Parte de la vida de san Agustín se puede palpar en el libro de las Confesiones donde expresa algunas experiencias que le dejaron marcada su vida para siempre. Por ello en el siguiente texto se dará a conocer un fragmento de su vida donde él narra las dudas que tenía conforme a la verdad de la religión católica, la cual san Ambrosio le ayuda a discernir por medio de su testimonio de vida. Otro tema que menciona es el estado matrimonial que pensaba él y su madre, la amistad con Alipio, etc.
Agustín narra en primer momento que estaba confundido pues no era maniqueo ni católico, por ello dice que andaba por lo sombrío de la tierra y que tenía intención de buscar a Dios fuera de él sin saber que estaba presente en todo momento en él. Lo que ocasionó dicha fatiga o malestar fue estar en busca de la verdad. Sin embargo gracias a san Ambrosio pudo reconciliarse consigo mismo y así aclara sus dudas sobre la verdad de la religión católica. Esto quiere decir que oyendo predicar a san Ambrosio entendió la doctrina de la Iglesia que antes no entendía, pues no le quedaba claro que el hombre es imagen y semejanza de Dios. Por ello Agustín menciona que:
“Muy alegre y contento oía predicar a Ambrosio, el cual, como si a propósito y con todo cuidado propusiera y recomendara la regla para entender la Escritura, repetía muchas veces aquello de san Pablo: La letra mata, pero el espíritu vivifica; cuando quitado el misterio velo de algunos pasajes, que entendidos según la corteza de la letra parecía que autorizaba la maldad, los explicaba en sentido espiritual tan perfectamente, que nada decía que me disonase, aunque dijese cosas que todavía ignoraba yo si eran verdaderas”.[1]
Mientras tanto, Agustín quería y deseaba comprender todas las demás cosas, ya fuesen corporales, pero ausentes o distantes de sus sentidos. Para ello termina diciendo: “Yo hubiera podido sanar, si me hubiera determinado creer; pues siendo los ojos de mi alma purificados y fortalecidos por la fe, se dirigieren de algún modo a vuestra verdad, que siempre permanece y por ninguna parte es defectible”.[2]
Continuando con la vida de Agustín se puede señalar la amistad que tuvo con Alipio al cual lo apartó de la locura de los juegos circenses. Alipio era de Tagaste, de las más nobles y primeras familias de tal pueblo. Él era más joven que Agustín y había sido su discípulo en Tagaste y posteriormente en Cartago. Se dice que Alipio amaba demasiado a su amigo Agustín porque lo tenía como un hombre de bien y docto. Lamentablemente Agustín se preocupaba por él ya que Alipio se dejaba llevar por la corriente de las costumbres cartagineses, pues era un aficionado a los juegos y por ende a los espectáculos. A pesar de lo ya dicho, Alipio pudo salir de esos vicios con la ayuda de su amigo Agustín el cual dirá:
“Solamente podrá callar vuestras alabanzas quien no considera vuestras misericordias, las cuales me obligan a que yo os confiese y alabe con lo más íntimo de mi corazón, acordándome de que al instante que él acabó de oír aquellas palabras, salió de aquella hoya profunda en que voluntariamente se había hundido, y en que perseveraba ciego con aquel miserable deleite; y sacudiendo su ánimo con una fuerte templanza, saltaron fuera de él todas las manchas y lodos de aquellos juegos de circo, y no volvió jamás ni se acercó a ellos”.[3]
Un aspecto relevante que unía la amistad de Agustín y de Alipio era la necesidad de enseñanza, esperando en Dios el alimento que necesitaban sus almas. Es importante decir que Alipio no quería que se casase Agustín, diciendo que era imposible, pues él quería dedicarse al amor y al estudio de la sabiduría. Mientras tanto, la madre de Agustín instaba a que él se casara para que recibiera el bautismo, es decir, para que abrazara la fe católica. A los treinta años de edad que Agustín tenía, deseaba gozar de los bienes presentes, fugitivos, que destruían. Sin embargo él se decía: “Mañana encontraré la verdad”.[4] Concluye Agustín alabando y bendiciendo a Dios, que es fuente inagotable de misericordia la cual cada vez la sentía más cerca.
En este periodo de vida, Agustín va profundizando y descubriendo cada vez más la verdad que posteriormente la reconocerá como Dios. Cabe decir que es una etapa de su vida donde encuentra grandes amistades que le ayudan a acercarse más a Dios. También es un tiempo donde se le aclaran las dudas que tenía sobre la religión católica y sobre todo es momento de su vida en el cual continúa escrutando la verdad. Así pues, todas estas experiencias le ayudan a Agustín a sentir la presencia de Dios en su vida, aunque lo esté buscando en otros lugares. Para concluir se puede decir que Agustín va realizando un proceso acompañado de sus seres queridos en conocer la verdad, en efecto, toda la verdad la podrá encontrar cuando aclare sus dudas y se deje tocar por Dios como lo hizo san Ambrosio, el cual le ayudó a aclarar sus dudas conforme a la fe católica.
Agustín de Hipona, Libro de las confesiones, libro sexto, Editorial Éxodo, México, D. F; 2005, pp. 129-154.
[1] Agustín de Hipona, Libro de las confesiones, libro sexto, Editorial Éxodo, México, D. F; 2005, pág 135
[2]Ibídem. Cap.VI, pág.35
[3] Agustín de Hipona, Libro de las confesiones, libro sexto, Editorial Éxodo, México, D. F; 2005, pág 141.
[4] Agustín de Hipona, Libro de las confesiones, libro sexto, Editorial Éxodo, México, D. F; 2005, pág 147.
La metodología que llevamos para presentar a Agustín favorece el profundizar su pensamiento, su experiencia y su vida como elementos que componen una conversión en él.
ResponderEliminarEs interesante conocer la figura de Ambrosio y lo significativo que se vuelve en Agustín, pues su manera de presentar a un Dios con forma antropomórfica es la que llama la atención al Filósofo de Hipona. Muy buena tu colaboración.
En esta parte de la vida de San Agustín, se ve claramente la presencia de personas a su lado que lo van acompañando en su caminar, que lo van guiando y ayudando en sus dudas o dificultades que él mismo menciona. Ciertamente, si Agustín alcanzó la conversión, fue gracias a las personas que estaban a su lado para animarlo y mostrarle el camino a la verdad, además de que en esas personas claramente se podía percibir la presencia de Dios, pues si él dice que Él está en el interior de si mismo, también lo está en el interior de quienes lo rodean.
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