martes, 19 de noviembre de 2013

La sexualidad maléfica: un análisis en torno a la concepción erótica de la bruja en la Edad Media.




Alrededor de los siglos XV y XVI, Europa vive grandes cambios y giros culturales en los que habrá de cimentarse una nueva jerga de creencias e imaginarios que permearán, posteriormente, a la cultura de la modernidad. Frente a este contexto, una oleada de creencias y prácticas de tradición popular y que fueran heredadas de generación tras generación, serán el objeto de disputa y polémica  para dar lugar a la creación de una nueva visión y personificación del mal en la historia de Europa y la cristiandad, a saber, la brujería y las brujas. La brujería es presentada ante la sociedad europea medieval como una práctica en la que se renuncia a la fe cristiana cuyo propósito es entregar el alma y cuerpo a la perdición, esto es, al acto erótico y sexual. De este modo se inaugura una nueva visión frente a una sabiduría popular; la curandera, la partera, la mujer es ahora objeto de toda una discusión teologal y, a su vez, erótica en la que son las pasiones carnales y los deseos sexuales el impulso que la llevan a la realización de maleficios buscando saciar los placeres corporales entregándose en cuerpo y alma al diablo y a la práctica del maleficio.
La concepción de la bruja medieval, que llegará a estar vigente entrada ya la modernidad, hace su aparición definitiva en el siglo XVI caracterizada principalmente por cinco elementos[1], a saber: 1) la idea de un pacto de fidelidad realizado entre la bruja y el diablo; 2) El maleficio; 3) la práctica del Sabbat o el aquelarre; 4) la idea del vuelo nocturno y 5) signos corporales. De este modo, la concepción moderna de la bruja se diseña bajo una imagen de perversidad que no es otra cosa sino trazar las formas y líneas de lo prohibido puesto que en la medida de darle una forma y significado al concepto e imagen de la bruja es también satanizar y condenar las prácticas mágicas heredadas de toda una sabiduría y tradición popular puesto que la brujería popular, en principio, jugó un papel importante en la sociedad medieval.
La idea del pacto de fidelidad entre la bruja y le diablo es el eje fundamental para el desarrollo de toda una literatura y pensamiento erótico-sexual en torno a la bruja posicionándola con este elemento, innovador y decisivo, en un papel protagónico en la personificación ante el problema del mal y como otra enemiga oficial de la Iglesia, que la hacen “convertirse en el chivo expiatorio de una sociedad que, como todas, busca encontrar en alguien, en algo, la razón de todos los males, la verdad del mal”.[2] La bruja realiza un pacto de fidelidad con el diablo renunciando a su fe cristiana y entregándose en cuerpo y alma a la faena de la realización del mal. Es importante señalar que, a diferencia de los hechiceros, es gracias a este pacto por el cual las brujas tienen el poder de realizar maleficios pues es por medio de las brujas en que puede tener lugar la acción del diablo porque…
“las brujas actúan siempre con los demonios y que nada pueden hacer los unos sin los otros […] de aquí que las brujas realicen sus maleficios no por una virtud natural sino únicamente con el auxilio del diablo”.[3]
Es así como la bruja adquiere un estatus de símbolo y personificación de la perversidad diabólica y sexual, esta asociación de la figura de la bruja con el sexo, lo perverso y lo diabólico hace de su imagen y sus prácticas mágicas algo tan sucio y asqueroso como lo es la misma actividad genital. La imagen y figura de la bruja medieval y renacentista quedará subordinada bajo una óptica de la más elaborada pornografía de la época. De este modo, la imagen de la mujer en general es ahora proyectada hacia la maldad no por otra cosa sino por “un aspecto que es hermoso, un contacto fétido y su compañía mortal.”[4] La mujer seduce en virtud de su perversidad que busca no otra cosa sino saciarlos placeres de su sexo, envuelve con sus humores corporales alterando, o mejor dicho, embrujando el aire a su alrededor el cual envenena como lo es, también, una simple mirada de seducción. 
Es pues, la historia cultural de las brujas, de esas mujeres silenciadas en nombre de toda una tradición popular, una sabiduría y prácticas que en determinado momento no encontraron un discurso “autolegitimador de sus prácticas”,[5] una barbarie de la época que refleja un despliegue erótico-imaginario en la construcción de una perversidad sexual, fundamento de la moral de la bruja que quedará vetado de la cultura medieval y renacentista reducido en cenizas cuyo fuego de la hoguera consumía a la vez toda una tradición popular, un saber heredado, una auténtica cultura pagana y el imaginario extenso de una cultura del misterio, de lo oscuro y privado, de la perversidad y el deseo. 
La cacería de las brujas deja ver el ocaso de todo imaginario erótico, el eclipse del furor del cuerpo femenino desnudo, entregado al más íntimo ritual de la magia y de la fornicación; esto es, “el deterioro físico y moral de la cultura del deseo”.[6]
La sociedad de las brujas, de las mujeres víctimas de la enfermedad de la corrupción, el pecado y desenfreno, este desarreglo humoral de la bilis negra convertido en patología erótica, a saber, la melancolía.[7]La bruja quedará entonces marginada, junto con su melancolía, de la cultura del Renacimiento, diseñada a la imagen desnuda y depravada de la entrega al diabólico exceso de los placeres sexuales y carnales, del deseo y las pasiones, tan sucios y prohibidos como la práctica misma de su saber mágico.

 



Bibliografía de consulta: 

·         Cohen, Ester. “Con el diablo en el cuerpo: filósofos y brujas en el Renacimiento”. México, UNAM-Taurus, 2003.
·         Kraemer y Sprenger.  “Malleus Maleficarum”. Trad: Miguel Jiménez, España, Felmar, 1967.
·         Muchembled, Robert. “Historia del Diablo, siglos XII-XX”. Trad: Federico Villegas, México, FCE, 2002.
·         Nathan Bravo, Elia. “Territorios del mal: un estudio sobre la persecución europea de brujas”. México, IIF’s-UNAM, 2002.





[1] Cfr: Nathan Bravo, Elia. “Territorios del mal: un estudio sobre la persecución europea de brujas”. México, IIF’s-UNAM, 2002, pp. 29-35.  
[2] Cohen, Cohen, Ester. “Con el diablo en el cuerpo: filósofos y brujas en el Renacimiento”. México, UNAM-Taurus, 2003. p. 25.
[3] Kraemer y Sprenger. Op. cit.  pp. 58, 61. Kraemer y Sprenger.  “Malleus Maleficarum”. Trad: Miguel Jiménez, España, Felmar, 1967.
[4]  Ibid. p. 105.
[5] Cfr: Cohen, Op. cit. p. 134.
[6] Ibid. p. 135.
[7] Ibid. p. 150. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor deja un comentario útil, constructivo y documentado