Las siguientes líneas pretenden
brindar algunas aproximaciones al libro: Los
siglos decisivos, la experiecnia medieval de Francis Christopher Oakley, con la intención de obtener
algunos elementos para la discusión acerca de los fundamentos filosóficos,
políticos y morales del cristianismo medieval. Siguiendo la lectura de Los siglos decisivos nos daremos cuenta que desde la consolidación de la Iglesia Católica, hubo distintas maneras de
concebir el proyecto cristiano. Además de entender que eso que llamamos “Edad
Media”, es resultado de una visión moderna de Occidente.
Francis Oakley siguiendo al
destacado sociólogo Max Weber, argumenta que nuestras creencias, costumbres, actitudes e instituciones no son de ninguna manera naturales y universales; más bien son un producto de nuestra
historia peculiar de Occidente. Por lo tanto a lo que llama los “siglos
decisivos” del Medievo, es a esa forma peculiar europea cuando se colocaron los
cimientos del mundo occidental, es decir, un resultado de la visión de los
humanistas del Renacimiento. La idea que entre el mundo antiguo y el moderno
existe una Edad Media, es un producto del Renacimiento. Desde
ese entonces los historiadores han tomado como base esta hecho como algo natural desde donde se divide la
historia humana. Sin embargo, los hombres y las mujeres de la llamada “Edad
Media” ni siquiera concebían el tiempo y la historia como la concebimos los
occidentales. Para ellos la concepción de la historia estaba en torno al tiempo
bíblico, partiendo desde la creación en donde Dios padre hizo al mundo y al
hombre, posteriormente la llegada del Anticristo y finalmente el Juicio Final.
Luego entonces, surge la pregunta ¿Cómo es que esta forma peculiar de occidente
de ver la historia pudo expandirse en todo el mundo? Oakley responderá que un
elemento importante fue el proyecto de universalización del cristianismo
medieval.
Hay que destacar que el trabajo de
Oakley es gran relevancia debido a que no sólo realiza una investigación
histórica descriptiva de lo que conocemos como Medievo, sino que brinda un
análisis de las discusiones filosóficas, políticas y morales de ese periodo. Aunque
Oakley desarrolla con gran claridad en seis capítulos la vida religiosa,
económica, política e intelectual del Medievo, abordaré el capítulo titulado: Iglesia y secta, el papel del cristianismo
medieval para delimitar la discusión al origen de las contradicciones entre
diferentes facciones dentro y fuera de lo hoy conocemos como Iglesia Católica. De
esta manera, Francis Oakley retoma la tesis del sociólogo Ernest Troeltsch
quien señala que en el curso de la evolución histórica, el cristianismo no fue
una organización socioreligiosa homogénea con un solo proyecto; sino que en
realidad existieron cuando menos tres tipos: la iglesia, la secta y el
misticismo.
La
iglesia es un proyecto amplio que trata de incorporar a las masas, “aspira
a lograr una base suficientemente amplia de apoyo electoral para que se le
confíe el gobierno del país y la oportunidad, por ende, de aplicar su programa.
Para lograr su objetivo, está dispuesta a renunciar a una pureza ideológica
intransigente, a abrir sus puertas a todos y a expresar su mensaje en términos
aceptables para la masa de los votantes”.[1] Por
el contrario, la Secta requiere una vida moral más rigurosa, demanda
un compromiso vital que muchos aspiran, pero pocos pueden mantenerlo a través
de los años. El Misticismo es la
forma de cristianismo apegado a las costumbres orientales, más “espiritual” e
individual. Cabe señalar que Oakley al referirse a la iglesia y la secta, se
refiere a dos términos conceptuales que no son entidades concretas,
sino a los rasgos más típicos de la sociedad religiosa. Sin embargo, estás dos
tendencias permanecen en contradicción hasta nuestros tiempos.
Pero, Oakley se pregunta como
nosotros, ¿Por qué el cristianismo paso de ser una secta marginal a un proyecto
universal? Evidentemente fue por diversos factores, muchos de ellos de orden
político y económico, pero como sabemos en el plano filosófico, la gran
apertura de tolerancia que Constantino en el siglo IV antes de nuestra era, otorgó
a la iglesia primitiva, fue de suma relevancia. Pareciera increíble que un
siglo después, el cristianismo se convirtió en la religión de Estado con una
fuerza coercitiva moral. Y que decir del periodo de Carlo Magno hasta el
siglo IX, en donde los habitantes del territorio que hoy conocemos como Europa
se sentían parte del cristianismo. Precisamente es en este periodo en donde
Oakley describe que el logos, se hace
carne y mora entre los hombres, según el Santo Evangelio. Posteriormente este logos será compatible con el sistema y las
categorías de Aristóteles. No obstante, lo que más llamó la atención a los
cristianos fueron las cuestiones del ethos,
la vida moral, el pecado, la gracia y la salvación.
Sin duda alguna hoy en día la Iglesia Católica
vive una de sus peores crisis de la historia. La renuncia de Benedicto XVI sigue
causando polémica y parece ser que sólo es la punta de un iceberg de un cúmulo
de corrupción, tráfico de influencia y pederastia que poco a poco comienzan a
emerger. Pero, ¿Cómo entender lo que pasa con la Iglesia Católica desde el
punto de vista filosófico? Para tener una posible respuesta a esta
interrogante, se hace más que pertinente echar un vistazo al pasado, y de
manera particular la experiencia medieval para poder comprender qué
perspectivas tiene la institución religiosa más poderosa de la historia. Es
aquí donde el debate entre Agustín de Hipona contra los donatistas, es
pertinente hoy en día.
Oakley señala que la discusión
entre Agustín de Hipona y los donatistas no se trataba de un debate
meramente académico, sino que era una verdadera confrontación entre dos
proyectos no sólo diferentes, sino antagónicos. De una parte San Agustín representando a la iglesia ortodoxa, pondrá énfasis en la
cuestión del Pecado Original, afirmará que la relación del hombre con el Dios creador era a través de la
iglesia, fuera de ésta no puede haber salvación. Agustín definió la iglesia
como un cuerpo invisible de los elegidos por Dios. Por otro lado, los donatistas afirmaban que
la iglesia tenía que ser visible y estar compuesta por todos aquellos que
fueran justos y santos, y que los sacramentos serían inválidos si se
administran por un ministro indigno. Finalmente, el proyecto cristiano medieval, ortodoxo y escolástico
triunfó, modificando algunos planteamientos de Agustín de Hipona. Sin embargo,
hoy en día el ethos cristiano de la iglesia está en duda. La pregunta que surge entonces es:
¿Estará dispuesta hoy la Iglesia Católica a ceder una pureza ideológica intransigente para no
perder a las masas?
[1] Oakley Francis, Los siglos decisivos, la experiencia
medieval, Ed. Alianza, Madrid, España, 1980, pp.60-61.
la verdad no se puede sacrificar por la unidad
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