miércoles, 30 de mayo de 2012

Abelardo y Eloísa, esbozo de su tragedia




La historia de estos dos personajes del siglo XII, nos remonta tal vez al inicio de lo que hoy conocemos como “novela romántica”; la tragedia que persigue a  Abelardo sin duda puede ser equiparable a la que Sófocles relata en su tragedia Edipo Rey. No empieza por terminar una desdicha de Abelardo, cuando la envidia de algún colega filosofo o teólogo, lo está asechando.
            Abelardo nace en 1079, cerca de Nantes, en Bretaña, Francia, de una familia noble recibe el nombre de Pedro.[1] Abelardo es su sobrenombre cuyo significado aun se desconoce. Algunos afirman, que el apodo le es dado por su madre aludiendo a su fascinante inteligencia, Abelardo seria en este caso una deformación de la palabra francesa (abeille: abeja). Otros afirman que dada su torpeza para las matemáticas, un profesor suyo le decía una oración en francés (habeo lardum: tengo enjundia), que por aberración dio habe lard, y luego Abelardo.
            Destinado a una carrera militar, pero arrastrado por la pasión del estudio, renuncia a su herencia y a sus derechos como primogénito para cultivar todas las ciencias conocidas en su época. Fue discípulo y luego rival de Guillermo de Champeaux y de Anselmo de Laon en filosofía y teología respectivamente[2]. A una muy corta edad Abelardo abre su propia escuela y ejerce brillantemente en varias ciudades.
Empecé a recorrer las provincias, yendo donde quiera que oyera decir  que se apreciaba ese arte, y discutiendo siempre, como digno émulo de los peripatéticos.[3]
            Abelardo se encuentra en el clímax de su gloria, y como se lee en la Carta a un Amigo es sumamente soberbio, y cree, y goza de una tremenda lujuria. Es aquí cuando conoce, seduce y luego se enamora de su alumna Eloísa, sobrina del canónigo Fulbert en cuya casa había sido recibido. La relación de éstos dura dos años, al cabo de los cuales el embarazo de Eloísa hace evidente la relación.[4] El tío de Eloísa, abarrotado de una fuerte cólera por la vergüenza que Abelardo trajo a su familia, busca una venganza y da a Abelardo la pero de las mutilaciones humanas “la castración”.
            Para ocultar su vergüenza y acallar las habladurías, Abelardo toma los hábitos y se retira a la abadía de San Dionisio, mientras Eloísa sigue los pasos de su amado y se retira al monasterio de Argenteuil. Una serie de persecuciones hacía Abelardo lo hacen cambiar constantemente de residencia, San Bernardo logra su condena y la de su obra en el concilio de Sens en el año de 1140. Posteriormente Pedro el Venerable abad de Cluny, lo arropa en su abadía y obtiene para él un perdón por parte de la Santa Sede. Como su salud empeora día tras día, es enviado al priorato de San Marcelo, pero los esfuerzos son en vano y muere ahí en el año de 1142 a los sesenta y tres años.
            Eloísa nace en Paris en 1101, es decir, veintidós años después que su amado. Fulbert se preocupó particularmente por la educación de su sobrina; la colocó en el monasterio de Argentiul, en cuya escuela la joven cursó el programa habitual en ese tipo de instrucciones. Al completar el ciclo de las artes liberales, sus ansias por perfeccionar su conocimiento contribuyeron a que Fulbert no dudara en confiarle a su sobrina al más ilustre de los maestros. Así es como Abelardo entra a la casa de Fulbert y a la vida de Eloísa.[5]
            Es aproximadamente doce años después de su conversión que, siendo Abad de San Gilda Abelardo escribe para consolar a un “amigo real o imaginario” o para sí mismo, la famosa historia calamitatum, que los traductores titularon lettre a un ami (carta a un amigo)[6]. Es por casualidad que esta carta llega a manos de Eloísa que entonces era abadesa de Paracleto (una congregación formada por Abelardo y de la cual era guía espiritual). No sobra mencionar que durante muchos años “la carta” fue el medio de comunicación por excelencia. En el siglo XII gozaba de un prestigio indiscutible, la utilizaron los apóstoles y los padres de la Iglesia para orientar a sus fieles y  los filósofos para expresar sus ideas.
            Abelardo inicia La carta a un amigo con estas palabrasabandoné definitivamente la corte de Marte para refugiarme en el regazo de Minerva”[7] sustituye las armas por la pluma, y como el mismo expresa se debe a que su padre tiene un particular afecto por éstas, y le brinda a todos sus hijos una educación en letras. La carta es en realidad una autobiografía, un relato en primera persona en el cual encontramos muchas de las características de la narrativa moderna; una manera en la cual Abelardo encuentra el desahogo de las penas que le invaden. En ella cuenta cómo es que se hace de enemigos a causa de la soberbia y cómo a causa de la lujuria es mutilado cruelmente. Resta decir que esta carta es sumamente conmovedora y esto provoca en Eloísa una pronta respuesta, la cual desemboca en una serie de cartas en las cuales se confrontaran primero los enamorados, para posteriormente unirse en el clímax del amor y del consuelo mutuo que encuentran en Jesucristo.
            La historia de estos dos enamorados termina en la tumba, cuando Eloísa muere un mayo de 1163 veintidós años después de la muerte de Abelardo, los mismos años que Abelardo le llevaba a su alumna. Por ultimo Eloísa pide a Pedro el Venerable obtener una prebenda de alguna diócesis para su hijo y así asegurar el futuro de su éste.

                                                         BIBLIOGRAFIA    
                         Peyrelongue, Ana (introducción y traduccion), Cartas de Abelardo y Eloísa, Editorial UAM, México D.F. 1988  


[1] Peyrelongue, Ana (introduccion y traduccion), Cartas de Abelardo y Eloísa, Editorial UAM, México D.F. 1988 
[2] Cf. Ibíd. P. 8
[3] Cf. Ibíd. P. 48.
[4] Cf. Ibíd. P. 9
[5] Cf. Ibíd. P. 11
[6] Cf. Ibíd. P. 20
[7] Cf. Ibíd. P. 48

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