sábado, 23 de febrero de 2013

El libro de la rosa (Primera parte)



Guillaume de Lorris, Jean de Meun

El Libro de la Rosa




El matrimonio en la baja Edad Media, no es la unión de dos personas por amor, son matrimonios que obedecen a la ley y no al amor. El verdadero amor cae fuera del matrimonio, ésta es una nueva forma de valorar la relación entre amantes, aquella que está contra la ley; de este modo el amor se torna ilegal. Los caballeros deberán llevar a cabo grandes hazañas para merecer el amor de aquella dama, sin embargo, también deberán de cuidar las formas, pues la dama en cuestión en el mayor de los casos es casada, cumple con un acuerdo matrimonial, cumple con la ley divina, de este modo, el caballero no puede acercarse a la dama, debe permanecer alejado, por ello  necesita encontrar la manera de hacerle saber a esa dama sus sentimientos, quizá algún poema, canción, hazaña victoriosa o lo que pueda llamar la atención de aquella dama.


Un sueño, esto es el recuerdo de un sueño. Lorris, es el primer autor de esta obra, quien narra el recuerdo del sueño de un poeta; irá describiendo  todo lo que aquél va observando en su recorrido, pero ¿qué puede ofrecer la narración del sueño de un poeta?

Es primavera, los paisajes y el entorno inspiran a enamorarse, “el que no ama en mayo tiene muy duro el corazón”[i] pero para amar hay un lugar especial, el jardín. No obstante, no se trata de cualquier jardín; éste era especial y estaba dentro de un muro.

“el muro era alto y tenía forma cuadrada; dentro había un jardín en el que nunca había entrado un pastor. El lugar era precioso […] no se podría encontrar un gozo o una alegría semejantes a las que había en aquel jardín: el lugar no era ni esquivo ni tacaño a la hora de albergar aves, y nunca hubo un sitio tan rico de árboles y de pájaros cantores, pues allí había tres veces más que en todo el reino de Francia”.[ii]

En la Edad Media se acostumbraba elegir a aquellos que eran dignos de llevar una vida cortesana, esa cultura cortesana está representada por el jardín, al que el acceso era restringido. La caballería formó parte de la vida cortesana, no obstante para ser caballero de la corte se requería como mínimo tener un buen caballo y armadura para las batallas. También se elegían damas cortesanas según su procedencia familiar, la cual ante todo debía tener prestigio moral; la vida en la corte era excluyente con el pueblo y comúnmente se llevaban a cabo bailes y torneos para los cortesanos.
Fuera del jardín quedan todos los sentimientos a los que el amor se opone pues ninguno de ellos le favorece, cada uno está personificado en el alto muro que rodea por completo el jardín; el poeta observa minuciosamente y detalla las singulares características de cada sentimiento, no sólo provoca imaginarlos físicamente como personas, la descripción es tan detallada que crea aversión por ellos; así el poeta va recorriendo un largo muro, conociendo uno a uno aquellos sentimientos que debe evitar todo enamorado, a saber, Malquerencia, Felonía, Villanía, Cobardía, Codicia, Avaricia, Tristeza, Envidia, Vejez, Hipocresía y Pobreza.
Entre la inquietud y la curiosidad, el poeta se pone a buscar cómo entrar al jardín pues en su primer recorrido no notó ningún acceso, advierte entonces una pequeña puerta, llama a ella…quizá no debió llamar, quizá no debió presentarse con Ociosa (quien fue la que le permitió entrar en el jardín), pero ahí estaba delante de ella, pidiendo se le diera la oportunidad de conocer aquel hermoso jardín. El poeta lo logra y se introduce en aquella vida, conoce a Solaz rey y dueño del jardín, quien acompañado de todos aquellos que incitan al amor, al contrario de los sentimientos representados en el exterior, el poeta los observa bailando o tocando algún instrumento musical; uno de los acompañantes de Solaz es el dios de Amor, “que reparte a su antojo enamoramientos. Es el que hace justicia con los enamorados, el que abate el orgullo de las gentes haciendo del señor, servidor, y de las damas, criadas, cuando las encuentra demasiado soberbias,”[iii] hiere a sus víctimas con flechas de dos tipos, las buenas y las malas, las que son de oro y las que están hechas de plomo.
El poeta, inicia pronto un recorrido dentro del hermoso jardín, quiere conocer más, quiere ir más allá de lo que ven sus ojos, quiere ser parte del jardín; pero el dios de Amor lo quiere a él, lo quiere a su servicio, lo sigue. El poeta, confiado pasea por el jardín, nota que el dios de Amor lo sigue pero no toma precauciones, llega a la fuente de Narciso, “…fue un muchacho al que Amor atrapó en sus redes: lo atormentó tanto y tanto hizo que llorara y se lamentara, que al final entregó su alma”[iv]; a pesar de saber la historia de éste, a pesar de querer resistirse, finalmente sucumbe a la tentación de mirar en ella. Contempla dos piedras de cristal en las que se refleja todo el jardín, es la ocasión propicia para que el dios de Amor lo hiera con la primer flecha, a partir de ese momento el poeta comienza a vivir en una constante contradicción, en la paradoja que viven los enamorados, se siente extasiado de amor pero vive por ello un suplicio.

“Contemplé con detenimiento la fuente y los cristales del fondo, que me revelaban mil cosas de las que había alrededor. Pero en mala hora lo hice, desdichado de mí, ¡tanto he suspirado después! El espejo me engañó: si hubiera conocido antes su poder y sus virtudes, no me habría metido en él, pues al punto caí en el lazo que ha apresado y traicionado a tantos hombres”[v]

El poeta queda deslumbrado por el capullo de una rosa, para llegar a ella conocerá a varios personajes, entre ellos Dulce Albergue, quien le ayudará en su cometido; pero el acercarse demasiado a la rosa provocará Rechazo, es decir, Rechazo junto con Miedo y Vergüenza se encargaran de que el poeta no pueda llegar acercarse nuevamente, en tanto que Dulce Albergue, que es el único sentimiento que le ha favorecido,  ahora lo han mandado a encerrar por culpa de Mala lengua, en una torre que está dentro de la muralla y que a partir de ahora albergará las rosas.

Hasta aquí, la primer parte del libro, es decir, la de Lorris; una narración llena de fantasía e ilusión.





        






Bibliografía


Guillaume de Lorris, Jean de Meun. Le Roman de la Rose. [Traducido por Carlos Alvar y Julián Muela] Madrid, Ediciones Siruela, 1986, 387p.










[i] Guillaume de Lorris, Jean de Meun. Le Roman de la Rose. Traducido por Carlos Alvar y Julián Muela. Madrid: Ediciones Siruela, 1986, p. 46.
[ii] Ibíd. p. 51.
[iii] Ibíd. p. 56.
[iv] Ibíd. p. 64.
[v] Ibíd. p. 66.

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