Una etapa muy importante para el estudio de la
filosofía es la Edad Media. Si bien se caracterizó esencialmente por la
influencia del cristianismo y por la importancia del Ser supremo más que del
hombre en sí, es interesante comprender que su proceso tuvo bastantes factores
que favorecieron esta cultura pero que también tomaban otros rubros distintos e
incluso opuestos.
Dentro
de este contexto es como surgen algunas filosofías paganas (entendiéndolas
fuera del cristianismo), y tienen raíces aún más antiguas que esta religión. Se
caracteriza principalmente por tener un pensamiento que transita entre la
teología y la filosofía desarrollada por los neoplatónicos, y en general
tuvieron tendencias hacia la magia, con una diversidad de ritos y celebraciones
típicos de las culturas antiguas, como es el caso de los grupos órficos, los
mitreos, los adoradores de Isis y Cibeles, entre muchos otros.
Uno
de los exponentes de esta corriente es Apuleyo, que adquiere mayor importancia
por ser de los pocos que describen un culto mistérico (es decir que ofrece la
salvación después de esta vida, pero tienen que cumplirse con una iniciación).
Como parte de sus escritos, es de admirar la forma en que relata la historia de
“El asno de oro”, que consiste en que un hombre llamado Lucio se conviere en un
asno debido a un ungüento mágico, al cual le ocurren distintas aventuras,
pasando de un amo a otro y enfrentándose a fatigas y peligros inimaginables.
En
el libro octavo un servidor relata la historia de una querella amorosa a sus
compañeros: Carites es una hermosa doncella que es pretendida por un joven
apuesto llamado Trasilo, pero que es rechazado por lujurioso y malviviente.
Entonces, ella decide casarse con otro hombre, a quien ama, llamado Lepolemo y
con él comienza una vida feliz. Pero Trasilo se deja dominar por sus deseos
y urde un plan para matar al esposo y tener
relaciones con Carites. Se hace amigo de la pareja por medio de fingimientos y
ve la ocasión en un día de caza. En el monte, ante la aparición de un puerco
montés, incita a Lepolemo a ir por él, pero dejando que ataque primero al
marido, el animal le hiere ferozmente y el traidor, con lanza en mano, le mata
con su arma. Pronto llegan los criados y fingiendo dolor les da la noticia de
la aparente muerte. Al saberlo Carites casi se vuelve loca y pretende morir de
hambre; aún en este trance, el lujurioso personaje le menciona sus deseos de casarse,
pero ella se niega. En sueños, teniendo presente a su amado, a quien “había
hecho a su semejanza al dios Baco”[1]
y adoraba como dios, Lepolemo le revela la verdad para que se vengue.
Al
final la historia tiene un desenlace trágico pues Carites engaña a Trasilo, lo
introduce en un letargo por medio de sustancias y le revela un deseo más
terrible que cualquier tormento: “Yo haré que tú sientas ser más bienaventurada
la muerte de tu enemigo que la vida que tú hubieres, porque, cierto, tú no
verás lumbre y habrás menester quien te guíe”.[2]
Y después de tal sentencia le deja ciego picándole con alfileres los ojos. Ella
corre por una espada y después de hablar de este hecho se suicida en la tumba
de su amado. Trasilo, ahora ciego, se entera y, desesperado por tanto mal que
ha causado, decide enterrarse vivo en una tumba y morir de hambre.
Después
de enterrarles, los servidores huyen con las riquezas de este matrimonio
infeliz. Empujados por el miedo, huyen y se alejan cuanto pueden y, a pesar de
la advertencia de algunos aldeanos, caminan en un lugar lleno de lobos a media
noche. No fue ese su mayor peligro sino que, creyendo que había ladrones (que
en realidad sí eran), los vecinos con sus mastines les atacan y dejan medio
muertos. Es hasta que la mujer de uno de los pastores resulta herida y su
esposo reclama irónicamente: “¡Justicia, Dios! ¿Y por qué matáis los tristes
caminantes…? ¿Qué robo es este? ¿Qué daño os habemos hecho?”.[3]
Ante el aparente perdón de los vecinos ellos prosiguen malheridos, con su
conciencia a cuestas más que otra cosa y aún el que no recibió golpe alguno es
castigado porque, más delante, es comido por un dragón con fisonomía de pastor.
