El sexto
libro de la Metamorfosis de Apuleyo inicia el relato con
Psiche, que estando lastimada y llorando, acude al templo de Ceres y
al de Juno a demandarles socorro, pero ninguno se lo dio para evitar
el enojo de Venus.
«Psiche,
muy lastimada, llorando, fue al templo de Ceres y al de Juno a
demandarles socorro de su fatiga, y ninguna se le dio por no enojar a
Venus» (Apuleyo. La metamorfosis: 88)
Psiche
continuaba día y noche
la búsqueda de su marido, transitando por
diversos lugares. Deliberaba si con sus halagos lo podría amansar o
al menos como sierva, con ruegos y oraciones, aplacar. Estando en
esto, su vista diviso un templo en la sima de un monte alto, lo cual
le hizo exclamar: «¿Dónde sé yo
ahora si por ventura mi señor mora en este templo?».
Dirigiendo
sus pasos hacia aquel lugar, su único alivio, ante el
desfallecimiento por los grandes y continuos trabajos, era poder
encontrar a su marido. Una vez en el templo, al ver el desorden que
en este había, causado por las herramientas de trabajo seguramente
de unos segadores, Psiche comienza a ordenar el lugar, pensando «que
de ningún dios se deben menospreciar las ceremonias, antes, procurar
de siempre tener propicia su misericordia».
Afanada
en esta tarea, Psiche, es interrumpida por
la diosa Ceres, que a grande voz le dirigió la palabra. «¡Oh
Psiche desventurada! La diosa Venus anda por todo el mundo con
grandísima
ansia buscando rastro de ti: y con cuanta furia puede desea y busca
traerte a la muerte; [...]
y tú ahora estás aquí teniendo
cuidado de mis cosas.»
Psiche
lanzándose a sus pies le pide, con ruegos y plegarias, le permita
ocultarse en ese lugar por un tiempo, ya sea hasta que la ira de
Venus cese o hasta que sus fuerzas encuentren reposo y se restituyan.
Aunque Ceres fue conmovida por las lágrimas y ruegos de Psiche, no
le ofreció la ayuda que ésta necesitaba.
«Ciertamente
yo me he conmovido a compasión por ver tus lágrimas y lo que me
ruegas, y deseo ayudarte; pero no quiero incurrir en desgracia de
aquella buena mujer de mi cuñada, con la cual tengo antigua amistad.
Así, que tú parte luego de mi casa, y recibe en gracia que no
fuiste presa por mí ni retenida.» (Apuleyo. La metamorfosis:
89)
Psiche,
ahora con pena y enojo tras este encuentro, retomó su camino y su
búsqueda. Nuevamente, en un valle selvático con grandes árboles,
Psiche observa un hermoso templo, debido a la gran esperanza que
guardaba, decide probar su búsqueda en aquel lugar. El templo estaba
dedicado a la diosa Juno, así lo decían los «ricos
dones de ropas y vestiduras colgadas de los postes y ramas de los
árboles, con letras de oro que declaraban la causa por que eran allí
ofrecidas y el nombre de la diosa a quien se dan.»
Psiche
hincada frente al altar, comienza la suplica a la diosa Juno, para
que ésta le socorra en el peligro que le ha sobrevenido.
Inmediatamente, con toda su majestad, apareció la diosa Juno, quien
al igual que Ceres, le negó su ayuda.
«Por
Dios, que yo querría dar mi favor y todo lo que pudiese a tus
rogativas, pero contra la voluntad de Venus, mi nuera, la cual
siempre amé en lugar de mi hija, no lo podría hacer, porque la
vergüenza me resiste. Además de esto, las leyes prohíben que nadie
pueda recibir a los esclavos fugitivos contra la voluntad de sus
señores.» (Apuleyo. La metamorfosis: 90)
Ante
el fracaso en la búsqueda de su marido Eros, Psiche, no sin antes
aconsejarse de su pensamiento, decide presentarse ante Venus, al
tiempo en que pensaba su futura súplica. Mientras esto ocurría,
Venus, enojada de andar buscando a Psiche, emprende vuelo hacia el
palacio de Júpiter en el cielo en busca
de ayuda. Este le concede su petición y
le hace acompañar de Mercurio, él, una vez recibidas las
instrucciones de Venus, parte a todas las ciudades y lugares,
pregonando así: «Si alguno tomare o
mostrare dónde está Psiche, hija del rey y sierva de Venus, que
anda huida, véngase a Mercurio, pregonero que está tras el templo
de Venus, y allí recibirá por galardón de su indicio, de la misma
diosa Venus, siete besos muy suaves y otro muy más dulce.»
