El
Evangelio apócrifo de Tomás
En el evangelio apócrifo de Tomás,
en la primera parte del libro, el filósofo nos relata lo que hizo el Señor
Jesucristo en el territorio de Belén, en el pueblo de Nazaret, y lo expresa con las siguientes palabras: “Yo, Tomás Israelita, he juzgado necesario
dar a conocer a todos los hermanos procedentes de la gentilidad la infancia de
Nuestro Señor Jesucristo y cuantas maravillas realizó después de nacer en
nuestra tierra”.[1]
El niño Jesús, de cinco años,
está jugando en el cauce de un arroyo, hace unas pequeñas balsas donde recoge
el agua, la cual vuelve cristalina, y del barro que se forma crea doce
pajaritos. Es sábado, y por ello lo critican al no observar el mandamiento de
no realizar actividades ese día, ante esto Jesús hace que los pajaritos hechos
de barro vuelen, “Jesús, batió sus palmas,
y se dirigió a las figurillas,
gritándoles: ¡«Marchaos»!. Y los pajarillos se marcharon todos gorjeando”.[2]
Encontrándose allí el hijo de
Anás se le ocurrió romper las balsas que
Jesús había hecho, por lo que éste lo hace morir. “Jesús, se indignó y le dijo: «Malvado, impío e insensato. ¿Es que te estorbaban las balsas y el agua? Pues ahora te vas a quedar tú seco como un árbol, sin
que puedas llevar hoja ni raíz, ni fruto».[3]
Ante esta situación los padres del muchacho muerto lo tomaron en sus brazos
y lo llevaron a José, a quien reprocharon tener un hijo que hacía tales cosas.
Después nos relata que Jesús está
caminando y un muchacho que corría choca
con Jesús, por lo que lo hace morir. “Y
Jesús, irritado, le dijo: « No proseguirás tu camino»”. E inmediatamente cayó muerto”.[4]
Los padres del muchacho se dirigen a José
reclamando la mala educación de su hijo y lo condicionan diciendo que lo
debe de educar o se deben de ir del pueblo sino causará más muertes.
Posteriormente, José reprende a
Jesús, y éste hace que los que lo
acusaron se queden ciegos. José al darse cuenta de esta acción lo castiga, “José se dio cuenta de lo que Jesús había
hecho, le cogió de la oreja, y le tiró fuertemente. El muchacho entonces se
indignó y le dijo: « Tú ya tienes bastante con buscar sin encontrar. Realmente
te has portado con poca cordura. ¿No sabes que soy tuyo? No me seas causa de
aflicción»”.[5]
Un rabino llamado Zaqueo le pide a José que lo deje
enseñarle a Jesús las primeras letras, no
obstante, al intentar explicarle el Alfa
a Jesús, éste lo reprende diciendo: “«
¿Cómo te atreves a explicar a los demás la Beta, si ignoras tú la naturaleza
del Alfa? ¡Hipócrita! ».”[6]
Ante esta situación el rabino no pudo responder y Jesús le explicó la
constitución de la primera letra, dejándolo desconcertado por su inteligencia. Por
lo ocurrido Zaqueo le entrega el niño a José, diciendo que él no podía
enseñarle nada, que éste tal vez era un Dios o un ángel y que no soportaba ni
siquiera la severidad de su mirada.
Días después al estar jugando
Jesús en una terraza con otros niños, uno de ellos cae y muere, y es culpado de haberlo matado. Ante los insultos por la muerte del niño,
Jesús hace que el muerto se levante y diga cuál fue la causa de su muerte. Lo
siguiente sucedió de esta manera, Jesús se detuvo cerca del cuerpo del niño
caído, y gritó a gran voz, diciendo: “«Zenón, levántate, y respóndeme: ¿He sido yo quien te
ha tirado?» El muerto se levantó al instante y dijo: «No, Señor. Tú no me has
tirado, sino que me has resucitado». Al ver
esto, quedaron desconcertados (todos los presentes) y los padres del muchacho glorificaron a Dios por
aquel hecho maravilloso, y adoraron a Jesús”.[7]
José, que era carpintero, al
encargar unas varas a una persona conocida que se dedicaba a ello, se encuentra
con un problema de madera demasiado corta, a lo que Jesús interviene en el
problema ayudando a su padre para que éste no se preocupara más diciendo: «pon en tierra ambos palos e iguálalos por
la mitad».[8]
José así lo hizo y Jesús tomó el varal que estaba más corto y lo igualó con
el otro. José al ver esta acción quedó admirado, lo llenó de besos y abrazos y
glorificó a Dios por tener ese hijo.
