Santo Tomás Moro nace en Londres en febrero de 1477 en el límite de dos edades, la medieval con su tardío gótico y el inicio del Renacimiento, de profesión estudió leyes y ejerció puestos destacados en la práctica jurídica; se le otorga el título de caballero y de Sir. Dominaba el latín, tenía una maestría en lógica y en retórica, desempeñó puestos importantes y brilló en el Parlamento. La presente obra llamada
Utopía, la escribió cuando tenía 38 años en 1515, fue hasta 1516 cuando escribió la primera parte. El 6 de julio de 1535 es decapitado después de haber sido preso en la torre de Londres desde 1533 por alta traición al rey Enrique VIII, al no aceptar su matrimonio con Ana Bolena y la ruptura cismática con el Papa y Roma.
[1] Al preguntarle a Moro, ¿Cómo debe considerarse la obra
utopía? Contestó que era una ficción política; utopía significa sin lugar, y es una palabra inventada por el autor, la crea pensando en la palabra
nusquam, que viene del latín y fue así como se llamó primero el libro.
El libro segundo es una descripción detallada de una comunidad política llamada Utopía, presentada y narrada por Rafael Hitlodeo, donde santo Tomás Moro está como oyente y escritor de lo que dice dicho presentador. La obra inicia refiriéndose a esta comunidad, que es una isla con forma de luna creciente; de manera detallada explica la forma y situación de esta isla y narra sus orígenes, donde Utopo es el que se apodera del lugar, lo modifica y se instala con un pueblo inculto que después se convertirá en ciudad que está por encima de muchos pueblos.
Posteriormente Santo Tomás Moro va subrayando las principales características de dicha comunidad e introduce de una manera sencilla y objetiva la organización del lugar, la distribución de las tierras, la comida y la bebida, la fortificación de sus murallas, los jardines, su organización política, el vestido que era para todos iguales, los estudios, las relaciones publicas, el cuidado de los enfermos, los viajes, su filosofía y religión, entre tantos aspectos, llegando así en el fin de la obra, a ofrecer una visión general de lo que es Utopía. En la presente entrada no ahondo en cada uno de los aspectos pues es un contenido muy basto, me centro más bien en los criterios que considero principales para entender a dicho modelo político propuesto por el autor.
En el aspecto social “toda la isla es como una y misma familia”,
[2] “la riqueza está equitativamente distribuida, no es de extrañar que no hay ni un solo pobre ni mendigo”,
[3] Utopía en su conjunto de cincuenta y cuatro magníficas ciudades muy similares que tiene “la misma lengua, idénticas costumbres, instituciones y leyes, […] ninguna ciudad tiene ansia de extender sus territorios. Los habitantes se consideran más agricultores que propietarios”,
[4] se afirma que quien conoce una ciudad ya las conoce a todas; en cuanto a las estructuras “todos pueden entrar y salir en ellas. Nada se considera de propiedad privada. Las mismas casas se cambian cada diez años, después de echarlas a suertes”.
[5] Respecto al vestido todos los habitantes de la isla están uniformados sobre un mismo patrón que no cambia nunca, sólo lo necesitan para protegerse, trabajar y con uno basta “los utopianos no encuentran razón alguna para desear más”.
[6]
En el aspecto político y legal, o mejor aún de organización jerárquica (pues la obra entera es un modelo político), Utopía está muy bien estructurada, cada familia integrada de treinta a cuarenta personas elige cada año a un juez que ellos mismos proponen llamado Sifogrante o filarca, un conjunto de trescientas familias tiene como cabeza un protofilarca o Traniboro. Así doscientos sifograntes juran elegir a la persona más apta que los represente, al que se le denomina príncipe; el principado es vitalicio y sólo se le quita el poder si aspira a la tiranía. Así se compone pues el Senado o Magisterio de dicha isla. Todos están obligados a seguir las leyes, pero dichas leyes no se toman a la ligera “se considera como un crimen capital tomar decisiones sobre los intereses de interés público fuera del Senado o al margen de las asambleas locales”,
[7] y cada decisión o determinación antes de ser aprobada se consulta con cada familia, por esto se acuerda que “se han de cumplir no sólo los pactos privados entre simples ciudadanos, sino también las leyes públicas que regulan el reparto de los bienes destinados a hacer la existencias más fácil”.
[8]
Otro factor muy importante en el presente texto es el del trabajo, en Utopía todos trabajan: “hay una actividad común a todos, hombres y mujeres, de la que nadie queda exento: la agricultura; […] cada uno es iniciado en un oficio o profesión como algo personal”,
[9] es muy significativo que esta isla solo se trabaja seis horas al día, divididas en dos jornadas de tres horas y con esto sobra para que nadie tenga que sufrir hambre; el secreto se encuentra en que la gran mayoría de los utopianos trabajan, aquí no hay nobles, ni curas, y en repetidas ocasiones se hace mención del ocio y pereza como abominaciones, no hay espacio para ellas. En esta isla se tiene estructurado el horario del día donde dormir ocho horas es totalmente necesario, hay espacios para recreo, tiempo libre, trabajo y estudio.
