Durante los siglos XVI y XVII hubo un apogeo en la caza de brujas y los juicios por brujería, debido en gran medida, a la publicación del Malleus Maleficarum, este libro tuvo gran influencia en el público gracias a su amplia distribución y también porque sirvió como referencia de autoridad para los tribunales Inquisitoriales y más tarde para los jueces laicos de las monarquías recién formadas que se separaban del poder papal[1]. Evidentemente las acciones de la Iglesia católica contra la brujería muestran una fuerte misoginia y represión de los valores femeninos en la sociedad, como se muestra en el trato a las mujeres como seres débiles y propensos a la corrupción y al pecado[2], además de la reafirmación de un régimen vertical y patriarcal, sin embargo, las persecución no fue contra la totalidad de las mujeres sino contra una minoría. Entonces, ¿qué pudo tener esta minoría que la hiciera objeto de tan monstruosa persecución?
La respuesta a esta pregunta se puede encontrar fácilmente en el nombre de tales persecuciones, estas mujeres eran acusadas de brujería, sin embargo debemos ahondar en qué era esto a lo que con tanto desprecio se llamó brujería. Para empezar, la brujería se puede rastrear en un hecho, todavía vigente, conocido como hechicería tradicional y que tenía un papel de gran importancia en los pueblos antiguos pues dentro de ella entran las artes adivinatorias y de curación, muy demandadas por la comunidad. Sin embargo, en la brujería estaba implícita la idea de que los beneficios de la hechicería eran usados con fines negativos.
Es aquí donde se pone interesante el asunto de las persecuciones, puesto que la hechicería practicada por estas mujeres revela un conocimiento más allá del aceptado ortodoxamente por la Iglesia y que entraña una amenaza para la misma: las brujas tenían presuntamente un conocimiento sobre la naturaleza y sobre las causas al que no se podía acceder y esto les daba un velo de misterio. Sin embargo, las mujeres acusadas de brujería se caracterizaban por vivir apartadas de la urbanización, aisladas, en la pobreza y con acceso mucho más directo a los frutos de la naturaleza y, por ende, conocían más de cerca sus efectos en el hombre. De ahí que a través del uso de plantas específicas en combinaciones adecuadas pudieran generar una gran variedad de pócimas y brebajes cuyos efectos, sin causa aparente para el ojo ingenuo, dieran la ilusión de la brujería y la magia por el hecho de causar fuertes efectos en la psyché de la víctima, sobretodo en cuestiones eróticas.
Teniendo esto en cuenta, la perspectiva frente al papel de las brujas da una vuelta tremenda, pues se podría explicar su poder aparentemente adquirido a través de pactos con fuerzas malignas mediante el conocimiento pre-científico de la naturaleza (puesto que aún era común que las mismas personas que usaban este conocimiento le atribuyeran su poder a fuerzas sobrenaturales, sin embargo, la adquisición de este conocimiento se basaba en la observación y la generalización inducida a partir de lo observado). De esta manera, las brujas son, en cierta medida, antecesoras del método científico pues en ellas se muestra una vuelta a la investigación de la naturaleza y de sus formas de proceder, investigación que revela un interés en el mundo terrenal más que en lo metafísico, además de la generación de principios generales en los cuales se basaban para llevar a cabo su brujería.
Otra cuestión a tener en cuenta, es el hecho de que la brujería tuvo grandes similitudes con otro conocimiento pre-científico de gran importancia: la alquimia; puesto que en ambos se busca un conocimiento de la realidad externa que puede afectar la realidad interna de los individuos: en la brujería, el conocimiento de las cualidades de las plantas y su dosificación para afectar la psyché y, en la alquimia, la relación del macro-cosmos (realidad externa) con el micro-cosmos (interioridad)[3] mediante la cual se buscaba lograr ciertos efectos en el cuerpo a través de la manipulación de sustancias. Además de que ambas prácticas fueron fuertemente condenadas por la Iglesia en su poderío.
Se puede ver cómo la brujería en el medioevo tardío fue, en cierta medida, más que un culto herético, un resurgimiento del interés por la naturaleza y sus métodos como se vio en culturas del mundo antiguo, un renacer del interés humano por los misterios de la naturaleza que habían sido dejados de lado por dar una importancia mayor a lo divino y sobrenatural. Con la brujería se ven los albores de lo que se avecinaba en el Renacimiento, una revolución que llevó al hombre a indagar de nuevo en la naturaleza y que dio lugar a todos los avances científicos que hoy tenemos. No podemos negar la importancia de la experimentación con la naturaleza por parte de las brujas pues gracias a este tipo de conocimiento pionero se ha logrado un progreso impresionante en cuanto al conocimiento de la materia y de las formas en que puede afectarnos.
Bibliografía:
- Kramer, Heinrich y Sprenger, Jacob (1486); Malleus Maleficarum; versión digital consultada el día 10 de noviembre de 2013 en: http://www.reflexionesmarginales.com/biblioteca/Malleus_Maleficarum.pdf.
- Zaffaroni, Eugenio Raúl (2012); La cuestión criminal; Planeta; Buenos Aires.
- Burckhardt, Titus (1967); Alchemy: Science of the Cosmos, Science of the Soul. Traducción al ingles de William Stoddart; Penguin; Baltimore.
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