Lucio, el asno, relata que huyen y llegan a otra aldea. A continuación, la
historia prosigue con varias narraciones, como la muerte de un esposo infiel
comido por las hormigas en una higuera, o la venta de Lucio, burlas hacia él y
arreglo con un echacuervo.
Con
lo anterior tenemos para decir que es una buena historia y entrevemos algunos
rasgos de los cultos mistéricos en los escritos de Apuleyo. Pero lo más
interesante viene con la siguiente historia: Al ser vendido el pobre asno al echacuervo, es destinado para adoración
de la diosa Siria. Sus supuestos adoradores son mozos, pero con unos
comportamientos y tendencias bastante afeminadas, con intenciones lujuriosas
respecto a otros hombres. El pobre Lucio en forma de asno tendría que
contentarse con lo dicho por uno de ellos y resignarse: “Plegue a Dios que
vivas y contentes a tu señor y ayudes a mis lomos cansados y vacíos”.[4]
Como
parte de sus ritos de adoración, al siguiente día salieron por las calles de
tal localidad “vestidos de varios colores, cada uno con su traje, afeitados con
afeites sucios, ojos alcoholados”.[5]
Y puesta la diosa en el lomo del asno comenzaron; al llegar a la casa de un tal
Britino, con cuchillos en mano, empezaron a cortarse en los brazos y saltaban
incitados por el sonido de la trompeta, retorciéndose. Uno de los más alterados
comenzó a decir que lo hacía por remisión de sus culpas, y empezó a flagelarse.
Poco a poco fueron ganando dineros que les daban como limosna, y así, de pueblo
en pueblo se pasaban engañando a la gente
y robándoles de manera “formal”, hasta el punto de pedir un borrego entero como
sacrificio a la diosa.
La
aventura termina cuando, al término de los rituales, se reúnen en una casa y
toman consigo a un mozo para hacer de él lo que
querían sexualmente, pero el asno Lucio, sin otra cosa que pudiera hacer
más que rebuznar, logra atraer la atención de la gente y ellos quedaron in fraganti en su acto desmoralizante. A
la media noche huyeron y quisieron castigar al animal, lo apalearon pero le
perdonaron la vida.
Por
último, al llegar con otro adorador que les recibió generosamente, el pobre
asno vive otra situación de muerte: un cocinero pierde una pierna de ciervo que
iba a preparar, y casi se suicida cuando su mujer le reconvino para que en vez
de llegar a esas instancias mejor matara a la bestia y preparara una de sus
piernas para dar la apariencia del ciervo.
En
resumidas cuentas, el pensamiento que desarrolla Apuleyo desde estos relatos
tan fáciles de comprender deja entrever las realidades místicas y mágicas que
tenían algunos pensadores, sobre todo los neoplatónicos. Tal vez muchas de
estas costumbres se parecieran a las de la diosa Siria, que relata este
capítulo, en las que verdaderamente se engaña a la gente por medio de danzas y
actos cruentos que fácilmente atraen la atención y compasión de quien observa;
en otras palabras, estos echacuervos
se dedicaban a robar y a vivir del placer sexual. No faltaban algunos que
creyeran todo a pies juntillas.
Bibliografía:
Apuleyo, Lucio. La
metamorfosis o el asno de oro. Traducción de Diego López de Cartagena
(1500). Ed. Calpe. Madrid, 1989. (Versión en PDF)
Video
referente
http://www.youtube.com/watch?v=HdYjnl5VQl0
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