En el Peristephanon, el autor cristiano Prudencio dibuja con expresiva elegancia un tremendo ritual Cibélico:
…Después de colocar la bestia [un toro] en este lugar para inmolarla atraviesan su pecho con el venablo sangrante. La ancha herida vomita una oleada de sangre caliente, y en los entresijos de este mar que cae, se funde un río de vapores humeante. Por los mil caminos de los mil agujeros [del tablado] llueve este putrefacto rocío. Hundido el sacerdote debajo del foso recoge las gotas, poniendo su cabeza, su vestido y todo su cuerpo.
Échase luego de espaldas para ofrecerle su cara. Preséntale las mejillas; luego, las orejas; después, narices, labios y ojos hacia el líquido y no perdona ni lengua hasta embeberse todo en negra sangre. Al endurecerse el cadáver desangrado, los flamines lo apartan del tablado. Salía ahí entonces el pontífice de terrible aspecto. Muestra su cabeza mojada, su pesada barba, sus bandas humedecidas, sus vestiduras borrachas de sangre.
Odioso de tales contactos, sucio de la pestilencia del fresco sacrificio, de lejos y con respeto, todos le saludan y reverencian, porque la sangre vil de un toro muerto lavó a aquel mientras estaba oculto en la fea caverna. [i]
La semejanza de este, el Taurobolio, rito iniciático frigio, con el primitivo bautismo cristiano no es casual. La correspondencia de los cultos orientales y mistéricos con el cristianismo es un hecho, que hasta los más necios apologetas tuvieron que reconocer. Importa poco, desde un punto de vista histórico, que el maquilador de aquella haya sido el mismo diablo[ii] ; por otro lado, no se sabe a bien quién fue el prestatario de quién en ese oscuro intercambio, y aunque la intromisión del paganismo en el aparato cristiano está fuera de discusión[iii], es tramposo obviar sus diferencias y encarecer sus similitudes para hacer funcionar una maquinaria teórica; pero antes de seguir condenando la afirmación: El cristianismo es un embrión pagano. Acotemos el perímetro, y busquemos qué sistemas pudieron ceder representaciones suyas para la génesis de aquella cosmovisión; si es así, intentemos, desde nuestra limitada plataforma, definir aquello que ha caído bajo el rótulo de misterios. Los cultos mistéricos se caracterizan por ser iniciáticos, ya Prudencio nos ha narrado la espectacularidad del taurobolio, son esotéricos, pues no revelan sus prácticas a quien no se ha iniciado, esto es de gran importancia, pues aquel que rompa el compromiso y divulgue la myesis[iv], (¡Ay de Apuleyo!), no alcanzará la sotería.[v] El vigor de los misterios se haya quizá en lo atractivo de su oferta: El triunfo sobre el destino y la conquista de una eternidad benigna. Celso diría del dios mistérico, aquel que padece, que es un decadente[vi]; nada de eso, su pasión humana es la llave con la que accede y nos arrastra en su acceso a la dimensión soteriológica, su ignominia y vilipendio son sólo parte de su telúrico poder, su grandeza es más terrible que la de los dioses grecorromanos, y es que aquella es superior al destino; al fatum. Sería demasiado simple concluir que los misterios fueron usurpados por los cristianos, y aunque este razonamiento no carece de sentido, es aconsejable confrontar todo el espectro antes de arriesgarse a descargar un juicio. Hay que acotar, por ejemplo, que la iglesia antigua reconoció únicamente dos sacramentos: el bautismo y la eucaristía. Decir del taurobolio que es el antepasado cibélico del bautismo cristiano, es como dar por hecho que el Osiris de los cultos egipcios es el antepasado de Cristo, y es que ni el isismo faraónico es el mismo que el isismo imperial romano, ni hay sistema religioso que escape de las manazas del sincretismo, es decir la proposición es falaz y redundante. Sobre la eucaristía se ha afirmado, gracias al apologeta Tertuliano, que ya existía un rito idéntico en las cavernas de Mitra, de esto no hay constancia, pues esta afirmación se fundamenta únicamente en inferencias sobre los dichos de Tertuliano y sobre un relieve hallado en Konjira (Bosnia). Que Cristo es una divinidad salvífica y parece compartir rasgos con los dioses vegetales no hay duda, pero apostarlo en el reino ctónico donde habita Osiris, Dionisos, Adonis, Atis,[vii]es algo que debido a mis alcances no me puedo permitir. Construir un puente donde se encuentre Cristo con los misterios es una técnica ya ensayada en el siglo XX, técnica que orbita sobra la monumental The golden bow de Frazer y cuyo cenit fue alcanzado por Reitzenstein y su Die hellenistischen Mysterien nach ihren Grundgedanken und Nirkunge y A. Loisy con su Les mystéres païens et le mystére chrétien. Sobre esta manera de aproximarse al problema de la genealogía del cristianismo, Jaime Alvar argumenta:
Ya desde comienzos de siglo se percibieron algunos errores metodológicos en los procedimientos empleados por los seguidores de las religiones comparadas, errores motivados por la tendencia, en el análisis de ambos sistemas religiosos, a subrayar las similitudes y a atenuar las diferencias. Por otro lado, los puntos de supuesta conexión eran muy confusos. C. Clemen denunciaba, por ejemplo, la invalidez de un método que carecía de pruebas para defender esta hipótesis.[viii]
Y es que realmente hay cierto tufo a quemado, producto de forzar hasta el tope los engranajes de la máquina comparativa. Sospecho lejana la decodificación de este entresijo, el silencio exigido a los iniciados (¡Ay, ay, de Apuleyo!) resultó en una parquedad documental que poco ayuda a los estudiosos de este tema. Es posible que para deconstruir el acertijo debamos esperar a que otra chiva atolondrada nos devele un nuevo Qumran.
Bibliografía.
Alvar, Jaime; Blázquez, José María et al, Cristianismo primitivo y religiones mistéricas, ed. Cátedra, Madrid, 1995
[i] Alvar, Jaime, Los cultos frigios en Alvar, Jaime; Blázquez, José María et al, Cristianismo primitivo y religiones mistéricas ed. Cátedra, Madrid, 1995. P. 462.
[ii] Y es que distintos apologetas argumentan que fue el diablo el creador de tan extrañas semejanzas Cfr. Los escritos de Justino, Taciano y Tertuliano.
[iii] Tomemos como ejemplo el desplazamiento del nacimiento de Jesús al solsticio de invierno, fecha del nacimiento de Mitra, o la pasión cristiana, trasladada al mes marzo para hacerla coincidir con el diez Sanguis de Atis, es decir el equinoccio de primavera.
[iv] es decir los misterios
[v] es decir la salvación.
[vi] Cfr. Montes Daniel, Celso, “Medievalias” obtenido en la red mundial el 26 de mayo de 2012. http://medievalias.blogspot.mx/
[vii] La mayoría de los estudiosos están de acuerdo en que estos dioses son divinidades vegetales, es decir reproducen el ciclo anual de la vegetación. Alvar diría que: “son los dioses que dan vida, que tienen un carácter transitoriamente ctónico. Viven temporalmente bajo la tierra y germinan de ellos el fruto que da vida de nuevo.” Alvar, Jaime, op. Cit. P. 482.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor deja un comentario útil, constructivo y documentado