Esta obra nos relata
una historia, que nos envuelve y transporta
a la idea del autor. El libro décimo nos hace estar atentos a lo que va
aconteciendo en la historia, a través de relatos que son muy interesantes.
En la primera parte del libro nos cuenta que un
caballero lleva al asno a residir en una ciudad, en la cual sucedió un
acontecimiento: una mala mujer, por amor y pasión, le pide a su hijastro tener relaciones sexuales para satisfacer su deseo,
la madrasta se expresa de la siguiente manera: “tus ojos, que entraron por los míos a lo íntimo de mis entrañas,
mueven un cruel entendimiento en mi corazón, por lo cual te ruego que hagas
mancilla de quien por tu causa, y no te espante que pecas contra tu padre… te
ruego, porque lo que nadie sabe no se puede decir que es hecho”.[1]
En
general este relato se expresa de la siguiente manera: La madrastra ardía en fiebres
por desear a su hijastro, pero ella temía que lo rechazara. La mujer hizo que
su marido se ausentara de casa y exigió la satisfacción de su deseo a su
hijastro, pero se dio cuenta de que sus tentativas eran nulas, por tanto se
propuso matarle. Envió a su esclavo por un veneno y lo mezcló en su vino, que
por error bebió el hijo menor. La
malvada madrastra acusó del envenenamiento a su hijastro porque él no había
accedido a sus provocaciones. En el juicio, el médico que preparó el veneno
advirtió que sospechando de las intenciones del esclavo, no le dio veneno sino
una droga somnífera. Ciertamente el joven envenenado despertó, por lo que la
madrastra fue desterrada y el esclavo asesinado.
La
madrasta, va en búsqueda de su satisfacción personal tanto que se enamora de su
hijastro, y le pide tener relaciones más
íntimas. Pero ésta encendió en ira por la no correspondencia del hijastro, que
la hace idear la muerte del mismo. Su ira se acaba cuando sus planes de
envenenamiento resultan frustrados, siendo ella expulsada y su esclavo
condenado a muerte.
Después
nos habla de cómo el asno fue
vendido a un cocinero y un panadero. “Aquel
caballero que me había comprado, sin que nadie me vendiese, y me hizo suyo sin
que por mí diese precio alguno… vendiome a dos siervos hermanos, sus vecinos,
por once dineros”[2], y que un día comieron buenos manjares, un caballero
tomó al asno y lo encargó a uno de sus criados, quien le enseñó técnicas “… a mí diome a otro su criado muy privado suyo
y rico… primeramente me enseñó a estar a la mesa sobre el codo; después también
me enseñó a luchar y a saltar, alzadas las manos, y porque fuese cosa
maravillosa, me enseñó a responder a las palabras por señales”.[3]
Posteriormente el asno relata el estado de su
señor, y cómo vino a la ciudad de Corinto, tuvo contacto con una mujer que por aquella
noche alquiló al asno para tener relaciones con él y lo expresa con estas
palabras : “ella se deleitó y maravilló
tanto, que poco a poco se enamoró maravillosamente de mí, y no tomando medicina
ni remedio alguno para su loco amor y deseo, ardientemente deseaba estar
conmigo y ser otra Pasifae de asno, como fue la otra del toro… ella concertó
con aquel que me tenía a cargo que la dejase una noche conmigo y que le daría
gran precio por ello”.[4]
La noticia de que un asno tuviera tan refinado
gusto y paladar llegó a oídos del príncipe. Desde entonces, Lucio fue la máxima
atracción, mientras que se saturaba de manjares y vino. Una rica dama vio las
circunstancias del asno y se las arregló para satisfacer el apetito sexual que le había despertado el animal.
Tal acontecimiento zoofílico se presentaría en público, lo que superó el orgullo
de Lucio.
Lo que interesa de este relato es que la mujer
al igual que en la narración en la primer
parte buscan una manera de satisfacerse
y de saciar el deseo que los acecha, tal vez con el fin de ser felices,
o de un capricho pasajero pero en esta ocasión con un animal.
En el último capítulo, cuenta la solemne fiesta que se celebraba en
Corinto, y cómo estando listo el teatro,
el asno, que iba a participar en el acto sexual frente al público, huyó sin que
nadie se diera cuenta. Esto fue por lo que huyó: “la vergüenza que tenía de echarme públicamente con una mujer, y también
haber de juntarme con una hembra tan sucia y malvada… así, que poco a poco comencé a retraer los
pies furtivamente, y cuando llegué a la puerta de la ciudad, que estaba cerca
de allí, eché a correr cuanto pude muy apresuradamente, y andadas seis millas,
en breve espacio llegué a Zencreas”.[5]
En conclusión, tomando las mismas palabras del libro, “has de saber que no lees fabulas de cosas
bajas, sino tragedias de alto y grandes hechos y que has de subir de comedias a
tragedias”. [6]
De cierta manera sí lo es, los textos son historias de hechos y acontecimientos
que relatan, desastre, y desesperación, que son consecuencias de deseos vanos
surgidos por personas que no encuentra la satisfacción en lo que tienen.
Bibliografía:
Lucio Apuleyo, La metamorfosis o el
asno de oro, [traducido por Diego López de Cartagena], Madrid, Ed. Espasa Calpe,
1949 (versión en pdf).
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