sábado, 4 de mayo de 2013


Literatura Apocalíptica Cristiana (Hasta el año 1000)

J- Lozano Escribano-L. Anaya Acebes


El autor comienza con la explicación de términos y conceptos, basándose en el estudio de la ciencia de la religión. Nos dice que ésta emplea dos términos para referirse al destino final del hombre y de la humanidad: Escatología y Apocalíptica. Menciona que el significado de la Escatología es “la doctrina de lo último”; es decir, un compendio de las concepciones acerca de las últimas cosas que le sucederán al hombre después de la muerte, y, no sólo al hombre como individuo, sino al destino final de la humanidad en general. (11)

La Apocalíptica, en cambio, significa etimológicamente “descubrimiento, manifestación”. Esta manifestación viene  de parte de Dios a través de sus profetas. Se refiere a la historia del mundo y la humanidad, desde la creación del mismo hasta su aniquilación. (11)

Refiere que existen tres ámbitos concernientes al estudio de lo apocalíptico, cada uno con su propia denominación, el ideológico, el literario y el social: Apocalíptica, que corresponde al ámbito ideológico, nos dice que es la ciencia que se ocupa de la revelación que Dios ha hecho del inminente fin de la lucha entre el bien y el mal a través de la historia. Apocalipsis, correspondiente al ámbito literario, es un género de literatura narrativa, cuyo mensaje consiste en la idea en que un ser sobrenatural transmite al receptor humano una revelación a través de la cual da a conocer una realidad trascendente, que en lo temporal apunta a una salvación escatológica y en lo espiritual a un mundo sobrenatural.

Apocalipticísmo es el fenómeno social constituido por los movimientos y grupos de carácter apocalíptico de una determinada época. Asimismo, el autor aclara que a estos términos hay que añadirles el milenarismo, mismo que hace referencia a un periodo de mil años en el cual reinará Cristo sobre la tierra en compañía de sus elegidos, introducido por Juan en el Apocalipsis, y que tendrá, posteriormente, una gran trascendencia en el cristianismo de los primeros siglos. (11)

Según el autor, la fenomenología y la historia de las religiones atestiguan que detrás de estos conceptos se esconde la creencia de una vida ultramundana más allá de le a muerte,  y que, el hombre llega a este convencimiento como remedio a un miedo e inseguridad ante el hecho incontestable de la muerte. En definitiva, la preocupación escatológica-apocalíptica es el resultado de una falta de seguridad psicológica en el hombre ante la incertidumbre del futuro posterior a su existencia. (12)

Asimismo, manifiesta dos ideas contradictorias de las que, desde tiempos remotos, los hombres se han afianzado. Por un lado, le han tenido un terror profundo a la muerte y, por otro, han ansiado un tipo de supervivencia más allá de ella, es decir, han añorado la inmortalidad. Se dice que este doble sentimiento adquirió tal fuerza y consistencia en sus vidas que idearon un mundo de ultratumba como continuación de la vida que habían llevado sobre la tierra. El autor dice que resultaba difícil para ellos concebir el aniquilamiento total del “espíritu”. (13)

La fenomenología de la religión también manifiesta que todos los pueblos, en general, han percibido la distinción entre espíritu, en tanto que sinónimo de aliento o principio vital, y cuerpo, otorgando al término espíritu el significado de “aire, aliento” del universo, como sinónimo de la divinidad misma, que todo lo informa. (13)

Introducción de la idea de la recompensa

A partir de la concepción del alma o espíritu ya individualizada y con existencia autónoma, se comienza a abrir paso la idea de una recompensa después de la muerte para compensar a las personas en razón de los méritos o deméritos de su vida. La manifestación que el hombre experimenta en esta vida, llena de sufrimientos e injusticias, le  ha llevado a postular que después que de  la muerte tiene que existir otra vida en la que sea restituida la justicia.