En el aspecto ético, Santo Tomás Moro es muy puntual, “tanto la comida como la cena comienzan por la lectura de alguna lección moral. Pero ha de ser breve para que no aburra”,
[10] en Utopía “ningún placer está prohibido con tal que no engendre mal alguno”,
[11] “no hay tampoco pretexto alguno para la vagancia. No hay tabernas, ni cervecerías, ni lupanares, ni ocasiones de corrupción, casas de citas, ni conciliábulos. Todos, expuestos a todos, se entregan al trabajo cotidiano o a un honesto esparcimiento”,
[12] en estas ciudades se vive bajo la siguiente máxima: “procurar tu propio bien sin violar estas leyes es de prudentes. Trabajar por el bien público es un deber religioso. Echar por tierra la felicidad de otro para conseguir la propia es una injusticia. Privarse, en cambio de cualquier cosa para dársela a los demás es señal de una gran humanidad y nobleza, pues reporta más bien que el que nosotros proporcionamos”;
[13] en este lugar los honores vanos no interesan.
La visión del hombre que presenta el texto gira entorno a la felicidad, es una postura estoica en la que el hombre alcanza a ser feliz por medio de la razón y cumplir rectamente con lo que le pide su naturaleza, el trabajo y las leyes, “no hay motivo para ser menos complaciente contigo mismo que con los demás, la naturaleza misma nos impone una vida feliz, es decir placentera, como fin de nuestros actos. Para ellos la virtud es vivir según las prescripciones de la naturaleza”;
[14] presenta además una igualdad entre hombres y mujeres incluso en el plano intelectual y concibe al hombre como capaz de contemplar la belleza y con el deber de cuidar su cuerpo “admiran y cultivan la belleza, el vigor y la agilidad del cuerpo como auténticos y bellos dones de la naturaleza”.
[15]
En el tema del conocimiento en este lugar “antes de salir el sol se organizan todos los días cursos públicos [donde] tanto hombres como mujeres de todas condiciones, se agolpan en el lugar de los cursos para escuchar sus lecciones, unos a unas, otros a otras, según sus preferencias”,
[16] aquí es la clase intelectual de la que salen los embajadores, sacerdotes, traniboros y el mismo príncipe. Es muy importante identificar que aquí se “tiene por principio no discutir jamás sobre la felicidad sin partir de axiomas religiosos o filosóficos, basados éstos en la razón”,
[17] y que “al espíritu vinculan el entendimiento y el gozo que engendra la contemplación de la verdad. A esto sigue el dulce recuerdo de una vida honesta y la firme esperanza del bien futuro”.
[18]
Para concluir incluyo el tema de Dios presente en el texto, en Utopía las religiones son diferentes, se adora al sol, la luna, a algún Dios supremo, pero también hay espacio para otros dioses, se les ha presentado la figura de Cristo y muchos la han aceptado principalmente porque su género de vida es sumamente parecido a las primeras comunidades cristianas más auténticas. Así también “las instituciones utopianas más antiguas contemplan que ninguna persona se vea perjudicada por su religión”
[19] hay un imperativo de paz y se busca mejor proceder con moderación y prudencia pues “la fuerza de la verdad emerge y se impone por sí misma”,
[20] como se puede apreciar hay un clima de respeto, pluralidad y acogida de la fe.
Se finaliza el texto con una crítica fuerte hacia las estructuras existentes del momento en clara comparación con el modelo político de Utopía, como alternativa para una mejor estructura y como propuesta de cambio. El autor se atreve a decir que “cualquiera que sea el valor […] no hay pueblo que los supere ni república más feliz”,
[21] pues “es un pueblo afable, alegre, lleno de ingenio, amante del ocio. Sabe, con todo, soportar los trabajos corporales cuando es preciso. Comedido en todo, es infatigable en las cosas del espíritu”.
[22] Termino mi intervención asumiendo como propias las palabras textuales del autor, “os he descrito con la mayor sinceridad el modo de ser de su república, a la que considero no sólo la mejor, sino la única de llevar tal nombre”.
[23]
Bibliografía:
Moro, Tomás, Utopía, ed. Losada, 1ª ed., Buenos Aires, 2003, págs. 7-26.
Moro, Tomás, “Utopía”, en Fernández, Clemente, Los Filósofos del Renacimiento Selección de Textos, t. II, BAC, Madrid, 1990, págs. 156-195.
[1] Cfr. Tomás Moro,
Utopía, ed. Losada, 1ª ed., Buenos Aires, 2003, p. 7-26.
[2] Moro, Tomás, “Utopía”, en Fernández, Clemente,
Los Filósofos del Renacimiento Selección de Textos, t. II, BAC, Madrid, 1990, págs. 178.