miércoles, 8 de febrero de 2012

San Agustín: Las confesiones, libro XI


Los siguientes párrafos presentan el libro XI de la obra de san Agustín: Las confesiones. Y antes de relatar el contenido de la obra misma, considero importante resaltar el comentario que hace el editor a este libro:
“(…) ahora dejamos la persona singular de Agustín y su peripecia, para alzarnos a un motivo universal (…) Cambia el motivo no el propósito, arranca de una mirada al Génesis (…) al intentar comprender la idea misma de la creación, surge el horizonte del tiempo frente a la eternidad divina. Pero ¿qué es en sí mismo el tiempo? Todo el misterio del hombre y su historia, pasan por la realidad y la comprensión del tiempo…”[1]
Es decir, el libro XI de Las confesiones, tiene una nota particular: Agustín deja de lado el relato de su vida para hacer una confesión acerca de la necesidad que tiene de conocer a Dios, a su creación, etc.
Así, los tres primeros capítulos del libro, se enfocan en la justificación de san Agustín sobre el tema del libro, ésta se podría sintetizar en la alabanza al Creador y el deseo de conocerle:
“Apiádate, Señor, de mí y escucha mi deseo. Considero que no es de algo terreno (…) Ve, Padre, mira y ve y apruébalo, y sea grato en presencia de tu misericordia que yo halle gracia ante ti, para que las intimidades secretas de tus palabras se abran para mí que llamo a la puerta (…) Oiga yo y comprenda cómo al principio hiciste el cielo y la tierra…”[2]
En los capítulos posteriores, Agustín, hace un análisis de la creación, declarando en primer lugar “la creaturalidad de todas las cosas”, es decir que todo lo que es, es porque fue hecho y la evidencia consiste en su constante cambio y lo que son es por participación en el Creador; posteriormente se cuestiona sobre ¿cómo fue la producción del mundo?, sin duda, no como el hombre que hace partiendo de lo ya creado, de lo que ya es, sino más bien “tú dijiste y todo fue hecho, y con tu palabra lo hiciste”.[3]  Pero entonces surge la pregunta “¿cómo lo dijiste?”[4], dejando de manifiesto que la creación se produce a partir de un querer y una palabra omnipotente absoluta.
Pasa entonces a la asimilación del Verbo, como Palabra creadora:
“Dios junto a ti… Verbo que se dice eternamente (pues si cambiara, no sería Dios) y con el que todas las cosas eternamente se dicen. Y no termina lo que decía para decir otra cosa, de modo que todas ellas puedan ser dichas, sino que simultánea y eternamente se dicen. De lo contrario habría ya tiempo y mutación, y no ya verdadera eternidad ni verdadera inmortalidad. Por consiguiente nada de tu Verbo cesa y sucede porque es verdad inmortal y eterno y es con Él que se hace todo cuanto dices que se haga”[5]
Y tras hacer una breve explicación de cómo el Verbo creador es también maestro interior, entre otras cosas, mantiene que hay una diferencia entre eternidad permanente y tiempo inestable, llegando a la conclusión de que el tiempo para hacerse largo necesita de muchos movimientos, mientras que en lo eterno nada pasa sino que todo está presente. De hecho, nadie puede decir que el Dios pasó mucho tiempo antes de la creación porque “el tiempo mismo Tú mismo lo habías hecho, y no pudieron pasar tiempos algunos antes de que Tú crearas los tiempos”.[6] “¿Qué es pues el tiempo?, ¿son tres realmente los tiempos?”[7] La respuesta a estas preguntas las desarrolla, de manera dialéctica, infiriendo que el tiempo sólo puede referirse en el alma, porque el pretérito por serlo queda en el pasado y por lo tanto ya no es, el futuro no es sino que va a ser, y si sólo existiera el presente, entonces no sería presente sino eternidad. “Se dirá entonces con más propiedad: los tiempos son tres: presente de las cosas pretéritas, presente de las cosas presentes y presente de las cosas futuras”.[8] Realidades que sólo pueden ser concebidas por el alma a través de la memoria, la mirada o la atención, y la expectación.
          A pesar de todo, queda aún sin responder la pregunta de ¿qué es el tiempo? En otro capítulo, Agustín, expondrá que el tiempo tampoco es el movimiento del cuerpo, aunque con él se mida, porque si el cuerpo dejara de moverse el tiempo seguiría siendo. Al final Agustín llega a la conclusión de que el tiempo es distensión del alma, es decir una dilatación o despliegue de la misma, en otras palabras es el alma misma. Esto porque cuando se mide algo, se mide en la memoria, de otra forma no se podría medir; y puesto que la memoria es facultad del alma, es en el alma donde se miden los tiempos. Concluyo pues con las palabras del editor: “el alma mide los tiempos y los tiempos revelan al alma”.[9]


Bibliografía


San Agustín, Las confesiones, libro XI, editorial TECNOS, España, 2009.


[1] San Agustín, Las confesiones, editorial TECNOS, España, 2009, p. 457.
[2] Íbidpp. 460-461.
[3] Íbid. p. 463.
[4] Íbidp. 464.
[5] Íbid. p. 466.
[6] Íbid. p. 470.
[7] Cuestión que se desarrolla a lo largo de los capítulos XIV-XIX, pp. 472-475.
[8] Íbid. p. 478.
[9] Íbid. p. 492.

2 comentarios:

  1. Me parece bastante interesante esta aportación en relación con el tiempo. Realmente Agustín de Hipona, al encaminarse hacia la verdad, hace un recorrido filosófico que aborda temas de importancia fundamental para la investigación filosófica de todos los tiempos: la creación de todo, el alma, el tiempo. Muchas gracias Sergio por compartirnos más de este interesante filósofo y teólogo.

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  2. Es importante tener presente durante este aporte la inclinación platónica de Agustín acerca del tiempo ya que nos remitirá a las ideas. Por mi parte logro percibir, por lo menos tres aspectos fundamentales, daré pie al primero que es más bien una perspectiva de tipo trágico, es decir en él todo pasa y fluye, es más ni siquiera es estable por su carácter eterno. La siguiente perspectiva que puntualizo es de tipo antropológica puesto que, como ya mencioné al inicio, nos refiere al mundo de las ideas y resalta el sentido platónico de la dualidad, puesto que el hombre siendo un ser constituido de alma y cuerpo es el único ser capaz de darse cuenta del tiempo y reflexionar sobre él ¿es el tiempo un parámetro humano? quizá no desde el punto de vista de nuestro personaje. Por último, está impregnado de modo alguno de tinte teológico en cuanto a que Dios da inicio al tiempo porque antes de él no existía y una vez creado el tiempo se convierte este en su medio de salvación para los hombres.

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