jueves, 10 de enero de 2013


El Evangelio apócrifo de Tomás

En el evangelio apócrifo de Tomás, en la primera parte del libro, el filósofo nos relata lo que hizo el Señor Jesucristo en el territorio de Belén, en el pueblo de Nazaret, y  lo expresa con las siguientes palabras: “Yo, Tomás Israelita, he juzgado necesario dar a conocer a todos los hermanos procedentes de la gentilidad la infancia de Nuestro Señor Jesucristo y cuantas maravillas realizó después de nacer en nuestra tierra”.[1]

El niño Jesús, de cinco años, está jugando en el cauce de un arroyo, hace unas pequeñas balsas donde recoge el agua, la cual vuelve cristalina, y del barro que se forma crea doce pajaritos. Es sábado, y por ello lo critican al no observar el mandamiento de no realizar actividades ese día, ante esto Jesús hace que los pajaritos hechos de barro vuelen, “Jesús, batió sus palmas, y  se dirigió a las figurillas, gritándoles: ¡«Marchaos»!. Y los pajarillos se marcharon todos gorjeando”.[2]

Encontrándose allí el hijo de Anás se le ocurrió  romper las balsas que Jesús había hecho, por lo que éste lo hace morir. “Jesús, se indignó y le dijo: «Malvado, impío e insensato. ¿Es que  te estorbaban las balsas y el agua? Pues  ahora te vas a quedar tú seco como un árbol, sin que puedas llevar  hoja ni raíz, ni fruto».[3] Ante esta situación los padres del muchacho muerto lo tomaron en sus brazos y lo llevaron a José, a quien reprocharon tener un hijo que hacía tales cosas.
Después nos relata que Jesús está caminando y un muchacho que corría  choca con Jesús, por lo que lo hace morir. “Y Jesús, irritado, le dijo: « No proseguirás tu camino»”. E inmediatamente  cayó muerto”.[4] Los padres del muchacho se dirigen a José  reclamando la mala educación de su hijo y lo condicionan diciendo que lo debe de educar o se deben de ir del pueblo sino causará más muertes.

Posteriormente, José reprende a Jesús, y éste  hace que los que lo acusaron se queden ciegos. José al darse cuenta de esta acción lo castiga, “José se dio cuenta de lo que Jesús había hecho, le cogió de la oreja, y le tiró fuertemente. El muchacho entonces se indignó y le dijo: « Tú ya tienes bastante con buscar sin encontrar. Realmente te has portado con poca cordura. ¿No sabes que soy tuyo? No me seas causa de aflicción»”.[5]

 Un rabino  llamado Zaqueo le pide a José que lo deje enseñarle a Jesús las primeras letras,  no obstante, al intentar  explicarle el Alfa a Jesús, éste lo reprende diciendo: “« ¿Cómo te atreves a explicar a los demás la Beta, si ignoras tú la naturaleza del Alfa? ¡Hipócrita! ».”[6] Ante esta situación el rabino no pudo responder y Jesús le explicó la constitución de la primera letra, dejándolo desconcertado por su inteligencia. Por lo ocurrido Zaqueo le entrega el niño a José, diciendo que él no podía enseñarle nada, que éste tal vez era un Dios o un ángel y que no soportaba ni siquiera la severidad de su mirada.  

Días después al estar jugando Jesús en una terraza con otros niños, uno de ellos cae y muere, y  es culpado de haberlo matado.  Ante los insultos por la muerte del niño, Jesús hace que el muerto se levante y diga cuál fue la causa de su muerte. Lo siguiente sucedió de esta manera, Jesús se detuvo cerca del cuerpo del niño caído, y gritó a gran voz, diciendo: “«Zenón,  levántate, y respóndeme: ¿He sido yo quien te ha tirado?» El muerto se levantó al instante y dijo: «No, Señor. Tú no me has tirado, sino que me has resucitado». Al  ver esto, quedaron desconcertados (todos los presentes) y los  padres del muchacho glorificaron a Dios por aquel hecho maravilloso, y adoraron a Jesús”.[7]

José, que era carpintero, al encargar unas varas a una persona conocida que se dedicaba a ello, se encuentra con un problema de madera demasiado corta, a lo que Jesús interviene en el problema ayudando a su padre para que éste no se preocupara más diciendo: «pon en tierra ambos palos e iguálalos por la mitad».[8] José así lo hizo y Jesús tomó el varal que estaba más corto y lo igualó con el otro. José al ver esta acción quedó admirado, lo llenó de besos y abrazos y glorificó a Dios por tener ese hijo.