(Apuleyo. La
metamorfosis:
91)
Psiche,
tras dar cuenta del mensaje que Mercurio pregonaba, se apresuró
aún más a llegar ante Venus. Llegada Psiche
ante las puertas del recinto de Venus, sucedió que una doncella de
Venus, de nombre Costumbre, salía
de aquel lugar, al percatarse de la presencia de Psiche,
con mucha habilidad, le echó
mano encima y la llevó ante Venus. Allí,
Venus mando azotar a Psiche y
le encomendó la tarea de separar granos, que previamente ya había
mezclado; aquella noche, Psiche
durmió cerca de la cámara donde Eros se hallaba encerrado.
«De esta
manera, dentro de una casa y debajo de un tejado, apartados los
enamorados, con mucha fatiga pasaron aquella noche negra y muy
obscura.» (Apuleyo. La metamorfosis: 93)
Al
amanecer del siguiente día, Venus llamó nuevamente a Psiche, le
ordenó traer
una flor del jardín. Psiche, atendiendo a la petición, decide ir a
aquel lugar, pero con la intención
no de hacer lo que Venus
le había encomendado, sino de aliviar sus penas «lanzándose
de un risco de aquellos dentro en el río».
Una vez estando allí, una caña verde, por
inspiración divina, le dirige el habla
revelándole la
forma en que ha de conseguir lo que desea.
«Pero
después que pasare el ardor del mediodía y las ovejas se van a
reposar a la frescura del río, podrás esconderte debajo de aquel
alto plátano, [...]
como tú vieres que las ovejas,
pospuesta toda su ferocidad, comienzan a dormir, sacudirás las ramas
y hojas de aquel monte que está cerca de ellas y allí hallarás las
guedejas de oro que se pegan por aquellas matas cuando las ovejas
pasan.» (Apuleyo.
La metamorfosis:
94)
La
diosa Venus, dudosa de que en verdad Psiche
haya superado las pruebas, le hace saber su decir y le envía a otra
encomienda. Psiche,
dando cuenta de su imposibilidad para cumplir la encomienda de
Venus, presente en su cuerpo y ausente en sus sentidos, parecía
estar muerta.
Es
entonces que el ave real de Júpiter, el Águila, recordando el
servicio que antiguamente Eros prestó
a Júpiter, dejó
de volar por el cielo y se dirigió a la presencia de Psiche y
le ayudó a
cumplir su reto. Llegada Psiche frente a Venus con la prueba
cumplida, esta le ordena una nueva tarea, ahora Psiche tendrá
que ir al infierno y traer un poco de belleza de Proserpina.
Con
la idea de arrojarse de una torre muy alta para descender con
presteza a los infiernos, se dirigió hacia aquel, y es entonces
cuando la torre le dirigió la palabra y le reveló
el lugar donde se hallaba una puerta al infierno, así
como las vicisitudes por las que tenía que atravesar.
Durante
el regreso, Psiche quiso
tomar un poco de la belleza que llevaba para
Venus, sin embargo, en lugar de belleza
sólo encontró «un
sueño infernal y profundo», el
cual la hizo caer en un letargo similar a la muerte.
Eros, no soportando más la convalecencia de Psiche, escapó
de su cámara, se dirigió hacia donde Psiche, y apartando de ella el
sueño, la despertó.
Psiche llevó
lo que traía de Proserpina a Venus; Eros, fatigado del gran amor, se
dirigió al cielo, a casa de Júpiter, pidió su ayuda y él se la
brindó, pese a que Eros nunca le había guardado honra. Entonces
«mandó a Mercurio que llamase a todos los dioses a consejo
[...] mandó a Mercurio que tomase a Psiche y la subiese al cielo,
a la cual Júpiter dio a beber del vino a los dioses» (Apuleyo.
La metamorfosis: 99), entonces, dirigiéndose a Psiche, Júpiter
dijo: «bebe esto y serás inmortal; Eros nunca se apartará de ti».
Y después de esto se llevaron a cabo los festejos de la boda entre
Psiche y Eros, con abundancia de comida y bebida, y la participación
de muchos otros dioses. Psiche dio a luz
una hija, «a la cual llamamos Placer»
Bibliografía
Apuleyo,
Lucio. La metamorfosis o El asno de oro: novela. De la
traducción de Diego López de Cortegana (1500). Ed. Espasa Calpe,
1949. Versión electrónica PDF.
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