Necesidad de introducir el concepto de juez y juicio de las almas

La introducción de la creencia de premios y castigos en la otra vida implicaba la necesidad de establecer un mecanismo que garantizase la objetividad y la equidad a la hora de recompensar o castigar. En efecto, para valorar los méritos o deméritos de la vida presente, se recurrió desde antiguo a un juicio de las almas realizado por la divinidad, juez justo y conocedor de los actos del hombre.  Es frecuente que se postulen en diferentes religiones dos clases de juicios, uno individual y  otro universal.

Nos dice el autor que, aunque no existe una coincidencia exacta entre las religiones, es frecuente que se postulen dos clases de juicios, uno individual y otro universal para restaurar la justicia. Asimismo, existe una cierta contradicción interna en torno a las ideas relativas al juicio después de la muerte. Por una parte, es posible imaginar que los muertos se hayan en la tumba durmiendo un sueño profundo, en espera del toque de la trompeta que levantará  a los muertos para ser juzgados por Dios. Por otra parte, es posible imaginar también que inmediatamente después de la muerte tiene lugar un juicio particular sobre cada hombre, por medio del cual recibe un anticipo de las alegrías del paraíso o de los tormentos del infierno. (19)
La profecía apocalíptica
Apogeo de la profecía apocalíptica anterior al exilio babilónico.
Durante los siglos VIII y VII a.C.  los verdaderos profetas aportaron un nuevo estilo a la teología y a la religión. Su figura fue emergiendo en virtud del sentimiento que transmitían en su manera de ser y actuar, de ser portadores del llamado de Dios, de su conciencia de contacto permanente con la divinidad, de la misión social que se  les había encomendado. En otras palabras, el profeta autentico era el instrumento del que Dios se servía para enderezar el curso de la historia, en su sentido siempre salvífico. El profeta será quien, sobre todo en los tiempos difíciles, sepa captar los signos de los tiempos.
A esta época pertenece el profeta Isaías, en el que comienzan hacer acto de presencia elementos que posteriormente serian esenciales para la configuración del paradigma apocalíptico, expresados en un lenguaje críptico y simbólico, al que no hay otro remedio que aplicar una interpretación alegórica. (44)
 En un análisis de sus profecías, podemos destacar lo siguiente:
·         Comienza, en primer lugar, recordando  que Yavé se está tardando en restaurar a Jerusalén :
Sobre tus murallas, ¡oh Jerusalén! he puesto centinelas que no se callarán ni de día ni de noche. Vosotros, los que hacéis que se acuerde Yavé, no os deis  descanso. Y no les des tregua hasta que restablezca Jerusalén para gloria de la tierra (Is. 62,6-7),
 pero reconoce que la tardanza es por culpa de los pecadores:
Vuestras iniquidades cavaron un abismo entre vosotros y vuestro Dios, vuestros pecados hacen que Él oculte su rostro para oíros; porque vuestras manos están llenas de sangre (Is. 59, 2-3).
·         Anuncia a continuación el juicio final, que irá acompañado de una serie de catástrofes cósmicas que aniquilaran al mundo:
Porque está  irritado Yavé  contra todas las naciones, airado contra todo el ejercito de ellas. Las destina al destierro, las entrega al matadero, y sus muertos  quedarán abandonados (Is. 34,2),
Porque he aquí que llega Yavé en fuego y en su carro un torbellino para tornar suira en incendio y sus amenazas en llamas de fuego. Porque va a juzgar Yavé por el fuego y por la espada a toda carne y caerán muchos a los golpes de Yavé. (Is. 66,15-16).
·         E inmediatamente después de las catástrofes, y con anterioridad del juicio tendrá lugar la resurrección de los muertos:
Revivirán los muertos, resucitaran sus cadáveres.  Alzaos y cantad los que yacéis en el polvo, pues tu rocío es rocío de luz, y renacerán las sombras del seno de la tierra (is. 26,19).
·         Concluido el proceso de destrucción, el juicio final y la resurrección de los muertos, el profeta anuncia que Yavé creará unos cielos nuevos y una tierra nueva, es decir, una nueva creación que será indestructible:
Porque voy a crear cielos nuevo y una tierra, y ya no se recordará lo pasado, y ya no habrá de ello memoria. Sino que se gozara en gozo y alegría eterna de lo que voy a crear yo, porque voy a crear a Jerusalén alegría, y a su pueblo gozo (Is. 65,17-18).
·         Y como intermediario entre Dios y su pueblo, garante y ejecutor de las obras de Yavé, el profeta anuncia la venida de un rey mesiánico, descendiente de la casta de David, que garantizará la independencia y la prosperidad del pueblo de Israel:
Porque nos ha nacido un niño, nos ha sido dado un hijo, que tiene sobre su hombro la soberanía, y que se llamará Maravilloso Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz, para dilatar el imperio y para una paz ilimitada sobre el trono de David y sobre su reino, para afirmarlo y consolidarlo en el derecho y la justicia desde ahora y para siempre jamás (Is. 9,5-6).
  Sin embargo, en otro pasaje dice que:
… brotará una vara del tronco de Josué y retoñará de sus raíces un vástago, sobre el que reposará el espíritu de Yavé, espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de entendimiento y temor de Yavé (Is. 12,1-2).
Texto que por su contenido anuncia el cambio hacia una nueva figura salvadora, no ya un rey terrenal descendiente de la estirpe de David, sino un ser de carácter trascendente y espiritual, cuyas funciones serían las de ejecutar el plan que Dios ha concebido para su realización en el mundo. Este plan de Dios, concebido como la sabiduría personificada de Dios, irá condensándose con el paso del tiempo, hasta adquirir corporeización, como se verá en el análisis de los apocalipsis de Daniel, Enoc y, sobre todo el Apocalipsis de Juan. (47)     

