Jacques Le Goff, Les Intellectuels au Moyen Âge
Carmina Burana
El término intelectual se acuña y comienza a utilizar a raíz de la participación (decisiva y con grandes repercusiones) de Émile Zola en el caso Dreyfus, surgiendo así una figura que aúna el estudio y la reflexión a la participación social y política activa, que aúna el placer de la vida intelectual a la pasión de la vida social.
El “intelectual”medieval de Le Goff ciertamente
tiene algunos de los rasgos más comúnmente asociados a este término: estudia,
analiza, reflexiona, dentro de los marcos de las corrientes y las posibilidades
que la época le proporciona; enseña; se nutre de fuentes de pensamiento
diversas a las corrientes en su tiempo, incluyendo textos antiguos a los que
accede a través de los árabes[3];
influye en su sociedad de manera más o menos sutil, si bien el aspecto crítico
se ve severamente limitado por las restricciones eclesiales y políticas al
pensamiento, pero incluso en ese sentido este personaje busca y en ocasiones
encuentra caminos para pensar con cierto grado de libertad, se vuelve
vagabundo, se acoge a la Iglesia cuando el poder político le coacciona, se
acoge a la ciudad cuando el poder eclesiástico le limita, y, por fin, crea ese
espacio privilegiado donde hasta nuestros días (¿mañana, quién sabe?) se podrá
ejercer el pensamiento y la actividad crítica, la universidad.
Savant et professeur, penseur par métier,
l’intellectuel peut aussi se définir par certains traits psychologiques qui
peuvent s’infléchir en travers d’esprit, par certains plis du caractère qui
peuvent se durcir, devenir habitudes, manies. Raisonneur,
l’intellectuel risque de tomber dans la ratiocination. Scientifique, le
dessèchement le guette. Critique, ne va-t-il pas détruire par principe,
dénigrer par système? Les détracteurs ne manque pas dans le monde contemporaine
pour en faire un bouc émissaire […] Aux ennemis de l’intellectuel, Dante a
répondu despuis des siécles, en mettant au Paradis où el les réconcilie les
trois plus grands figures d’intellectuels du XIIIe siécle: saint Thomas, saint
Bonaventure et Siger de Brabant.
(Sabio y profesor, pensador de oficio, el intelectual
puede también definirse por ciertos rasgos psicológicos que pueden orientarse a
través del espíritu, por ciertos pliegues de carácter que pueden endurecerse,
convertirse en hábitos, en manías. Razonador, el intelectual se arriesga a caer
en la racionalización. Científico, la deshidratación le acecha. Crítico, ¿no va
a destruir por principio, a denigrar sistemáticamente? Los detractores no
faltan en el mundo contemporáneo para convertirlos en chivo expiatorio […] A
los enemigos del intelectual, Dante les ha respondido desde hace siglos,
colocando en el Paraíso, donde los reconcilia, a las tres más grandes figuras
de intelectuales del siglo XIII: santo Tomás, san Bonaventura y Siger de
Brabant.)[4]
El elemento amoroso y erótico no está ausente de
la figura del “intelectual” medieval, ni en la historia (no podía estarlo,
considero que lo señala muy acertadamente Umberto Eco en El nombre de la Rosa)
ni en el libro de Le Goff, como lo atestigua el fascinante relato de la
relación entre Abélard[5]
y Héloïse[6].
Pero, sobre todo, lo que justifica plenamente la
denominación que se le asigna a un tal personaje es su contribución al
surgimiento del pensamiento occidental, la creación de espacios dentro de la
Iglesia, dentro de la Ciudad, la creación de la Universidad, no pueden bajo
ninguna óptica considerarse como logros menores, y el mérito de Le Goff es
llevarnos de la mano y hacer palpable el dramatismo, el riesgo, la aventura de
pensar que supuso el paso de nuestro “intelectual” por esa época.
Para muestra, un botón… Les goliards. Los goliardos, ese “groupe étrange d’intellectuels” (grupo extraño de intelectuales)[7]. Esos monjes medievales vagabundos, literatos, poetas, críticos de la Iglesia, la sociedad, el poder, y fans del vino, la taberna, las mujeres, el amor… Heredera de escritos en estilo goliardo es la cantata Carmina Burana, compuesta por Carl Orff y basada en la homónima colección de cantos goliardos.
Primeros en una línea de pensadores que no sólo
crearán espacios propios para ejercer el pensamiento (en su caso, escapando a
las instituciones, vagabundeando, especie de cínicos medievales) y la crítica[8],
aunque tímida comparada con las épocas posteriores, sin dejar de lado la
referencia a la mujer en la historia medieval del pensamiento, como es el caso
ya mencionado de Héloïse.
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