lunes, 16 de diciembre de 2013

Lo 'monstruoso' en un pasaje agustiniano de las confesiones como algo ambigüo.

Hoy día, cuando escuchamos las palabras "monstruo"; "monstruoso", una de las primeras cosas que  viene a nuestra mente es algo referente a lo que denominamos feo, repugnante, grande y horrible, algo que nos asusta, que no le deseamos al otro que llegue a ver. Sólo basta con rememorar cuentos de terror que llegamos a escuchar en la infancia, o incluso de jóvenes o de adultos, siempre, o la mayoría de las veces, se hace mención de 'un monstruo', ese ser o cosa, que nos causa miedo. En términos goodmeanos, ese es el significado que se ha atrincherado sobre el predicado "monstruo", o "monstruoso". Esto no siempre fue así. Cito a J. Corominas:

"Monstruo: (...) Tom. del bajo latín. monstruum, alteración del lat. monstrum, íd. propte. 'prodigio'. (que parece ser deriv. de monere 'avisar', por la creencia en que los prodigios eran amonestaciones divinas)."
Para completar la idea, cito un breve fragmento de un libro para la enseñanza del latín:

"Medus: 'Ille post te. Quantum est pretium illíus anullí? Medus anulum post Albínum digito monstrat".

J. Corominas, nos dice que -monstruo- parece derivar tanto de monstruum o monstrum, y a su vez, el significado de esto, tiene una relación con monere, 'avisar'. La cita de Hans, nos indica que monstrat es un verbo de la primera figura. Ambas -citas-, tienen un relación importante, ya que monere, nos dice Corominas, es 'avisar' y también fue en algún momento 'opinar', en el caso de monstrat- monstrare' es enseñar algo', y aquella relación de la que hablamos, la tenemos en español también, debemos avisar de 'x' cosa que sea importante, si es posible, mostrarla, nosotros diríamos 'enseñarla', y avisar, viene de 'aviser', instruir, enseñar. Por tanto, monstruoso, en la antigüedad, era algo que debíamos observar, algo digno de mirar, y contrario a lo que dijimos al inicio de la concepción actual de lo monstruoso, es algo que incluso le debemos enseñar al otro.
        San Agustín, por causa de la voluntad de su espíritu, quiere ir con Dios, empero, por causa de la voluntad carnal, no tiene muchas ganas de ir con Él. Luego, en capítulo 8 del libro VII, San Agustín ya no solamente narra aquella disputa que ve hay entre voluntades, ahora padece, no sabe qué hacer para superar esta lucha, pues "el cuerpo obedece a la más fácil insinuación...". Después de esto, viene el pasaje que rige este artículo. En capítulo 9 del libro VIII, San Agustín dice: "¿De dónde procede esta cosa increíble? ¿Y por qué es así?". Cabe hacer las siguientes observaciones: 1)la traducción es un factor aquí, que luego se verá en la conclusión de una manera más importante de la que probablemente aquí se plantee, 2) San Agustín, en ese pasaje, hace mención de las mismas preguntas dos veces, y el traductor las tres veces, la plantea de la misma manera. Ahora, contrastemos con otra traducción: "¿De dónde proviene ese monstruo prodigio? Y ¿cuál es su causa?".
         Hechas las citas, de dos diferentes fuentes, pasemos al examen que queremos hacer. En ambos casos, San Agustín se está refiriendo al mismo problema, a saber, esa lucha de voluntades que hay en su ser. Sólo que en la cita -a la que le hicimos dos observaciones- el traductor, usó los predicados "cosa increíble", en la siguiente fuente, el traductor usó la traducción prácticamente correcta del pasaje, y dice "monstruo prodigio". La cuestión es ¿Por qué San Agustín se refiere como algo monstruoso, y además prodigio, hacia esa lucha de voluntades? Como vimos, la acepción latina de monstruoso, resumiendo, es algo que el otro debe ver, es algo digno de ver. ¿A caso es digno de ver el sufrimiento interno por una lucha de voluntades? o, en su defecto, por si se nos acusa de tajantes ¿es a caso digno de observar, ya no el sufrimiento, sino la lucha de voluntades internas en abstracto? En el caso de que en ambas preguntas se nos responda que sí ¿Por qué sí? ¿Por qué no mejor narrar la lucha y mencionar que eso hay que evitarlo? ¿Cómo? De la manera en que San Agustín narra tanto la anécdota de Victorino, como la que narra en capítulo 6 del libro VIII. Además, se sabe de antemano que en un texto filosófico, las palabras pesan, ahora ¿no pesan también las palabras en este texto, sobre todo, dado el contexto en que San Agustín lo escribe? No queremos decir que San Agustín haya hecho a propósito -quién sabe-, simplemente, queremos plantear la duda de porqué decir que eso es algo "monstruoso", siendo que la acepción latina de monstruoso, es distinta a la que nosotros tenemos hoy día. Leyendo el texto sin tener en cuenta esto, cualquiera lo tomaría como "normal", decir que aquella lucha es un monstruo, porque bajo nuestra concepción de ese predicado, se haya lo feo, lo que nos causa miedo, o daño tal vez. ¿Por qué entonces monstruo prodigio y no terrible lucha?


 

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