lunes, 16 de diciembre de 2013

El cuerpo femenino, divino y corrupto a finales de la Edad Media


La consideración del cuerpo femenino a finales de la edad media se muestra de manera ambigua; las experiencias místicas femeninas y la presencia de la bruja, son figuras interesantes que presentan la dicotomía del cuerpo femenino. Las fuentes mitológicas del cristianismo permiten una consideración de la mujer como corrupta y divina.

En la edad media se presenta la dualidad entre cuerpo y alma, el cuerpo se considera como la materia que nos aleja de lo divino y es la fuente del pecado, “el alma se describe a sí misma como una noble criatura denigrada por la carne”[1]

La mujer solo puede dedicarse eficientemente a la bondad o a la malicia; pueden entregarse a la virtud espiritual o a la maldad.

 La condición natural femenina implicaba el pecado, esto porque las mujeres son apegadas a lo carnal, a los apetitos y a la lujuria, ellas son mentirosas, infieles, débiles e irracionales. La figura masculina se apegaba a lo espiritual, a la razón y la fuerza.[2] El pecado es considerado como corporal y surgía del interior del cuerpo de la mujer, ellas tenían el poder de arrastrar al hombre a sus actos inmorales, esto se fundamenta con la mitología del génesis.



La bruja es aquella que puede arrastrar a los hombres a un amor desordenado, puede bloquear la potencia sexual, arruinar la fecundidad de las mujeres, causar abortos, ofrecer niños al demonio, aplicar maleficios; las brujas son aquellas que han abandonado su fe y ejercido el paganismo, todo esto motivado por su condición natural.  “todas estas cosas de la brujería provienen de la pasión carnal, que es insaciable en estas mujeres (…) La boca de la vulva es insaciable, de aquí que para satisfacer sus pasiones se entregue a los demonios.[3]Tres vicios que aparecen entre las mujeres: la infidelidad, la ambición y la lujuria,  y se entregan a los maleficios quienes caen en estos vicios”[4] 

El cuerpo femenino en este contexto, no solo representó un acto de misógina, también se le consideraba cercano al cuerpo de Cristo por las funciones biológicas y culturales de la época; la mujer sangra como Cristo lo hizo en la cruz por nuestros pecados, ella nutre y da vida desde su interior, sus procesos fisiológicos son considerados  religiosos[5]; todas estas percepciones anteriores son parte de la mística femenina de la época, el cuerpo femenino era propenso a presentar cambios semejantes a eventos de la vida de Cristo y en cierto punto a las experiencias místicas se les consideraban como la carne misma de Cristo, su carne podía hacer lo que él hizo, sangrar, alimentar, dar vida y morir.[6] 

Los síntomas o experiencias místicas de la mujer giraban alrededor de lo corporal, estas experiencias se generaban por ejercer técnicas ascéticas y de control del cuerpo como la tortura; las místicas presentaban estigmas, lactaciones milagrosas, embarazos místicos, anorexias benditas (aquellas que vivían solo por el consumo de la hostia), desmayos, trances extasicos, estigmas, trances caóticos, hemorragias nasales extasicas,
 visiones de la ostia sangrando, etc. Las enfermedades y los dolores recurrentes tenían un significado religioso, sufrimiento y enfermedad se consideraban comun regalo de dios, ello debido a que “hicieron de los tormentos físicos y mentales una oportunidad para su propia su propia salvación y la de otros. [7]

Ambas experiencias femeninas tienen presente al erotismo, por una parte la bruja se entrega a su naturaleza y a su pasión ofreciéndose al diablo y así satisfacer su condición; la mística tiene una relación erótica con Cristo, o por lo menos las experiencias relatadas guardan fuertes rasgos eróticos en su acercamiento a la divinidad; “algunas hablan de degustar a Dios, de besarlo profundamente, de ir a su corazón o sus entrañas, o ser cubiertas por su sangre (…), Lukardis de Oberweimer y Margarita de Faenza besaron a sus hermana espirituales con las bocas abiertas y la gracia fluyo de una a la otra con un amor que dejo a las mujeres sacudidas. La poeta mística del siglo trece, Hadwich, habló de Cristo penetrándola hasta que ella se perdió en el éxtasis del amor”[8]

Se mostró la ambigüedad de la figura de lo femenino, esto centrado a las consideraciones corporales y naturales. El cuerpo femenino es aquel que se apega al pecado, a la lujuria, a lo irracional, etc., así mismo este cuerpo tiene el potencial de estar en contacto con lo divino por diversas manifestaciones y cercanías que tiene con la figura de Cristo.

La figura de la bruja y de la mística, experimentan pasiones, una en relación con Dios y la otra en referencia al Diablo, parece ser que la diferencia entre ambas formas de vivir lo erótico es la manera en la que logran sus cometidos, una se entrega al pecado y a su condición natural, y la otra intenta desprenderse de todo lo relacionado al pecado sometiéndose al ascetismo y la autoflagelación, llevándola a experiencias eróticas con Dios. Así mismo el hombre tanto veneraba los actos místicos femeninos o los consideraba como fraudes por tener una probable confabulación con el diablo[9], este tipo de ambigüedades se presentan bajo la figura de lo femenino y se intentó mostrar esto en torno a la figura de la bruja y la mística.


Bibliografía
Walker, Bynum, C. “El cuerpo femenino y la práctica Religiosa a Finales de la edad media”, El cuerpo, espectros del psicoanálisis. La tinta en el diván. México, 1998
Kraemer & Sprenger. “Cuestión VI. Acerca de las mismas brujas que se someten a los demonios”, El martillo de las brujas. Ediciones Felmar. Madrid, 1976.




[1] B. Walker. El cuerpo femenino y la práctica Religiosa a Finales de la edad media.
[2]  Ibíd., p. 114
[3]  Kraemer & Sprenger. El martillo de las brujas. p. 98
[4]  Ibíd., p. 107
[5]  B. Walker. Op.Cit p. 122
[6]  Ibíd.. p. 128
[7]  Ibíd., p. 97-98
[8] Ibíd., p. 100-101
[9] Ibíd., p. 129

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