jueves, 10 de enero de 2013

Apuleyo: La metamorfosis, libro VI

El sexto libro de la Metamorfosis de Apuleyo inicia el relato con Psiche, que estando lastimada y llorando, acude al templo de Ceres y al de Juno a demandarles socorro, pero ninguno se lo dio para evitar el enojo de Venus.
«Psiche, muy lastimada, llorando, fue al templo de Ceres y al de Juno a demandarles socorro de su fatiga, y ninguna se le dio por no enojar a Venus» (Apuleyo. La metamorfosis: 88)
Psiche continuaba día y noche la búsqueda de su marido, transitando por diversos lugares. Deliberaba si con sus halagos lo podría amansar o al menos como sierva, con ruegos y oraciones, aplacar. Estando en esto, su vista diviso un templo en la sima de un monte alto, lo cual le hizo exclamar: «¿Dónde sé yo ahora si por ventura mi señor mora en este templo?».
Dirigiendo sus pasos hacia aquel lugar, su único alivio, ante el desfallecimiento por los grandes y continuos trabajos, era poder encontrar a su marido. Una vez en el templo, al ver el desorden que en este había, causado por las herramientas de trabajo seguramente de unos segadores, Psiche comienza a ordenar el lugar, pensando «que de ningún dios se deben menospreciar las ceremonias, antes, procurar de siempre tener propicia su misericordia».
Afanada en esta tarea, Psiche, es interrumpida por la diosa Ceres, que a grande voz le dirigió la palabra. «¡Oh Psiche desventurada! La diosa Venus anda por todo el mundo con grandísima ansia buscando rastro de ti: y con cuanta furia puede desea y busca traerte a la muerte; [...] y tú ahora estás aquí teniendo cuidado de mis cosas.»
Psiche lanzándose a sus pies le pide, con ruegos y plegarias, le permita ocultarse en ese lugar por un tiempo, ya sea hasta que la ira de Venus cese o hasta que sus fuerzas encuentren reposo y se restituyan. Aunque Ceres fue conmovida por las lágrimas y ruegos de Psiche, no le ofreció la ayuda que ésta necesitaba.
«Ciertamente yo me he conmovido a compasión por ver tus lágrimas y lo que me ruegas, y deseo ayudarte; pero no quiero incurrir en desgracia de aquella buena mujer de mi cuñada, con la cual tengo antigua amistad. Así, que tú parte luego de mi casa, y recibe en gracia que no fuiste presa por mí ni retenida.» (Apuleyo. La metamorfosis: 89)
Psiche, ahora con pena y enojo tras este encuentro, retomó su camino y su búsqueda. Nuevamente, en un valle selvático con grandes árboles, Psiche observa un hermoso templo, debido a la gran esperanza que guardaba, decide probar su búsqueda en aquel lugar. El templo estaba dedicado a la diosa Juno, así lo decían los «ricos dones de ropas y vestiduras colgadas de los postes y ramas de los árboles, con letras de oro que declaraban la causa por que eran allí ofrecidas y el nombre de la diosa a quien se dan.»
Psiche hincada frente al altar, comienza la suplica a la diosa Juno, para que ésta le socorra en el peligro que le ha sobrevenido. Inmediatamente, con toda su majestad, apareció la diosa Juno, quien al igual que Ceres, le negó su ayuda.
«Por Dios, que yo querría dar mi favor y todo lo que pudiese a tus rogativas, pero contra la voluntad de Venus, mi nuera, la cual siempre amé en lugar de mi hija, no lo podría hacer, porque la vergüenza me resiste. Además de esto, las leyes prohíben que nadie pueda recibir a los esclavos fugitivos contra la voluntad de sus señores.» (Apuleyo. La metamorfosis: 90)
Ante el fracaso en la búsqueda de su marido Eros, Psiche, no sin antes aconsejarse de su pensamiento, decide presentarse ante Venus, al tiempo en que pensaba su futura súplica. Mientras esto ocurría, Venus, enojada de andar buscando a Psiche, emprende vuelo hacia el palacio de Júpiter en el cielo en busca de ayuda. Este le concede su petición y le hace acompañar de Mercurio, él, una vez recibidas las instrucciones de Venus, parte a todas las ciudades y lugares, pregonando así: «Si alguno tomare o mostrare dónde está Psiche, hija del rey y sierva de Venus, que anda huida, véngase a Mercurio, pregonero que está tras el templo de Venus, y allí recibirá por galardón de su indicio, de la misma diosa Venus, siete besos muy suaves y otro muy más dulce(Apuleyo. La metamorfosis: 91)