 José  lleva a Jesús con otro maestro, con el cual sucede lo mismo que con el primero, salvo que a éste Jesús lo hace morir. Jesús dijo al maestro: “«Si  de verdad eres  maestro, y conoces perfectamente las letras, dime primero cuál es el valor de Alpha y luego te diré yo cuál es el de  la Beta»”. [9] Pero el maestro, irritado, le pegó en la cabeza. El niño, en su dolor, lo maldijo, y aquél cayó con la faz contra tierra. Al enterarse José de esta situación lo castigó dejándolo en casa, ya que todos los que lo hacían enojar morían por esta causa.

Poco después, un tercer maestro le pide a José dejarle enseñar a Jesús, pues pensaba que a base de dulzura lo lograría. Éste a diferencia del segundo, y actuando con el mismo temor, reconoce que Jesús tiene mucha gracia y sabiduría, por lo que le pide a José que se lo lleve a su casa, pues no tiene que enseñarle, por este testimonio Jesús hace que el segundo maestro se cure, este acto fue llevado a cabo con las siguientes palabras: “El maestro dijo a José: « Sábete, hermano, que yo recibí a este niño como si fuera un alumno cualquiera, y resulta que está rebosando gracia y sabiduría. Llévatelo, por favor, a tu casa».  Al oír esto el niño le sonrió diciéndole: « Gracias a ti, que  has hablado con rectitud y has dado un testimonio justo, va a ser curado aquel que anteriormente fue castigado»”.[10]

Jesús resucita a dos personas, el primero es un niño que había muerto de enfermedad en la vecindad donde José vivía, esta acción la realizó pues se conmovió por la pena de la madre. Jesús llega al lugar y “encontrando ya muerto al niño, le tocó el pecho y le dijo: «Parvulillo: a ti te hablo. No mueras, sino vive más bien y quédate con tu madre».[11] Días después resucita a un hombre que estaba trabajando en una casa que se construía, Jesús al encontrar mucha gente  se acerca y ve al hombre tendido en el suelo, “le tomó la mano y dijo: « Hombre a ti te digo: levántate y reanuda tu trabajo». Y el hombre se levantó y en seguida lo adoró”.[12]

Ésta es la única parte del evangelio apócrifo que es semejante a los evangelios canónicos, es cuando  Jesús, con doce años de edad, marcha a Jerusalén con sus padres para la fiesta de la Pascua, éste se les pierde por tres días y lo encuentran conversando en el templo con los doctores, ancianos y maestros, los cuales se admiraban de escucharlo pues desentrañaba las parábolas y los puntos principales de la ley. Al encontrarlo María le dijo: «Hijo mío, ¿por qué te has portado así con nosotros? Mira con que preocupación te hemos venido buscando». Mas Jesús replicó: « ¿Y por qué me buscáis? ¿No sabéis acaso que debo ocuparme de las cosas que se refieren a mi padre?»[13] Después de  esta escena los ahí presentes empiezan a exaltar a María con estas palabras: «Pues dichosa de ti entre las mujeres, ya que el Señor ha tenido a bien bendecir el fruto de tu vientre, porque gloria, virtud y sabiduría semejantes ni las hemos oído ni visto jamás». El evangelio termina como lo hace el pasaje de la escritura diciendo: “Jesús se levantó y siguió a su madre. Y era obediente a sus padres. Su madre por su parte retenía todos estos hechos en su corazón. Mientras tanto Jesús iba creciendo en edad, sabiduría y gracia.”[14]  

Bibliografía: Tomás “filósofo israelita”, El Evangelio del pseudo Tomás, [Comentarios por Aurelio de Santos Otero], Madrid, BAC, 1996.




[1] Tomás “filósofo israelita”, El Evangelio del pseudo Tomás, [Comentarios por Aurelio de Santos Otero], Madrid, BAC, 1996, pág. 279.
[2] Ibíd. Pág. 280. 
[3] Ibídem. Pág. 281
[4] Ibíd. Pág. 282
[5] Ibídem. Pág. 283
[6] Ibíd. Pág. 287.
[7] Ibíd. Pág. 288
[8] Ibíd. Pág. 291
[9] Ibídem. Pág. 292
[10] Ibídem. Pág. 293.
[11] Ibíd. Pág. 294.
[12] Ibídem. Pág. 295.
[13] Ibíd. Pág. 296.
[14] Ibíd. Pág. 297.

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