domingo, 24 de febrero de 2013

Cristianismo medieval: los siglos decisivos






Las siguientes líneas pretenden brindar algunas aproximaciones al libro: Los siglos decisivos, la experiecnia medieval de Francis Christopher Oakley, con la intención de obtener algunos elementos para la discusión acerca de los fundamentos filosóficos, políticos y morales del cristianismo medieval. Siguiendo la lectura de Los siglos decisivos nos daremos cuenta que desde la consolidación de la Iglesia Católica, hubo distintas maneras de concebir el proyecto cristiano. Además de entender que eso que llamamos “Edad Media”, es resultado de una visión moderna de Occidente.

Francis Oakley siguiendo al destacado sociólogo Max Weber, argumenta que nuestras creencias, costumbres, actitudes e instituciones no son de ninguna manera naturales y universales; más bien son un producto de nuestra historia peculiar de Occidente. Por lo tanto a lo que llama los “siglos decisivos” del Medievo, es a esa forma peculiar europea cuando se colocaron los cimientos del mundo occidental, es decir, un resultado de la visión de los humanistas del Renacimiento. La idea que entre el mundo antiguo y el moderno existe una Edad Media, es un producto  del Renacimiento. Desde ese entonces los historiadores han tomado como base esta hecho como algo natural desde donde se divide la historia humana. Sin embargo, los hombres y las mujeres de la llamada “Edad Media” ni siquiera concebían el tiempo y la historia como la concebimos los occidentales. Para ellos la concepción de la historia estaba en torno al tiempo bíblico, partiendo desde la creación en donde Dios padre hizo al mundo y al hombre, posteriormente la llegada del Anticristo y finalmente el Juicio Final. Luego entonces, surge la pregunta ¿Cómo es que esta forma peculiar de occidente de ver la historia pudo expandirse en todo el mundo? Oakley responderá que un elemento importante fue el proyecto de universalización del cristianismo medieval.

Hay que destacar que el trabajo de Oakley es gran relevancia debido a que no sólo realiza una investigación histórica descriptiva de lo que conocemos como Medievo, sino que brinda un análisis de las discusiones filosóficas, políticas y morales de ese periodo. Aunque Oakley desarrolla con gran claridad en seis capítulos la vida religiosa, económica, política e intelectual del Medievo, abordaré el capítulo titulado: Iglesia y secta, el papel del cristianismo medieval para delimitar la discusión al origen de las contradicciones entre diferentes facciones dentro y fuera de lo hoy conocemos como Iglesia Católica. De esta manera, Francis Oakley retoma la tesis del sociólogo Ernest Troeltsch quien señala que en el curso de la evolución histórica, el cristianismo no fue una organización socioreligiosa homogénea con un solo proyecto; sino que en realidad existieron cuando menos tres tipos: la iglesia, la secta y el misticismo.

 La iglesia es un proyecto amplio que trata de incorporar a las masas, “aspira a lograr una base suficientemente amplia de apoyo electoral para que se le confíe el gobierno del país y la oportunidad, por ende, de aplicar su programa. Para lograr su objetivo, está dispuesta a renunciar a una pureza ideológica intransigente, a abrir sus puertas a todos y a expresar su mensaje en términos aceptables para la masa de los votantes”.[1] Por el contrario, la Secta  requiere una vida moral más rigurosa, demanda un compromiso vital que muchos aspiran, pero pocos pueden mantenerlo a través de los años. El Misticismo es la forma de cristianismo apegado a las costumbres orientales, más “espiritual” e individual. Cabe señalar que Oakley al referirse a la iglesia y la secta, se refiere a dos términos conceptuales que no son entidades concretas, sino a los rasgos más típicos de la sociedad religiosa. Sin embargo, estás dos tendencias permanecen en contradicción hasta nuestros tiempos.

Pero, Oakley se pregunta como nosotros, ¿Por qué el cristianismo paso de ser una secta marginal a un proyecto universal? Evidentemente fue por diversos factores, muchos de ellos de orden político y económico, pero como sabemos en el plano filosófico, la gran apertura de tolerancia que Constantino en el siglo IV antes de nuestra era, otorgó a la iglesia primitiva, fue de suma relevancia. Pareciera increíble que un siglo después, el cristianismo se convirtió en la religión de Estado con una fuerza coercitiva moral. Y que decir  del periodo de Carlo Magno hasta el siglo IX, en donde los habitantes del territorio que hoy conocemos como Europa se sentían parte del cristianismo. Precisamente es en este periodo en donde Oakley describe que el logos, se hace carne y mora entre los hombres, según el Santo Evangelio. Posteriormente este logos será compatible con el sistema y las categorías de Aristóteles. No obstante, lo que más llamó la atención a los cristianos fueron las cuestiones del ethos, la vida moral, el pecado, la gracia y la salvación.

Sin duda alguna hoy en día la Iglesia Católica vive una de sus peores crisis de la historia. La renuncia de Benedicto XVI sigue causando polémica y parece ser que sólo es la punta de un iceberg de un cúmulo de corrupción, tráfico de influencia y pederastia que poco a poco comienzan a emerger. Pero, ¿Cómo entender lo que pasa con la Iglesia Católica desde el punto de vista filosófico?  Para  tener una posible respuesta a esta interrogante, se hace más que pertinente echar un vistazo al pasado, y de manera particular la experiencia medieval para poder comprender qué perspectivas tiene la institución religiosa más poderosa de la historia. Es aquí donde el debate entre Agustín de Hipona contra los donatistas, es pertinente hoy en día. 

Oakley señala que la discusión entre Agustín de Hipona y los donatistas no se trataba de un debate meramente académico, sino que era una verdadera confrontación entre dos proyectos no sólo diferentes, sino antagónicos. De una parte San Agustín representando  a la iglesia ortodoxa, pondrá énfasis en la cuestión del Pecado Original, afirmará que la relación del  hombre con el Dios creador era a través de la iglesia, fuera de ésta no puede haber salvación. Agustín definió la iglesia como un cuerpo invisible de los elegidos por Dios.  Por otro lado, los donatistas afirmaban que la iglesia tenía que ser visible y estar compuesta por todos aquellos que fueran justos y santos, y que los sacramentos serían inválidos si se administran por un ministro indigno. Finalmente,  el proyecto cristiano medieval, ortodoxo y escolástico triunfó, modificando algunos planteamientos de Agustín de Hipona. Sin embargo, hoy en día el ethos cristiano de  la iglesia está en  duda. La pregunta que surge entonces es: ¿Estará dispuesta hoy la Iglesia Católica a ceder  una pureza ideológica intransigente para no perder a las masas?





[1] Oakley Francis, Los siglos decisivos, la experiencia medieval, Ed. Alianza, Madrid, España, 1980, pp.60-61.

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