El Apocalipsis de Juan
El libro nos dice que el Apocalipsis de Juan significa la revelación de Jesucristo a sus siervos para instruirlos sobre los acontecimientos que van a suceder pronto. El autor afirma  que es la primera obra que con tal denominación se nos ha transmitido en la literatura canónica, y que no puede ser atribuida al autor del evangelio del mismo nombre. Asimismo dice que la redacción y publicación de este libro pone de manifiesto hasta qué punto había renacido la mentalidad apocalíptica en las comunidades de Asia Menor hacia finales del siglo I d.C. por la amenaza de persecución que se cernía sobre los cristianos. La finalidad del Apocalipsis en efecto, fue fortalecer el valor de los cristianos en un momento de especial dificultad ante las persecuciones de que eran objeto por parte del poder político romano.
En esta parte, el autor nos sintetiza el Apocalipsis de Juan y nos dice que en él  se escenifica una lucha cruel entre dos bandos, abanderado, uno, por Dios y el poder del Cordero, que es Rey de Reyes y Señor de Señores, y el otro, por el dragón y sus secuaces, la bestia, el falso profeta y los reyes de la tierra aliados de la bestia. Pero que, sin embargo, la victoria no puede ser dudosa, y a la victoria seguirán el juicio de Dios que dará a cada uno según sus obras. Este es, en síntesis, el tema o argumento del Apocalipsis.
Como síntesis de la obra, nos dice el autor, podemos decir que Juan anuncia el juicio final de la humanidad, precedido por tres secuencias: un tiempo de larga y dolorosas pruebas, tales como cataclismos, catástrofes, terremotos etc.; un periodo de paz terrenal de mil años de duración, durante el cual el demonio estará encadenado, y un tercer periodo muy breve en el tiempo, pero terrible, durante el cual tendrá lugar el combate final entre el bien y el mal, que precederá inmediatamente al fin de los tiempo, el juicio final y la eternidad definitiva en la que los elegidos serán agrupados en torno al Cordero, que representa a Jesús, mientras que los impíos serán condenados al fuego eterno del infierno (105).

Bibliografía:
Lozano, Escribano y Anaya, Aceves, Literatura Apocalíptica Cristiana (hasta el año 1000)  Ediciones Polifemo, Madrid, 2002.
Sagrada Biblia, edición y traducción de Nácar-Colunga, B.A.C, Madrid, 1960


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