Psiche, tras dar cuenta del mensaje que Mercurio pregonaba, se apresuró aún más a llegar ante Venus. Llegada Psiche ante las puertas del recinto de Venus, sucedió que una doncella de Venus, de nombre Costumbre, salía de aquel lugar, al percatarse de la presencia de Psiche, con mucha habilidad, le echó mano encima y la llevó ante Venus. Allí, Venus mando azotar a Psiche y le encomendó la tarea de separar granos, que previamente ya había mezclado; aquella noche, Psiche durmió cerca de la cámara donde Eros se hallaba encerrado.
«De esta manera, dentro de una casa y debajo de un tejado, apartados los enamorados, con mucha fatiga pasaron aquella noche negra y muy obscura.» (Apuleyo. La metamorfosis: 93)
Al amanecer del siguiente día, Venus llamó nuevamente a Psiche, le ordenó traer una flor del jardín. Psiche, atendiendo a la petición, decide ir a aquel lugar, pero con la intención no de hacer lo que Venus le había encomendado, sino de aliviar sus penas «lanzándose de un risco de aquellos dentro en el río». Una vez estando allí, una caña verde, por inspiración divina, le dirige el habla revelándole la forma en que ha de conseguir lo que desea.
«Pero después que pasare el ardor del mediodía y las ovejas se van a reposar a la frescura del río, podrás esconderte debajo de aquel alto plátano, [...] como tú vieres que las ovejas, pospuesta toda su ferocidad, comienzan a dormir, sacudirás las ramas y hojas de aquel monte que está cerca de ellas y allí hallarás las guedejas de oro que se pegan por aquellas matas cuando las ovejas pasan.» (Apuleyo. La metamorfosis: 94)
La diosa Venus, dudosa de que en verdad Psiche haya superado las pruebas, le hace saber su decir y le envía a otra encomienda. Psiche, dando cuenta de su imposibilidad para cumplir la encomienda de Venus, presente en su cuerpo y ausente en sus sentidos, parecía estar muerta.
Es entonces que el ave real de Júpiter, el Águila, recordando el servicio que antiguamente Eros prestó a Júpiter, dejó de volar por el cielo y se dirigió a la presencia de Psiche y le ayudó a cumplir su reto. Llegada Psiche frente a Venus con la prueba cumplida, esta le ordena una nueva tarea, ahora Psiche tendrá que ir al infierno y traer un poco de belleza de Proserpina.
Con la idea de arrojarse de una torre muy alta para descender con presteza a los infiernos, se dirigió hacia aquel, y es entonces cuando la torre le dirigió la palabra y le reveló el lugar donde se hallaba una puerta al infierno, así como las vicisitudes por las que tenía que atravesar.
Durante el regreso, Psiche quiso tomar un poco de la belleza que llevaba para Venus, sin embargo, en lugar de belleza sólo encontró «un sueño infernal y profundo», el cual la hizo caer en un letargo similar a la muerte. Eros, no soportando más la convalecencia de Psiche, escapó de su cámara, se dirigió hacia donde Psiche, y apartando de ella el sueño, la despertó.
Psiche llevó lo que traía de Proserpina a Venus; Eros, fatigado del gran amor, se dirigió al cielo, a casa de Júpiter, pidió su ayuda y él se la brindó, pese a que Eros nunca le había guardado honra. Entonces «mandó a Mercurio que llamase a todos los dioses a consejo [...] mandó a Mercurio que tomase a Psiche y la subiese al cielo, a la cual Júpiter dio a beber del vino a los dioses» (Apuleyo. La metamorfosis: 99), entonces, dirigiéndose a Psiche, Júpiter dijo: «bebe esto y serás inmortal; Eros nunca se apartará de ti». Y después de esto se llevaron a cabo los festejos de la boda entre Psiche y Eros, con abundancia de comida y bebida, y la participación de muchos otros dioses. Psiche dio a luz una hija, «a la cual llamamos Placer»

Bibliografía
Apuleyo, Lucio. La metamorfosis o El asno de oro: novela. De la traducción de Diego López de Cortegana (1500). Ed. Espasa Calpe, 1949. Versión electrónica PDF.

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