.

[8] Ibid, p. 299.


Bibliografía

Zolla, Ellemire, Los místicos de Occidente, vol. II, Paidos, Barcelona, 1997, pp. 295-304.

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