miércoles, 14 de diciembre de 2011

Plotino: Enéada I, sobre la belleza


Tal como su nombre lo indica, la Eneada I de Plotino, en su tratado 6, representa la reflexión sobre la belleza. Sin embargo, los traductores nos dirán que refleja, más allá de un tratado sobre la belleza misma, un entramado de metafísica y mística; de modo que al plantearse el problema de la belleza infiere la identificación con la forma, mientras que la belleza del alma se identifica con una forma trascendente, semejante a la del fuego, pero al mismo tiempo secundaria, en cambio la de la Inteligencia, con la Forma trascendente y primaria; por ello el Bien como principio de forma, es también principio de belleza, aunque no sea éste la Belleza[1].

            Pero ¿cómo es que llega Plotino a estas conclusiones? En primer lugar afirma que “la belleza se da principalmente en el ámbito de la vista (…) el oído (…) y la música”[2]. Sin embargo más allá de esta “percepción sensible”, encontramos la belleza de las ciencias, de las acciones, de los hábitos, etc., pertenecientes de hecho a la gradualidad de la belleza del alma. Causa de que se diga que hay cosas bellas por participación, mientras que otras los son en sí mismas.

            Con base en la denominación popular, Plotino afirma que la belleza es  “la proporción de unas partes con otras y con el conjunto, a una con el buen colorido añadido (…) en estar bien proporcionadas y medidas”. Pero si siguiéramos esta definición, “nada simple sería bello”, es decir “será bello el conjunto, mientras que las partes no estarán dotadas de belleza por sí mismas. Y sin embargo, si el conjunto es bello, también las partes deben ser bellas…”[3] por lo que se clasifica como falso a este razonamiento. En cambio si partimos de que es algo que se reconoce a primera vista y que el alma comprende, acoge y se ajusta a ello, nos damos cuenta de la veracidad de esta premisa ya que, el alma, al proceder de la Esencia misma, cuando se topa con algo que participa de su misma procedencia, entonces juzga como bello al objeto reconocido. Es entonces bello en cuanto que participa de una forma que  “compone y coordina lo que va a ser algo compuesto por muchos”[4]. Así al darle forma se unifica y al unificarse la belleza se impregna en cada una de las partes y en el todo.

            Si hablamos entonces de “las bellezas ulteriores”, no es la percepción sensible quien trabaja sino el alma quien las ve y las enjuicia. A ello se llega mediante la contemplación que provoca tales emociones que llevan a acoger la belleza y por tanto a poder manifestarla, es decir, siendo comúnmente mezclada el alma con la percepción, la primera deberá liberarse de la segunda, de modo que el alma se haga bella a ella misma quitando lo que le es ajeno, permaneciendo así pura, obteniendo su forma original, integrándose a lo divino. Y siendo sólo alma se asemeja a Dios, porque de Él nace la belleza.
            Y es que es en Dios donde belleza y bondad son uno solo. “Y es del Bien de donde surge la Inteligencia, que hace bella al Alma, y el resto de las cosas son bellas por obra del Alma”[5], porque al ser el Alma algo divino y naciente de lo Bello, “cuantas cosas toca y somete las hace bellas en la medida en que son capaces de participar”[6].
En conclusión, todas las bellezas sobrevienen y proceden de aquel. Pero si alguien logra ver la “Belleza imponente”, no tendrá necesidad de las otras. A esta contemplación se llega acostumbrando al alma a mirar por sí misma, pasando gradualmente de las cosas bellas al alma del que hace las cosas bellas, a fin de pasar a la observación de la belleza personal; una vez ahí, confía en sí mismo para llegar a la contemplación de la gran Belleza. Es un recorrido en el cual el alma se contempla bella para ver la Belleza. Quien llegue a esto podrá decir que la belleza se encuentra en las Ideas a las que se llega por la inteligencia.

Bibliografía

Plotino, Enéada: sobre la belleza, Vol. I, pp.89-111, Madrid, Gredos, 2002.


[1] Cfr. Plotino, Enéada: sobre la belleza, Vol. I, p.89, Madrid, Gredos, 2002.
[2]Íbid. P.93
[3] Íbid. P.97
[4] Íbidem
[5]Íbid. P.99
[6] Íbid. P.101

1 comentario:

  1. Considero que tu aportación es muy clara y demasiado interesante, ya que planteas la belleza del alma que se identifica con una forma trascendente. También se me hace importante que la belleza se da esencialmente por medio de la vista, del oído y la música. Cabe decir que se encuentra la belleza de las ciencias, de las acciones y de los hábitos.
    Por último pienso que por medio de la inteligencia se podrá conocer lo bello como lo has expresado.

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