El imperio carolingio, se desarrolla en el territorio europeo bajo el dominio de Carlomagno y el rey Pipino quienes intentan la renovación de la vida intelectual de finales del siglo VIII y del siglo IX. Esta renovación es decisiva porque el Imperio Carolingio representa una función fundadora en Europa, tanto para las instituciones sociales y políticas como para la vida religiosa y cultural.[1]
Las ambiciones culturales del renacimiento carolingio se limitan a recomendar, en cuanto a conocimientos, lo que es indispensable para asegurar el culto divino y para comprender las Sagradas Escrituras. Así como una restauración gramatical del latín, por lo que la época es adecuada para la toma de conciencia del carácter de las diferencias lingüísticas
El renacimiento de este imperio, se da al introducir una vida intelectual en las regiones que parecían más rebeldes (Galia del norte, la Germania de influencia franca[2]). En esas regiones aparentemente retrasadas en cultura, adoptan a los hombres letrados extranjeros, lo que facilita una verdadera transferencia de cultura, consiguiendo así una escritura idéntica para todos. Sin embargo, “lo escrito no es más que un recordatorio para uso de una cancillería más que de la administración local en donde son escasos los que saben leer”[3], y la justicia era un ámbito en que era necesario cierto conocimiento de las leyes, pero posteriormente Carlomagno y el rey Pipino contribuyeron a que las leyes fueran escritas.
La voluntad política es, por primera vez desde la antigüedad, un factor de unificación cultural, el cual se ve reflejado en el agrupamiento de fuerzas de todas las clases, es decir, la sociedad carolingia se convirtió en la cara civil y militar de la comunidad, además de una consolidación en un solo poder cristiano capaz de responder a los ataques y evangelizar a los paganos. Toda la teología de este imperio se marca por el encuentro de la fe cristiana con la vida intelectual, la cual se vuelve una alianza que se lleva a cabo bajo los auspicios del poder, distinguiéndose una vez más la influencia del poder político.
El renacimiento carolingio da al clérigo letrado un sitio nuevo en la sociedad, ya que los clericós son lo mejor formados para escribir, pero no eran los únicos. Sin embargo, los carolingios extraen las lecciones de los círculos cultivados solo a los clérigos, lo que resulto imprescindible en los países francos, culturalmente sin recursos.
La voluntad de los soberanos carolingios se centra en la restauración de los instrumentos de la vida cultural. Con el reinado de Carlomagno quien fungió como legislador, funda un ordenamiento en donde la razón debe ser la regla[4], es decir, su gobierno inculca al pueblo la ley humana y la ley de Dios. Así mismo este emperador influye a que la vida intelectual se definiera de manera explícita, convirtiendo al pueblo bárbaro en un pueblo civilizado, cambiando a los intelectuales venidos a instruir al pueblo franco en hombres de acción y de gobierno. “Estas iniciativas son de una importancia capital para el futuro, incluso cuando parecen modestas.”[5]
Otra de las aportaciones importantes de Carlomagno al imperio carolingio, es el haber encargado a Alcuino una revisión de la biblia, la cual había sido copiada y recopiada numerosas veces, lo cual había hecho que tuviera muchos errores[6]. Este trabajo lo tuvo ocupado desde 797 a 800, posteriormente el texto corregido es utilizado por los clérigos, los maestros en las escuelas e incluso los herejes.
Primordialmente se distinguen dos etapas en el renacimiento carolingio. La primera, es la que esta dominada por la enseñanza de los fundamentos y las preocupaciones elementales, debido a que los letrados de esta primera etapa son casi exclusivamente extranjero para el país franco. La segunda etapa los talentos más notables alcanzan su desarrollo, y en esta segunda generación los francos son numerosos al lado de los extranjeros en un medio cultural más nutrido. El saber es más completo y más profundo[7]
[1] PAUL, Jacques, Historia Intelectual del Occidente Medieval, Cátedra, 1ª edición, 2003, pag.150
[2] Esta región se convierte en el centro del poder de una nueva dinastía que se afirma cada vez más en las regiones de Europa, gracias a Pipino el Breve y Carlomagno.
[3] PAUL, Jacques, Historia Intelectual del Occidente Medieval, Cátedra, 1ª edición, 2003, pag.152
[4] Ídem.
[5] PAUL, Jacques, op. Cit., pag.156
[6] Ibid, pág. 161
[7] Ibid, pág. 167