José lleva a Jesús con otro maestro, con el cual
sucede lo mismo que con el primero, salvo que a éste Jesús lo hace morir. Jesús
dijo al maestro: “«Si de verdad eres
maestro, y conoces perfectamente las letras, dime primero cuál es el
valor de Alpha y luego te diré yo cuál es el de la Beta»”. [9]
Pero el maestro, irritado, le pegó en la cabeza. El niño, en su dolor, lo
maldijo, y aquél cayó con la faz contra tierra. Al enterarse José de esta
situación lo castigó dejándolo en casa, ya que todos los que lo hacían enojar
morían por esta causa.
Poco después, un tercer maestro
le pide a José dejarle enseñar a Jesús, pues pensaba que a base de dulzura lo
lograría. Éste a diferencia del segundo, y actuando con el mismo temor,
reconoce que Jesús tiene mucha gracia y sabiduría, por lo que le pide a José
que se lo lleve a su casa, pues no tiene que enseñarle, por este testimonio Jesús
hace que el segundo maestro se cure, este acto fue llevado a cabo con las
siguientes palabras: “El maestro dijo a
José: « Sábete, hermano, que yo recibí a este niño como si fuera un alumno
cualquiera, y resulta que está rebosando gracia y sabiduría. Llévatelo, por
favor, a tu casa». Al oír esto el niño le
sonrió diciéndole: « Gracias a ti, que has hablado con rectitud y has dado un
testimonio justo, va a ser curado aquel que anteriormente fue castigado»”.[10]
Jesús resucita a dos personas, el
primero es un niño que había muerto de enfermedad en la vecindad donde José vivía,
esta acción la realizó pues se conmovió por la pena de la madre. Jesús llega al
lugar y “encontrando ya muerto al niño,
le tocó el pecho y le dijo: «Parvulillo: a ti te hablo. No mueras, sino vive
más bien y quédate con tu madre».[11]
Días después resucita a un hombre que estaba trabajando en una casa que se
construía, Jesús al encontrar mucha gente
se acerca y ve al hombre tendido en el suelo, “le tomó la mano y dijo: « Hombre a ti te digo: levántate y reanuda
tu trabajo». Y el hombre se levantó y en seguida lo adoró”.[12]
Ésta es la única parte del
evangelio apócrifo que es semejante a los evangelios canónicos, es cuando Jesús, con doce años de edad, marcha a
Jerusalén con sus padres para la fiesta de la Pascua, éste se les pierde por
tres días y lo encuentran conversando en el templo con los doctores, ancianos y
maestros, los cuales se admiraban de escucharlo pues desentrañaba las parábolas
y los puntos principales de la ley. Al encontrarlo María le dijo: «Hijo mío, ¿por qué te has portado así con
nosotros? Mira con que preocupación te hemos venido buscando». Mas Jesús
replicó: « ¿Y por qué me buscáis? ¿No sabéis acaso que debo ocuparme de las
cosas que se refieren a mi padre?»[13]
Después de esta escena los ahí
presentes empiezan a exaltar a María con estas palabras: «Pues dichosa de ti entre las mujeres, ya que el Señor ha tenido a bien
bendecir el fruto de tu vientre, porque gloria, virtud y sabiduría semejantes
ni las hemos oído ni visto jamás». El evangelio termina como lo hace el
pasaje de la escritura diciendo: “Jesús
se levantó y siguió a su madre. Y era obediente a sus padres. Su madre por su
parte retenía todos estos hechos en su corazón. Mientras tanto Jesús iba
creciendo en edad, sabiduría y gracia.”[14]
Bibliografía: Tomás “filósofo
israelita”, El Evangelio del pseudo Tomás, [Comentarios por Aurelio de Santos
Otero], Madrid, BAC, 1996.
[1]
Tomás “filósofo israelita”, El Evangelio del pseudo Tomás, [Comentarios
por Aurelio de Santos Otero], Madrid, BAC, 1996, pág. 279.
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